El aislamiento, la distancia preventiva y las restricciones para realizar las actividades que cada uno elige son las medidas más drásticas adoptadas en todo el mundo a raíz de la pandemia provocada por el coronavirus. Un escenario atípico, para el cual nadie estaba preparado, que además nos tomó por sorpresa y casi ni nos dio tiempo para reaccionar. Sin embargo, hay luz al final del túnel.

Depende de en qué lugar del planeta te encuentres, llevamos casi dos meses de confinamiento, con más o menos restricciones a la movilidad. Lo cierto es que, independientemente de cuál sea tu situación, lo vivido durante este período no ha sido fácil, ni agradable. Las malas noticias abundan por doquier, los medios tradicionales y digitales nos bombardean con ellas y la paciencia se agota.

Como sicólogo profesional que soy, puedo decirte que ningún ser humano está preparado para vivir en confinamiento: riñe con su esencia, con su estado natural. Nos quedamos en casa por el pánico que nos produce este implacable y destructivo enemigo invisible, que ya cobró la vida de más de 250.000 personas, con más de 3,5 millones de contagiados. Una gran tragedia, sin duda.

Sin embargo, si has estado atento al contenido de calidad que he publicado durante este período, sabrás que pienso que, a pesar de que la situación es caótica y está cargada de negativismo, siempre encierra también otro lado, el positivo. En este caso, se trata de un informe elaborado por la consultora Ipsos, en China, el país donde se originó el coronavirus a finales del año pasado.

Más que el confinamiento en sí, lo que a la mayoría de las personas les ha resultado difícil es lidiar con las emociones, saber gestionar los variables estados de ánimo que se producen en el encierro, por culpa del encierro. ¿Por qué es importante este tema para un emprendedor? Porque tus resultados dependerán de tus acciones y decisiones y estas son condicionadas por tus emociones.

Se trata de una cadena que no puedes romper, ni alterar. Piensas como sientes, actúas y decides como sientes. Y dado que este momento ha demostrado que quienes ya somos parte del mundo digital les llevamos ventaja a quienes hasta ahora lo descubren es muy importante saber tomar las decisiones adecuadas, emprender las acciones requeridas. Estamos ante una oportunidad única.

Por eso, debemos aprender las lecciones que nos ofrece esta etapa difícil. En China, por ejemplo, ya se están levantando las restricciones, ya se reactivan las actividades que eran normales antes de la epidemia. Y, como en cualquier otra parte del mundo, están enfrentados a un escenario distinto, a una realidad diferente que debemos conocer y a la que debemos adaptarnos.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Volveremos a sonreír, seguro. Necesitaremos adaptarnos a la nueva realidad, pero seguro volveremos a sonreír.


Aprender a gestionar las emociones y evitar que ellas nos dominen es crucial para salir airosos del confinamiento provocado por el coronavirus. Para conseguirlo, lo primero que debes saber es en cuál de las siete fases emocionales te encuentras y así establecer una rutina saludable. Hay luz al final del túnel.


El estudio de Ipsos identificó las siete fases emocionales del confinamiento:

1.- Incredulidad
2.- Preparación
3.- Ajuste
4.- Aclimatación
5.- Resistencia
6.- Alivio
7.- Temor

Una advertencia que hay que hacer antes de avanzar es que no todos vivimos el proceso de la misma manera, como es lógico: algunos lo hacemos más rápido que otros, o nos saltamos una de las fases. Lo importante, en todo caso, es saber en qué consiste cada una de ellas y saber cómo impacta en nuestra vida, para bien o para mal, porque de allí es que surge el aprendizaje.

La fase de incredulidad se dio cuando las autoridades nos dijeron que nos teníamos que quedar en casa. Habíamos escuchado o leído sobre el coronavirus en China, pero lo veíamos muy lejano y, quizás, pensábamos “eso a mí no me va a afectar”. Sin embargo, comprobamos cómo el virus se acerca poco a poco hasta que llega a nuestra vida y nos incomoda. No creemos que sea posible.

La fase de preparación es una reacción instintiva al anuncio del confinamiento. Nos molesta que se altera la realidad, la cotidianidad a la que estábamos acostumbrados, el trabajo, y tenemos que enfocarnos en aspectos básicos de supervivencia. Nos aprovisionamos en medio del caos, del pánico, y sometidos a disponer de las pocas existencias que otros dejaron. Es toda una molestia.

La fase de ajuste es aquella en la que, a regañadientes, nos hacemos a la idea de que no hay más remedio. A través de los medios de comunicación nos damos cuenta de la gravedad de la situación y pensamos que es mejor cuidar de nosotros y de los nuestros. Tenemos que rediseñar el día a día y organizar las tareas para cumplir con todas las responsabilidades. Hay que armarse de paciencia.

