Me tropecé con esa frase en internet y, lo confieso, ¡me atrapó! “El gran error de la medicina moderna es tratar los síntomas y no indagar las causas de la enfermedad”. Como quizás lo sabes, no soy médico, sino sicólogo clínico, pero a lo largo de mi vida he padecido enfermedades, algunas graves, que me obligaron no solo a cambiar mis hábitos, sino también a aprender de ellas.

Aprendí, por ejemplo, que lo más saludable para cualquier ser humano es estar enterado de cuál es la enfermedad que padece, cómo se originó, cuáles son sus síntomas y, por supuesto, cuál es la solución. No se trata solo de ir al médico a que te recete unos medicamentos que casi seguro no te darán el resultado esperado y, lo peor, te generarán una dependencia que, ironía, ¡no es saludable!

Otra de mis características que seguramente conoces es aquella de estar en modo marketing todo el tiempo. La verdad, ¡no puedo evitarlo! Cuando voy al supermercado, al parque de diversiones, al banco, a un restaurante o al médico estoy en modo marketing, es decir, veo y analizo, observo y trato de hallar similitudes, mensajes ocultos que me den la oportunidad de aprender algo.

Observo y pregunto, analizo e investigo, interpreto. Y aprendo, casi siempre aprendo. Esta es una habilidad que he desarrollado a lo largo del tiempo y que me permite ver y descubrir información allí donde muchos otros, la mayoría, no ven ni escuchan nada. Es un tema de método y paciencia, fundamentalmente, dos valiosas virtudes que, quizás lo sabes, no abundan (más bien, escasean).

Hace unos años, cuando me preparaba para subirme a un avión camino de Colombia, donde iba a ser el anfitrión de un evento presencial en el que me esperan 450 personas (y algunas más vía streaming), sufrí un preinfarto. El corazón me pasaba factura a mis hábitos de ser sedentario y, en especial, de fumar. Por fortuna, fue algo así como una tarjeta amarilla, solo una advertencia.

Y un gran susto, por supuesto. El médico me autorizó viajar a Bogotá, celebré mi evento con singular éxito y regresé a casa. A cuidarme y a informarme acerca de cuáles eran los hábitos que necesitaba desaprender y aquellos que debía adquirir. Le formulé mil y una preguntas al médico, investigué y comencé una nueva vida: dejé de fumar y cambié la alimentación que consumía.

Después, me diagnosticaron diabetes, un enemigo silencioso y muy peligroso. Y es en este punto en el que aquella frase que me encontré en internet aparece en la historia: “El gran error de la medicina moderna es tratar los síntomas y no indagar por las causas de la enfermedad”. Como es habitual en estos casos, me recetaron una gran variedad de medicamentos y muchos “no puede…”.

¿Qué hice? Soy terco, no lo olvides, así que elegí un camino distinto. Solo pregunté, investigué, probé e implemente. En otras palabras, creé un sistema efectivo que, con el tiempo, no solo me dio la oportunidad de mejorar ostensiblemente mi salud, sino que desvirtué el diagnóstico del que había sido objeto. Honestamente, tengo serias dudas acerca de si alguna vez padecí diabetes.

Lo importante es que hoy mi salud está muy bien, cambié mi estilo de vida y, sobre todo, gracias a mi modo marketingaprendí grandes lecciones de estos episodios. Lo que más me llamó la atención en este proceso fue la actitud de los médicos: les preocupaba más lo que me habían recetado, es decir, los síntomas, que indagar por las causas que, eventualmente, generaron la enfermedad.

Los síntomas eran evidentes y no tenía que ser el mejor médico del mundo para descubrirlos. Repito: ¡eran evidentes! Y tanto el origen del problema como la solución estaba en los malos hábitos que había adquirido a lo largo de la vida, mi estilo sedentario, mi preferencia por las comidas grasosas y picantes, por los dulces. Y claro, también, el bendito cigarrillo, mi examigo.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que la gran mayoría de los pacientes opta por la salida fácil: tomar medicamentos en vez de cambiar hábitos, hacer lo que dice el médico sin preguntarse si, quizás, hay otro camino. Una pastilla, que casi nunca es la solución, es más llevadera que el trabajo que significa adquirir un nuevo estilo de vida. Así, entonces, médico y paciente felices.

Yo elegí otro camino: cambié hábitos, desaprendí, le enseñé a mi cuerpo que había opciones, incorporé rutinas sanas y… ¡voila! La enfermedad desapareció (si, en realidad, una vez estuvo allí). Sin medicamentos, sin privaciones, sin mortificarme o sentirme culpable: solo un drástico cambio de rutina y, como mencioné, la creación de un sistema efectivo, sostenible, medible, replicable.


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Cuando se prendan las alertas por la salud de tu negocio, no te quedes en lo superficial: ¡ve al fondo!


Hoy, dentro de lo posible, tengo el control de mi salud. Es decir, en cualquier momento me puedo enfermar, pero lo que me interesa es no ser yo mismo el detonante de lo que me cause problemas o, peor, acabe con mi vida. Me enfoqué en las causas, hice caso omiso de los síntomas (ya habían cumplido su cometido, llamar mi atención) y me preocupé por crear una solución definitiva.

