“Por cada esfuerzo disciplinado, siempre hay múltiples recompensas” o “La disciplina es el puente entre las metas y el logro”. No sé cuál de estas dos frases te guste más o encaje más contigo, pero a mí las dos me parecen geniales. Nos las regaló Jim Rohn, el famoso autor, emprendedor y conferencista estadounidense, un gurú de los temas de desarrollo personal.

Ahora, es posible que ninguna te satisfaga, así que probemos con la siguiente: “La disciplina es el mejor amigo del hombre, porque ella te lleva a realizar los anhelos más profundos de tu corazón”. ¿Quién la dijo? La Madre Teresa de Calcuta. El mensaje que quiero transmitirte es que sin disciplina pierdes el control de tu vida y te conviertes en un barco a la deriva.

Y, claro, supongo que ya sabes qué pasa con los barcos a la deriva: la mayoría, casi todos, son atrapados por la tormenta y se hunden. Lo que, tristemente, les sucede a muchas personas en la vida o, para ser más específicos, en los negocios. Carecen de disciplina y cuando comienzan a andar en esta apasionante y riesgosa aventura, pierden el control y terminan hundidos.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que, como en los casos del éxito o de la felicidad, es prácticamente imposible coincidir en una definición. Es decir, cada uno tiene una idea distinta de lo que significa este concepto y, para colmo, el diccionario no nos ayuda a avanzar. Nos dice que es “Doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral” o “Arte, facultad o ciencia”.

Cuando me enfrento a esta dificultad, casi siempre recurro a la Psicología, que a veces nos brinda mejores resultados. Este es uno de ellos: “Disciplina es el conjunto de estrategias de autorregulación emocional y comportamental que, al ser aplicadas, nos permiten alcanzar metas ambiciosas al distribuir el tiempo en una cadena de acciones que permiten multiplicar los resultados”.

Mejor, ¿cierto? Fíjate que nos deja varios mensajes poderosos. Primero, es un conjunto de estrategias y, también, de herramientas con un propósito claro: la autorregulación emocional y comportamental. Por eso, justamente, todos pensamos distinto de la disciplina: porque cada uno la regula a su conveniencia, en función de sus metas y, también, de sus posibilidades.

Segundo, nos enseña que deben ser “aplicadas”, es decir, no se pueden quedar en letra muerta, hay que llevarlas a la vida real para que nos sirvan. Y, por último, lo que a mi juicio es más importante, aquello en lo que debemos centrarnos: “distribuir el tiempo en una cadena de acciones que permiten multiplicar los resultados”. Pasar a la acción, esa es la clave.

Ser disciplinado implica tener la vista puesta en el largo plazo y mantenerte enfocado en un proyecto en el que el trabajo y el aprendizaje se retroalimentan, te brindan resultados a corto plazo, pero también te generan un efecto acumulativo. Para aprovechar al máximo esta habilidad, es clave no perder la inercia, mantener la constancia, tener tranquilidad y paciencia.

De otro modo, si caes en la tentación de acelerar el proceso, saltas un paso o tomas un atajo, buena parte de esos progresos se perderán en pocos días. Este es el precio que se debe pagar para que ese sistema funcione como un relojito. La magia está en ese proceso acumulativo que nos permite acercarnos al objetivo de manera constante, optimizando el uso del tiempo.

Se trata de un motor que nos puede ayudar a lograr un mejor rendimiento diariamente y a dar lo mejor de nosotros mismos en cualquier tarea que desempeñamos. Además, realizarla con orden, diligencia, constancia y compromiso. Solo así es posible obtener los grandes resultados que ansías; de otra forma, deberás conformarte con resultados convencionales o mediocres.

Ahora, esa maravilla de herramienta, esa habilidad poderosa, ¿para qué sirve?

1.- Nos ayuda a mejorar el rendimiento. La productividad, o mejor dicho, la falta de ella, es uno de los más grandes obstáculos a los que nos enfrentamos empresas, negocios y, por supuesto, seres humanos. Convertir la disciplina en un hábito nos permitirá alcanzar las metas, por un lado, y superarnos constantemente, por otro. Beneficios constantes a largo plazo.

2.- Nos permite optimizar recursos. Sin disciplina, tendemos a distraernos, a desviarnos del rumbo, y esto se traduce en el desperdicio de los principales recursos que poseemos: uno de ellos, el tiempo, el único activo irrecuperable. Así mismo, reduce el estrés, el agotamiento (físico y mental), al mantenernos enfocados en el objetivo que perseguimos. Es una aliada.

