El teletrabajo (home work) fue el gran descubrimiento de la pandemia. Una alternativa que, en medio de la improvisación, de la incomodidad y de la incertidumbre apareció como un oportuno salvavidas. Sin esa opción, no solo muchas personas habrían perdido su trabajo, sino que los problema de salud mental, uno de los daños colaterales de este período, habrían sido peores.

Honestamente, cuando se produjo tal explosión me causó sorpresa. ¿Por qué? Porque es una modalidad que implementé, de manera inconsciente, hace 25 años. Y, por supuesto, no soy el único: en Estados Unidos y en muchos países de Europa es un fenómeno de vieja data. Ahora, si eres un emprendedor que vende un producto o servicio por internet, el teletrabajo es un aliado.

Recuerdo cuando, hace muchos años, recibí en mi casa la visita de Phil Alfaro, uno de mis primeros clientes. Había viajado a La Florida y aprovechó para saludarme y conocerme en persona, dado que nuestra relación siempre había sido por internet. Desde el primer momento, me manifestó su ansiedad por conocer las instalaciones de “esa gran empresa que es Mercadeo Global”, me dijo.

“Claro, con mucho gusto”, le respondí. “Antes, sin embargo, te invito a un café”, le dije invitándolo a pasar a la sala de mi casa. Conversamos durante un buen rato, entre risas y anécdotas, hasta que llegó el momento esperado: “Ven, acompáñame a mi oficina, te voy a presentar mi empresa”. Al escuchar estas palabras, se paró de su silla como si tuviera un resorte y, emocionado, me siguió.

Él pensaba que íbamos a salir, tomar el auto y dirigirnos a algún lugar externo. Oh, sorpresa, cuando subimos al segundo piso, abrí una puerta y le dije: “Ahí está: te presento Mercadeo Global”. Esa era mi oficina, con todos mis equipos y herramientas. Te confieso que no pude contener la risa cuando vi la cara de Phil, sorprendido y maravillado. Estaba estupefacto.

“¡No lo puedo creer, Álvaro!”, me dijo. “¿Esta es TODA la empresa? ¿Y el resto de los empleados? ¿Dónde están las personas que producen tanto contenido, que te ayudan en los eventos?”, me preguntó sorprendido. Volvimos a la sala y, más tranquilos, pude explicarle que trabajaba allí desde hacía años y que las personas que me colaboraban estaban en sus casas, en otros países.

Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que hoy, tantos años después, sigue igual. Una habitación de mi casa es mi oficina, la sede central de Mercadeo Global. Desde allí trabajo apalancado tanto en internet como en las poderosas herramientas que la tecnología nos brinda. Y más del 90 % de mis colegas emprendedores hacen lo mismo, más allá de que algunos trabajan con equipos grandes.

Hoy, esa revolución del teletrabajo nos ha mostrado todas sus caras: la positiva y las negativas. Y la verdad es que son más las personas que sucumbieron en el intento que aquellas que salieron bien libradas. Y son muchas las empresas que convocaron a sus empleados de nuevo a las oficinas, más allá de que algunas implementaron el modelo híbrido, con presencia física y teletrabajo.

Lo primero que te puedo decir como emprendedor es que trabajar en casa NO es fácil. No lo es si vives solo, no lo es si tienes familia. No lo es si tus hijos son pequeños, no lo es si son adolescentes (como las mías). El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que no hay fórmulas mágicas o libretos perfectos que puedas seguir paso a paso y tener éxito. Es, sobre todo, una construcción personal.

En otras palabras, no puedes hacer copy + paste de mi modelo, porque este fue creado a partir de mis posibilidades y, en especial, de mis necesidades. Habrá algunas cosas que te sirvan y otras que no (quizás, hasta te perjudiquen). Ni del mío ni del de ninguna otra persona. Y esa, sin duda, es una de las grandes dificultades a la hora de implementar el teletrabajo: se hace camino al andar.

Otro inconveniente, por desgracia muy común, es que muchas personas comienzan felices esta aventura del teletrabajo y al poco tiempo están exhaustas, agotadas mental y físicamente. Y con el negocio (o trabajo) en crisis, venido a pique, al borde del colapso. ¿Por qué? Porque se convierten en su propio jefe tóxico, en una prolífica fuente de estrés, ansiedad, miedos y equivocaciones.

¿Te ha sucedido? Si la respuesta es un sí (aunque tímido), no te preocupes. No estás solo y, además, es un problema que tiene solución. Por fortuna. Y, te lo confieso, a todos, sin excepción, nos sucedió alguna vez (o todavía nos sucede de cuando en cuando). Porque somos humanos, nos dejamos llevar por las emociones, por el frenesí de la rutina, por la histeria del mercado, en fin…


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Volverte multitarea es uno de los riesgos de trabajar en casa. ¡No te lo recomiendo!