Y lo logré, gracias a Dios lo logré. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que tú también puedes lograrlo y no me refiero solo al tema de salud, sino a los negocios, al marketing. Cualquier empresa, marca o profesional independiente pasa por etapas en las que su negocio se enferma. Es normal, parte del proceso, pero en muchos casos la medicina resulta peor que la enfermedad.

¿Eso qué significa? Que eligen la salida fácil (tomar medicamentos), en vez de ir al fondo, descubrir el origen de la enfermedad y atacarlo de frente, exterminarlo de raíz (cambio de hábitos). Esos medicamentos son, por ejemplo, seguir las tendencias del mercado (más de lo mismo) o al gurú de moda; hacer copy + paste de las estrategias de otros o lanzarse a publicar contenido sin ton ni son.

Cada vez que alguien se acerca a mí en procura de ayuda, lo invito a desandar sus pasos y regresar a lo básico, a los fundamentos del marketing. ¿Sabes cuáles son? Las 3M del marketing: mensaje, mercado y medio. En el 99,99 por ciento de los casos, los problemas que enfrenta un negocio, de cualquier industria o tamaño, dentro o fuera de internet, se dan porque al menos uno de estos pilares falla.

Sin embargo, por norma general, tristemente, esos empresarios, emprendedores o profesionales independientes toman el atajo: buscan la salida fácil y rápida, sin darse cuenta de que entran a un peligroso y traicionero laberinto del cual, a veces, no consiguen salir. Creen que pueden curar un agresivo cáncer con pañitos de agua tibia, por decirlo de una manera gráfica. ¡Y eso es imposible!

En marketing, los síntomas que debes monitorear permanentemente son:

1.- Atracción: ¿qué haces para ser visible, distinto y atractivo para el mercado?

2.- Prospección: ¿qué estrategias utilizas para conseguir nuevos (y buenos) prospectos?

3.- Nutrición: ¿informas, educas e inspiras a esos prospectos para que te elijan?

4.- Conversión: ¿conoces los números de prospectos que a la postre se convierten en clientes?

5.- Fidelización: ¿cuál es tu estrategia para que esos clientes te compren otra vez, y otra?

Si no nutres tu lista de contactos (base de datos de clientes), si no la depuras, si no nutres a esos nuevos prospectos y fidelizas a los clientes actuales, tarde o temprano tendrás que lidiar con una enfermedad terminal. Y créeme que no habrá muchos médicos capaces para ayudarte, por lo que el desenlace fatal de tu negocio, empresa o emprendimiento será irreversible. ¡Esa es la realidad!

En la juventud, todos nos sentimos invencibles, superpoderosos. Sin embargo, la vida nos enseña que somos vulnerables, nos alerta sobre los malos hábitos y, de distintas formas, nos invita a dejar atrás esos comportamientos autodestructivos. El problema es que la mayoría de las veces no la escuchamos, no le prestamos atención y, lo peor, creemos que basta con tomar las medicinas.

Por mi temperamento, soy una persona de decisiones drásticas, firmes, y de soluciones definitivas. No me gustan los pañitos de agua tibia porque solo contribuyen a ocultar el mal temporalmente, antes de que se manifiesta con consecuencias difíciles de lidiar. Es una actitud que pongo en práctica tanto en la vida como en los negocios y, créeme, me brinda muy buenos resultados.

Lo hice, por ejemplo, cuando aquella naciente y misteriosa tecnología de internet llamó mi atención en 1998: dejé la vida que tenía (trabajo, familia, amigos y demás) y me vine a los EE. UU. a aprender. Llevo más de 25 años y, a pesar de que no fue fácil asumir las consecuencias de esa determinación, no existe el menor ápice de arrepentimiento. ¡Lo volvería a hacer una y otra vez!

Lo hice, más adelante, cuando el cuerpo prendió la alarmas y me indicó que la salud se deterioraba y me exigía un cambio drástico. Lo hice y tampoco hay arrepentimiento alguno. Más bien, le doy gracias a la vida por haberme dado una oportunidad más, en especial, la oportunidad de ver crecer a mis hijas y acompañarlas en ese apasionante proceso de convertirse en personas de bien.

Moraleja: el mejor consejo que puedo brindarte es que cuides la salud de tu empresa, negocio, emprendimiento o actividad profesional. No hagas caso omiso de los síntomas y, cuando los detectes, ataca el problema de raíz. Las medicinas y los pañitos de agua tibia no te servirán. Y cuando vayas al médico, no olvides que tú tienes el control de tu vida: tú tomas las decisiones.

“El gran error de la medicina moderna es tratar los síntomas y no indagar las causas de la enfermedad”. Si los resultados no se dan, indaga, pregunta, investiga, ve hasta el fondo. Es posible que encuentres algo que no te guste, pero si logras contrarrestarlo, cortarle el vuelo, puedes estar seguro de que lo agradecerás. Y no olvides activar y poner en práctica el modo marketing.


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