A medida que descubro la conexión poderosa que existe entre deporte y marketing, me involucro en ese tema que, hasta ahora, para mí era invisible. Unas cuantas notas que he publicado recientemente me dieron argumentos irrefutables para entender que son mundos diferentes, pero a la vez similares, y que a mis clientes, a ti, te interesan.

En mi equipo de trabajo hay varios futboleros que conocen historias que, cuando me las cuentan, me parecen extraídas de fábulas. ¡Son apasionantes! Esta vez, para demostrarte que los más connotados de la industria no están exentos del error, te voy a hablar de Roberto Baggio, que enriquece la serie de pronósticos que salieron al revés, y viceversa.

Baggio es uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos y también una de las figuras internacionales que no pudo alzar la Copa Mundo. Dos veces le resultó esquiva. En 1990, cuando el Mundial se realizó en su país, tuvo que conformarse con el tercer puesto, después de que la Argentina de Diego Maradona la eliminara en las semifinales.

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La jugada que condenó a Baggio: el balón va rumbo a las nubes, en la final del Mundial-1994.

Fue en una definición con tiros desde el punto penalti, una instancia que no entiendo bien, pero que me parece apasionante. Argentina ganó 4-3 con el arquero Sergio Goycochea como protagonista y Baggio anotó el suyo. Cuatro años, más tarde, sin embargo, el ídolo de Juventus de Turín hizo los méritos para incluir su nombre en esta serie de errores famosos.

En el Mundial de Estados Unidos-1994, Italia llegó a la final en Los Ángeles y se encontró con Brasil, que regresaba a ese duelo después de 24 años. Igualaron sin goles y otra vez a los penaltis. Luego de que sus compañeros Franco Baressi y Daniele Massaro erraran sus disparos, a Baggio le correspondió el último se la serie, el definitivo.

Acertaba o Brasil celebraba el pentacampeonato orbital. Lamentablemente, lo envió por encima del arco y se desató un carnaval que no solo tuvo epicentro en Río de Janeiro. Baggio, al que en su país tildaban de jugador perfecto, se equivocó. Después ganó dos títulos en su país, uno con Juventus y otro con Milán, y los hinchas lo perdonaron.

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Baggio, desconsolado tra su fallo, mientras los jugadores de Brasil corren a celebrar.

La lección es clara: el peor error no es el final de tu camino. Siempre hay nuevas oportunidades, otras opciones. Me cuentan que lo que le sirvió a Baggio para superar ese duro momento fue su entereza profesional, su integridad. Sufrió, hizo el duelo por la derrota, se renovó y continuó el camino. Así es la vida, así es el fútbol, así son los negocios.

A comienzos de los años 60, yo todavía no había nacido, pero ocurrió una historia que involucra a unos personajes que, por supuesto, formaron parte de mi adolescencia: The Beatles. Sí, el famoso cuarteto inglés, el de Paul McCartney y John Lennon, una de las bandas más famosas de la historia de la música, un ícono que aún sigue vigente.

Con su música a otra parte

En noviembre de 1961, después de escucharlos en el Cavern Club, de Liverpool, Brian Epstein, propietario de una tienda de discos y columnista de música de un diario, los llevó a la compañía discográfica Decca Studios, para una audición. Estaba completamente seguro de que iban a impactar a los productores, y que sería el inicio de su ascenso.

Sin embargo, después de que pasaron todo ese primero de enero de 1962 metidos en el estudio grabando 15 temas, la respuesta que recibieron fue negativa. Increíblemente, les dijeron que “los grupos de guitarra están en pleno declive”. Fue un duro golpe, sin duda, pero el cuarteto nunca dudó de sus posibilidades y continuó la marcha hacia el éxito.

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El famoso cuarteto de Liverpool. Marcó una época, hizo historia, dejó una huella imborrable.

A mediados de 1962, Epstein logró que George Martin, productor del sello Parlaphone, subsidiaria de EMI Records, les diera una oportunidad. Grabaron cuatro temas y esta vez tampoco convencieron. Martin le sugirió a Epstein que cambiara a Pete Best, el baterista, que según él desentonaba frente al notable talento de sus compañeros.

Entonces, ingresó al grupo Ringo Star. Además, por insinuación de su manejador, adoptaron rutinas más profesionales, especialmente en el escenario, y comenzaron a recorrer la ruta al éxito. Ya no más comidas en la tarima, tampoco las maldiciones que acostumbraban lanzar y menos el cigarrillo. Se adaptaron y el público los aceptó con agrado.

Enfocados en su objetivo de conseguir la aprobación de los fans y de los especialistas, en 1963 grabaron Please Please Me, un disco con diez temas que incluía cuatro que ya habían sido lanzados como sencillos. A partir de ese momento, se transformaron en un fenómeno musical, popular, de ventas y en íconos inolvidables. The Beatles, los reyes del rock.

Esta historia sirve para resaltar que el éxito no se da de la noche a la mañana, y que es posible que antes debas enfrentar mil y una dificultades. Además, tendrás que luchar contra aquellos que dudan de ti, de tu talento, de tu producto, y te incitan a abandonar. The Beatles nunca tiró la toalla y, más bien, buscó la forma de mejorar para ganar.

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Tras escuchar a ‘The Beatles’, es difícil imagina por qué les costó tanto llegar al éxito.

Cambiaron sus hábitos en el escenario, dejaron el vestuario informal y con sus canciones encantaron al público. Aunque estuvieron unidos menos de una década, su legado es inmortal. En 2010, el canal de televisión especializado en música VH1 los ubicó en el número uno de la lista de ‘100 artistas más grandes de todos los tiempos”.

Roberto Baggio y The Beatles son dos fabulosos ejemplos de cómo los pronósticos no siempre se cumplen. Al italiano le dijeron que estaba acabado después del suceso en EE.UU—1994, pero fue justamente cuando comenzó lo mejor de su trayectoria. Al cuarteto de Liverpool lo rechazaron dos veces antes de convertirse en leyendas.

Si alguien te critica y te dice que no vas a triunfar, agradécele su opinión y vete a trabajar más duro, con más convicción. Recuerda: el único obstáculo insalvable en tu ruta al éxito y a la felicidad eres tú mismo. Todos tenemos derecho a equivocarnos, y más de una vez. Sin embargo, solo los destinados a trascender nos levantamos, nos sacudimos y seguimos adelante, aprovechando el aprendizaje.