Ser emprendedor, en la vida real, es muy distinto a lo que te dicen por ahí, a lo que publican en internet aquellos a los que solo les interesa tu dinero, no tu bienestar. Sin embargo, con el aval de más de dos décadas en el mercado, puedo decirte que ser emprendedor es la mejor decisión que tomé en la vida y que, a pesar de las dificultades y fracasos, lo volvería a hacer una y otra vez.

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Tener un negocio propio, ser tu propio jefe, disponer de tiempo libre, viajar por el mundo, ser reconocido y admirado por el mercado, escribir libros y convertirte en una celebridad, ganar mucho dinero… Estas, y muchas otras más, son las promesas que te hacen para convencerte de que te conviertas en emprendedor y puedo decirte que son ciertas, pero no son toda la verdad.

Si me conoces, si sabes quién soy, también sabrás que llevo más de veinte años en el mercado, que fui el pionero de los negocios por internet en el mercado hispanoamericano y que me llaman El Padrino porque he apadrinado a decenas de emprendedores que hoy son los referentes de sus nichos. Han pasado más de dos décadas y aquí estoy, haciendo y aprendiendo, y enseñando.

Por eso, me duele que haya tanto engaño en internet y que haya tanto incauto que siga cayendo en la misma trampa. ¿A cuál trampa me refiero? A vender la idea de que ser emprendedor digital es tan fácil como hacer clic y sentarse a esperar que del cielo caigan los millones de dólares, y así poder codearte de tú a tú con Elon Musk, Bill Gates, Carlos Slim y otros multimillonarios.

Supongo que alguna vez escuchaste la frase “nada tan bueno es gratis”, que aplica perfectamente para este caso. Internet es, y lo sé porque lo he experimentado, la más fantástica oportunidad que tenemos las personas que como tú o como yo contamos con el conocimiento y la vocación de servicio, pero no de los medios para batallar con los grandes en esa jungla que es el mercado.

Nuestras armas más poderosas no son la cuenta corriente, la marca reconocida y una numerosa planta de empleados, sino lo que sabemos y las ganas de ayudar a los demás. Si nos comparáramos con un equipo de fútbol, los emprendedores seríamos los defensores, los que corremos de acá para allá, los que dejamos hasta la última gota de sudor en el campo.

Sí, somos puro trabajo, sacrificio, esfuerzo. Con una dosis de talento, claro, con conocimiento. Esa es la primera de las falacias que los vendehúmo esgrimen para conquistarte: te dicen que cuando seas emprendedor te verás como un gentleman, el apuesto hombre de negocios que arrancan los suspiros de las jóvenes bellas que ansían estar a su lado y la envidia del resto de los hombres.

En la realidad, sin embargo, el emprendedor es el que está en overol y botas: lo suyo es el trabajo duro, desde que sale el sol hasta que las sombras se adueñan de la noche. La mayoría de las tareas que debes realizar son distintas a las que te dicen: no vas a estar en cocteles, en fiestas en yates, ni en subastas de piezas de arte, sino metido en tu oficina tratando de sacar a flote tu negocio.

Sin importar cuál sea tu área de conocimiento y experiencia, sin importar cuán larga y laureada sea tu trayectoria, tendrás que empezar de cero y aprender de muchos temas que no imaginas y que en ocasiones no resultan agradables. Te abrumarán las tareas técnicas, que desgastan y consumen tu tiempo y casi nunca son tan agradables como piensa. Pero, no hay remedio: debes hacerlas.

Te convertirás en el hincha número uno del santo Job, porque requerirás elevadas dosis de paciencia. Si crees que es cierto aquello de que la riqueza, el éxito y la abundancia están a solo un clic de distancia, ¡despierta! Definitivamente, no es así. Nadie, absolutamente nadie, puede decirte cuánto tiempo tardarás en ver resultados positivos, porque cada negocio es distinto.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Si eres emprendedor, habrá momentos difíciles, muy difíciles, antes de que llegue la recompensa.

Aunque lo que hagas sea exactamente igual a lo que yo hago y utilices las mismas herramientas, recursos y estrategias que yo utilizo, nadie te garantiza que tengas el mismo éxito que yo. Quizás me superes, y por mucho, o quizás tengas que tirar la toalla en unos pocos meses. Depende el mercado y de tu capacidad para comunicarle tu oferta, para convencerlo de tus beneficios.

Un emprendimiento es, en muchas formas, parecido a un matrimonio: si superas la cuesta de los dos primeros años, puedes alegrarte. Sin embargo, no te vayas a embriagar, porque hay otra subida más empinada: la de los siete años. Y sin querer ser pesimista tengo que decirte que todo el recorrido es en subida: aunque hayas tenido éxito, la exigencia nunca termina, siempre aumenta.

Otra de las dificultades habituales que enfrentamos los emprendedores es aquella de lidiar con el fracaso, que se presenta con mayor frecuencia que el éxito. Es desalentador, te lo confieso, porque cuesta entender por qué a pesar de tu trabajo, esfuerzo, sacrificio y empeño los resultados no se dan. La clave está en insistir una y otra vez, porque la perseverancia es la diferencia.

Por eso, es imprescindible cambiar el chip. ¿En qué sentido? Debes perderle el miedo al error, al fracaso, y aceptar que es parte del proceso. Además, necesitas desarrollar la habilidad de aprender de estos eventos negativos, que siempre incorporan una lección. Por si no lo sabías, los exitosos somos acumuladores de fracasos, que es lo mismo que decir coleccionistas de aprendizaje.

Y en relación con eso, grábate esto en la cabeza o, si puedes, tatúalo en un brazo para que lo veas todos los días y nunca lo olvides: nunca sabrás demasiado y siempre tendrás que aprender más y más, de más temas. Por eso, hay que entender que el proceso no es el que dicta la lógica, sino la experiencia: empiezas, te equivocas, aprendes, sigues, te equivocas, te equivocas, aprendes…

¿Eso qué quiere decir? Que la sabiduría en el emprendimiento está en el hacer (en la práctica) más que en el saber (en el conocimiento). Nunca estarás preparado al ciento por ciento y siempre tendrás que adaptarte a las cambiantes condiciones del mercado y a los caprichos de tus clientes. Lo importante del mundo de los negocios, del marketing, se aprende sobre la marcha, en la calle.

Tener un negocio propio, ser tu propio jefe, disponer de tiempo libre, viajar por el mundo, ser reconocido y admirado por el mercado, escribir libros y convertirte en una celebridad, ganar mucho dinero… Estos, y mucho más, es posible si eres emprendedor. Sin embargo, nada de eso será tan fácil como dar un clic y sentarse a esperar, porque trabajar en internet no es un juego de azar.

Lo mejor de ser emprendedor no es estrictamente el resultado, sino el proceso. Lo que vives, lo bueno y lo malo, es apasionante. Lo que aprendes, aunque sea a punta de fracasos, es invaluable. Lo que compartes, así sea con bajos niveles de ventas, te convierte en una mejor persona. Si eres capaz de asumir los riesgos, de aceptar el reto integralmente, la recompensa será fantástica. ¡Te lo garantizo!