3.- Aprendemos de los errores. Algo que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso, entre lograr las metas y no hacerlo, ¿lo sabías? Una adecuada planificación y la visión a largo plazo nos permiten superar los errores y, lo mejor, aprender la lección que esas situaciones incorporan. Gracias a la disciplina, entendemos que el error es tan solo una parte del proceso.

4.- Facilita un estilo de vida saludable. Que, seguro lo sabes, cada vez es más importante en el mundo actual. Tener un estilo de vida disciplinado no solo significa ir al gimnasio o comer saludable, sino también, descansar lo adecuado, dedicar tiempo para ti, leer, hacerlo que te gusta y, en fin, disfrutar la vida. Así mismo, incluye invertir en ti, en tu conocimiento.

5.- Facilita la organización. Que, si me permites decirlo, es la clave del éxito o, de otra forma, la diferencia entre el éxito y el fracaso. La disciplina va de la mano con otras habilidades como saber tomar decisiones, saber delegar, saber priorizar y, en especial, saber decir no. Ser más organizado te brindará a largo plazo una ventaja competitiva que se traducirá en grandes beneficios.

En tanto es un hábito, es decir, un comportamiento adquirido, tener o no disciplina es una decisión. En principio, somos disciplinados por lo que nos enseñan en la niñez y, en especial, por el ejemplo que recibimos de nuestro entorno cercano (familiares, amigos, colegio). Ya en la adolescencia, y por el resto de la vida, sin embargo, se transforma en una elección propia.


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La disciplina es una habilidad que te ayuda a elegir lo que es más conveniente para ti.


A continuación, te ofrezco algunos consejos que me ayudaron a ser más disciplinado:

1.- Define qué área debes mejorar. Fijar un objetivo preciso, medible y alcanzable es el primer paso para mejorar. Recuerda: “el que mucho abarca, poco aprieta”. Enfócate en lo prioritario, haz lo que sea necesario y, un vez logres el resultado anhelado, puedas seguir con otro. Algo sencillo quete ayuda es escribirlo en un papel, con detalles, para que no te desvíes

2.- Autoconocimiento, la clave. Necesitas saber, con exactitud, cuáles son tus fortalezas y tus debilidades. Así mismo, podrás conocer cuáles son esas áreas prioritarias que requieren tu atención y, en consecuencia, buscar y hallar la solución adecuada. Despójate del miedo de sentirte vulnerable, porque nadie, absolutamente nadie, es perfecto. ¡No eres perfecto!

3.- Enfócate y evita distracciones. Que abundan por doquier en el mundo modernos al punto que llegan a agobiarnos. Disciplina y distracciones son como el agua y el aceite: no combinan. Bloquea, al menos temporalmente, aquellas que te impidan ejecutar la tarea prevista o que te roban la atención. Recuerda: en la vida, hay un momento indicado para cada actividad

4.- Crea un plan de acción. Lo mencioné antes y lo repito: si la disciplina se queda en el papel, en lo teórico, de nada te servirá. Debes tomar acción para que algo suceda. Ten cuidado en que ese plan sea realizable, medible y susceptible de mejorar o reformular. Divide tus acciones en pasos cortos, metas día a día, que puedas cumplir y te sirvan de motivación para seguir.

5.- Sistematiza. Ten en cuenta que nada, absolutamente nada buen en la vida, se da de la noche a la mañana: se requiere un proceso, un tiempo y, algo muy importante: prueba y error. Me gustaría decirte que hay otra fórmula, pero no es así. Prueba, valida, corrige y repite tantas veces como sea necesario. Cuando estés seguro de que funciona, sistematiza y repite.

6.- Sé paciente y tolerante. La habilidad de la disciplina no produce magia, así que no esperes resultados inmediatos o, de otra forma, un proceso expedito. Cometerás errores, caerás en las tentaciones, tropezarás y luego te sacudirás la tierra y seguirás adelante. De eso se trata la vida: no te atormentes. La disciplina, ¿lo sabías?, se potencia con paciencia y tolerancia.

7.- No te olvides de vivir. Aun cuando ames lo que haces, te encante tu trabajo y lo disfrutes mucho, no pases por alto que la vida no termina en el ámbito laboral. Lleva esa disciplina a otras facetas de tu vida como el deporte, el arte, la lectura, la cocina o cualquier pasatiempo que te brinde paz interior y tranquilidad. Es una recarga que, créeme, vas a necesitar.

Un último consejo: ¡recompénsate! No solo por los grandes logros que obtengas, sino por las metas intermedias y, también, por los pequeños avances. Todos son importantes y valiosos dentro de tu proceso, y no es bueno que los dejes pasar inadvertidos. Prémiate de la forma que te permita entender que vas por buen camino y, además, te sirva fortalecer la confianza y seguir adelante.


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