Ahora, los riesgos están a tu alrededor y es bueno identificarlos y combatirlos. Veamos:

1.- Te vuelves trabajadicto.
Es decir, pasas horas y horas en tu sitio de trabajo, sin cesar, sin descanso. Acaso te tomas una rápida pausa para ir al baño. Y así todos los días, todas las semanas, hasta que te ¡quemas! De pronto, tu productividad cae en picada, tus resultados pasan a números rojos y tu cuerpo y mente piden a gritos un respiro. Tienes que crear una rutina de trabajo sin perjudicar tu salud, tu vida.

2.- Te vuelves procrastinador.
Adquirir este hábito es más fácil de lo que crees, en especial cuando trabajas en casa. ¿Por qué? Porque son múltiples y constantes las distracciones, porque crees que tienes todo el tiempo del mundo ya que no te trasladas a la oficina. Y, claro, porque tentaciones como la televisión, los ruidos de la calle, tus mascotas, acaso tus hijos, la cama… Es muy fácil desaprovechar el tiempo.

3.- Te sobrecargas de trabajo.
Una variante del trabajadicto. Asumes más responsabilidades de las que puedes resolver de manera efectiva, te vuelves multitasking y las tareas se van acumulando sin que puedas evitarlo. Al final de la jornada, agotado, no sabes cómo resolver este problema que, a medida que pasan los días, se complica más y más. Y también se te olvida imponerles límites a tus clientes.

4.- Te vence el agotamiento.
El físico y el mental, que se traducen en el laboral (baja productividad). Un círculo vicioso del cual es difícil salir, en especial si eres de los que piensan que todo está “bajo control”. Por si no lo sabías, hay múltiples estudios según los cuales las personas que trabajan por cuenta propia tienen más probabilidades de agotarse que los empleados tradicionales. Es una realidad palpable.

Bueno, pero te había mencionado que hay solución. Veamos algunas alternativas:

1.- Priorizar.
No puedes hacerlo todo y, menos, hacerlo todo al mismo tiempo. Necesitas aprender a priorizar tus tareas, saber cuáles en realidad debes evacuar pronto y cuáles dan espera o puedes delegar. Fíjate no más de 2-3 tareas cada día y establece horarios límites para completarlas. Organízate de modo que en tu día puedas incluir tiempo para comer, descansar o realizar otras labores.

2.- Delegar.
Para algunos es un arte, aunque en realidad se trata de un hábito o, si quieres, una habilidad que cualquiera (incluido tú) puede desarrollar. Confía en personas idóneas, con comprobada capacidad y profesionalismo. Delega tareas manuales, rutinarias, aquellas que a ti te demanden más tiempo del que estás dispuesto a invertir y enfócate en las que determinan el destino de tu negocio.

3.- Decir NO.
Así, en mayúsculas. Aprende a decir no a las personas a las que no puedas ayudar, a las que no se dejan ayudar, a las que no están listas para que las ayudes y, sobre todo, a las tóxicas que solo te darán molestias. Marca límites, respétalos y haz que los respeten. Establece también que estás dispuesto a hacer y qué no, que aceptas negociar y qué no. Este es un filtro indispensable.

4.- Usa la tecnología.
Sin llegar a depender de ella, porque ese es un extremo vicioso. Hay mil y una herramientas, aplicaciones o webs que realizan de manera efectiva tareas que consumen tiempo. ¿Cuáles? Transcripciones (texto, audio, video), traducciones, convertir texto en audio y otras más que son habituales. Algunas son gratuitas y otras, muy buenas, de pago: no escatimes en estos gastos.

5.- Vive (no todo es trabajo).
No, la vida no es solo trabajar, no es solo ganar dinero, no es solo viajar, no es solo estar con los amigos. Es todo esto y un poco más. Descansar, comer bien, hacer deporte, jugar con tus hijos y con tus mascotas, salir con los amigos, pasar tiempo solo, leer o lo que te dé paz, tranquilidad y te alimente la mente y el espíritu. Conecta con tu interior y recarga energías, ¡disfruta la vida!

Amo lo que hago y, en especial, como lo hago. Trabajar en casa me permite pasar tiempo de calidad con mis hijas, estar pendiente de ellas y ser testigo de su crecimiento, de su desarrollo. Ese es un privilegio que no tengo cómo pagarle a la vida. No es fácil, pero como todo lo difícil de la vida te ofrece invaluables recompensas y te exige un precio que una y otra vez estaría dispuesto a pagar.


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