ivimos obsesionados con el éxito, pero seguro coincidirás conmigo en que nada hay más esquivo que… ¡el éxito! Una ironía, una contradicción que, a mi juicio, surge de es imposible definir el éxito. O, dicho de otra manera, cada persona en particular tiene una idea, que no siempre es clara, precisa, acerca de lo que significa el éxito en su vida, de cómo alcanzarlo.

Y no solo eso: esa idea de éxito cambia a medida que transcurre la vida. ¿Por qué? Porque cambian los roles, los intereses y, sobre todo, las prioridades. Lo que anhelas en la niñez no es lo mismo que buscas en la adolescencia y luego, cuando eres adulto y estás cargado de responsabilidades, también es diferente. ¿Conclusión? El éxito es camaleónico, evoluciona.

Por otro lado, la cara menos agradable de la moneda: ese éxito que nos obsesiona, cuya búsqueda nos provoca ansiedad, casi nunca es propio. ¿A qué me refiero? Que es una idea que otras personas, principalmente nuestros padres, maestros, amigos o personas del círculo cercano, han sembrado en nuestra mente. Y, claro, responden a sus intereses, a sus expectativas.

Estoy seguro, por ejemplo, de que conoces a alguna persona que entró a la universidad a estudiar determinada carrera simplemente porque “mi papá, mi abuelo y mis hermanos son todos…”. Médicos, abogados, empresarios o cualquier profesión u oficio. A veces, muchas veces, no te dan la posibilidad de elegir tu destino o, lo peor, no te atreves a elegirlo.

Cuando era joven, recuerdo, el camino del éxito estaba marcado por graduarse del colegio, ingresar a la universidad, graduarse y luego conseguir un ‘buen empleo’ para hacer carrera tal y como lo habían hecho nuestros padres, abuelos y otras generaciones. En mi caso, siempre gocé de libertad para elegir mi camino, aunque había una presión para “hacer lo correcto”.

Y lo hice, claro. Fue, seguramente, la primera vez en la que fui consciente de que esa idea de éxito que habían plantado en mi cabeza no era la adecuada. Por mi afición por la tecnología, ingresé a la facultad de Ingeniería Electrónica, pero tan solo terminé tres semestres. Me di cuenta de que armar y desarmar computadores no era lo que quería hacer el resto de mi vida.

Me trasladé a Psicología y me gradué como especialista en clínica. Durante unos años ejercí la profesión y no te niego que fui feliz por un tiempo, pero no tuve éxito. ¿Eso qué significa? Que envuelto en unas circunstancias externas como la violencia del narcotráfico, la inestabilidad laboral y económica y un futuro muy incierto, no había éxito en mi vida.

No, al menos, en la forma en que lo concebía en aquel momento. Para que no se dé una confusión: nunca, esa idea de éxito estuvo ligada al tema material, económico. Entiendo que el dinero es necesario y me gusta ganar dinero para sustentar el estilo de vida que quiere para mí y mis hijas. Sin embargo, es tan solo uno de los componentes de la fórmula, no el único.

Para mí, éxito y felicidad van de la mano. Es decir, no puede haber éxito si, a la par, no eres feliz con lo que haces, con la vida que has construido, con las personas que te rodean. Y, así mismo, no puedes ser feliz si no eres exitoso en las actividades a las que dedicas tu vida, en las relaciones. ¿Entiendes? Por supuesto, no es una fórmula, sino mi propio método.

Porque, en últimas, estoy completamente seguro de que ahí radica el secreto. Dado que el modelo de éxito que seguimos está determinado por lo que nos enseñaron en la niñez, por el ejemplo de nuestros padres y demás miembros del entorno cercano, si no corregimos el camino corremos el riesgo de convertir nuestra vida en un copy + paste, algo lamentable.

Lo que hoy más valoro de mis padres, más allá de su amor incondicional, ejemplo, apoyo y confianza, es haberme otorgado el derecho a equivocarme libremente. Siempre disfrute de la libertad para hacer lo que me nacía, lo que me daba la gana, así esto me condujera al error. Y, claro, me equivoqué muchas veces, pero también aprendí a tomar riesgos y a ser exitoso.

Terco como soy, muchas veces elegí no solo un camino distinto, sino también salpicado de dificultades. Tropezaba y caía, aprendía y repetía el proceso. Y aún es así, porque, aunque hayas acumulado muchas experiencias y aprendizajes, nunca dejas de aprendes y, lo que no puedes olvidar, nunca dejas de equivocarte. Y la vida se encargará de ayudarte en esa tarea.

Un proceso en el que, como bien diría el Chavo del 8, sin querer queriendo desarrollé mi propio método para ser exitoso. Que, por supuesto, incorpora lo que aprendí de otros, así como de mis experiencias y, lo dicho, de mis errores. Un modelo que lejos está de ser perfecto y que tiene una característica: NO le sirve a nadie más, está diseñado para mí.