La fase de aclimatación implica una aceptación de la situación. Después de unos pocos días, nos sentimos aburridos, cansados, y no terminamos de acomodarnos al nuevo ambiente. Sin embargo, empezamos a ver lo positivo y dedicamos tiempo para nosotros mismos, para lo que nos gusta y para que en condiciones normales no tenemos tiempo. Probamos alguna actividad distinta.

La fase de resistencia es por la cual estamos pasando prácticamente todos. Llevamos varias semanas encerrados, la paciencia se agota, la incertidumbre nos presiona y tememos por el futuro. Se afectan el estado de ánimo y las relaciones, comienzan las discusiones que dañan la armonía y empezamos a maldecir la situación a la que estamos sometido. Paciencia, más paciencia.

La fase de alivio se da cuando comienzan a bajar las restricciones, cuando podemos volver a realizar algunas de las actividades a las que estábamos acostumbrados. Nos damos cuenta de que hay una luz al final del túnel y eso nos alegra, aunque aún tenemos temores y somos conscientes de que es necesario aplicar las medidas de seguridad, porque el enemigo no ha sido vencido.

La fase de temor, por último, es el último estado al que nos enfrentaremos. Habrá temor por la salud en los lugares públicos, el transporte o el trabajo, y nos invadirá la duda de si podemos perder nuestra fuente de ingresos. Además, empezamos a padecer las consecuencias del descalabro de la economía y nos surgen nuevas preocupaciones. Nos sentimos frustrados.


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Tenemos que aprender a gestionar las emociones en el encierro, para que no nos hagan daño.


Además, a través de la empatía que hemos desarrollado durante el encierro, nos preocupan las personas más débiles y vulnerables, aquellas que durante este período se han expuesto al virus o que no tienen los recursos para cuidar de sí mismos y de los suyos. El miedo, lo repito, será una compañía que tendremos que acostumbrarnos porque estará con nosotros un largo tiempo.

Otro punto positivo destacado por el estudio de Ipsos es relacionarnos con familiares, amigos y conocidos a través de internet. Dado que no podemos salir, que no podemos visitarlos o recibirlos en casa, es importante esta interacción. Los expertos indican que este tipo de contacto es vital para nuestro estado de ánimo y nos ayudan a alejar de nuestra mente los pensamientos negativos.

Por supuesto, no funciona igual para todos. Para algunos, para los más extrovertidos, estas interacciones virtuales quizás no sean suficientes, porque son personas que necesitan el contacto físico con otros, que requieren la cercanía real. Pero, claro, son circunstancias extraordinarias a las que todos debemos adaptarnos de una u otra forma, porque la realidad de antes quizás no vuelva.

De acuerdo con el interesante informe de Ipsos, si nos mantenemos demasiado tiempo en lo que denomina “mentalidad de prevención”, nos vamos a agotar. Tenemos que superar esa etapa y transitar hacia otra en la que, dentro de las medidas pertinentes de seguridad, volvamos a ser las mismas personas que éramos antes. En otras palabras, la nueva realidad dependerá de cada uno.

Una de las fórmulas que los expertos proponen, haciendo énfasis en que no hay fórmulas exactas o libretos perfectos, es mantener la comunicación. Sí, aunque estemos encerrados, es importante no sentirnos aislados. Así, entonces, es conveniente comunicarnos con aquellas personas que son valiosas en nuestra vida, con las que solíamos pasar tiempo antes del confinamiento.

La intención es no caer en la tentación de dejarnos llevar por los hábitos adquiridos en el encierro, que son una respuesta de emergencia, pero que no pueden convertiste en estándar de vida. En ese sentido, es conveniente establecer rutinas fijas para determinadas tareas, horarios para las comidas, para el ejercicio, para el descanso, para el trabajo, para conversar con nuestro entorno.

Si, por ejemplo, notas que tienes comportamientos poco habituales como ser irritable o haber perdido la motivación por tu trabajo, esos pueden ser síntomas de que el encierro te afecta más de lo saludable. Es tiempo, entonces, de reaccionar, de tomar las riendas de tu vida, de ser consciente de tus actos y llevar tu vida por el camino que deseas, por uno saludable.

Por último, los expertos indican que, si llegas a la conclusión que el confinamiento te afecta de más, no pierdas el tiempo y acudas a un especialista que pueda brindarte ayuda profesional. Recuerda que hay luz al final del túnel y que, por más difícil que resulte el camino, tú tienes el poder para mantener el control de tu vida y gestionar tus emociones. Solo así vencerás al coronavirus.