Sin embargo, es claro que de él puedes aprender algo, puedes implementar algo para crear tu propio método para ser exitoso. Esa es la razón por la cual te lo comparto: el ferviente deseo que seas tan exitoso como lo hayas imaginado en el más ambicioso de tus sueños, que seas empedernidamente exitoso en todo lo que hagas y en todos los campos de la vida.

Como mencioné antes, no hay fórmulas o, al menos, no las conozco. Mal haría en decirte que hay una, porque no es así (y yo no soy así, tampoco). Puedo hablarte, en cambio, de las cinco obsesiones que, de nuevo sin querer queriendo, se convirtieron en los pilares de mi éxito en las distintas facetas de la vida. Quizás haya algunas más, pero me limitaré a estas cinco.

Antes de compartirlas contigo, es menester hacer una puntualización: para que esto te sirva, te ayude de alguna manera, debes desaprender la idea convencional que los seres humanos tenemos de la obsesión y aprender la segunda acepción. Según el diccionario, una obsesión es una “Perturbación anímica producida por una idea fija”. Esa visión negativa, ¡bórrala de tu mente!


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El éxito, cualquier idea que tengas de él, es el resultado de una construcción propia.


En cambio, por favor, elige la segunda acepción, la positiva, la que casi nadie graba en su mente: “Idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud”. Una definición que, en esencia, es neutra, pero que en la práctica todos la podemos utilizar de manera positiva, propositiva, proactiva, constructiva. Veamos, ahora sí, cuáles son esas cinco obsesiones:

1.- Obsesión por el aprendizaje. Soy un eterno aprendiz. Me encanta aprender, en especial de todo lo que esté relacionado, directa o indirectamente, con mi trabajo. Y si incorpora algo de tecnología, ¡mucho mejor!, porque entonces ese aprendizaje, para mí, se convierte en juego.

Lee (o escucha libros), escucha pódcast de personas que te inspiren, asiste a eventos virtuales y presenciales en los que se reúnan los referentes de tu industria u oficio y haz networking con personas que estén donde tú quieres estar y sean abiertas a enseñarte.

2.- Obsesión por servir (compartir). Te confieso que fue el más inesperado y maravilloso descubrimiento de mi vida. Cuando entré al universo del marketing, como cualquiera creía que se trataba de vender, pero luego la vida me enseñó el verdadero camino: SERVIR.

Fue, entonces, cuando descubrí el inmenso valor de mi conocimiento y experiencias: al compartirlo con otros, al servir a otros en mis eventos y formaciones, no solo provoco un impacto positivo en su vida o negocio, sino que recibo y disfruto la recompensa que retorna a mí.

3.- Obsesión por replicar el éxito (sistemas). Tanto en la vida como en los negocios, lo que no controlas no produce los resultados que esperas y, además, no es replicable. Por eso, me dediqué a crear el sistema que me permita replicar el éxito en cada actividad de mi vida.

Y que ese éxito no sea fruto de la casualidad, de las circunstancia, que no depende de otros: soy obsesivo con la ley de causalidad, quizás lo sabes. Procuro que lo que hago en mi vida sea tierra fértil para que germine la semilla del éxito, que mi vida sea una primavera eterna.

4.- Obsesión por querer más (inconformismo). No podría decirte que soy insaciable, pero sí que soy inconformista o, digámoslo de otra forma, soy competitivo: me gusta subir el listón un poquito cada vez que obtengo una meta, que logro el objetivo que me había propuesto.

Es algo que va de la mano con mi obsesión por aprender. Cuando más aprendo, más quiero hacer, un maravilloso círculo virtuoso que me brinda grandes alegrías y satisfacciones. De nuevo, si bien es uno de los número de la ecuación, no se relaciona solo con el dinero.

5.- Obsesión por pasar a la acción (ejecutar). Que comienza por invertir en mí, en cultivar mi mentalidad, en rodearme de las personas adecuadas, en establecer unas metas claras y en diseñar la estrategia necesaria para alcanzarlas. En otras palabras, mi propio método.

Si de algo en la vida puedo estar seguro al 100 % es de que solo si pasas a la acción, solo si lo utilizas (pruebas, erras, corriges, pruebas de nuevo) tiene sentido y valor lo que al vida te da. Si no tomas acción, créeme, es peor que si no hubieras aprendido, y la vida te lo cobra.

Moraleja: puedes ser tan exitoso como te lo propongas. Depende de ti, exclusivamente. Lo demás, todo lo demás, son meras excusas que en algún momento de tu vida lamentarás. Y algo más: el éxito, sea cual fuere la idea que tengas de él, es tanto un aprendizaje como una construcción propia que avanza, se nutre, se enriquece, con lo que haces cada día…


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