¿Te subirías a un avión cuyo piloto no tiene plan de vuelo, no sabe para dónde va? ¿Te arriesgarías a volar por el tiempo que dure el combustible para luego quedar a la deriva? ¿Te someterías a que el piloto aterrizara en un lugar de su antojo, así fuera un paraje inhóspito, lleno de fieras hambrientas al acecho de todo aquello que se mueva?

Supongo que no, y honestamente yo tampoco lo haría. Seguramente, nadie con dos dedos de frente, en sus cabales, en sano juicio, lo haría. Y es normal: al ser humano le gusta saber qué va a pasar, por eso dedica tanto tiempo a pensar en el futuro, en el mañana, en lo que él cree que va a suceder, sustentado en algo que ya sucedió, en el pasado.

Es algo de locos, sin duda. ¿Cuál es el problema? Que vivimos atrapados entre lo que ya fue, lo que ya no podemos cambiar, que es el pasado, y lo que no sabemos si ocurrirá, o cómo y cuándo sucederá, que es el futuro. Mientras tanto, el presente, que es lo único de lo que disponemos, nos pasa por frente a las narices y ni siquiera nos damos cuenta.

Por andar buscando explicaciones de lo que fue y adelantándonos a lo que puede ser (que quizás nunca sea), nos perdemos el ES, el hoy, el presente. Que, finalmente, es lo único que debería importarnos. Después, cuando el avión de la vida aterriza en cualquier paraje inhóspito, lleno de fieras hambrientas, nos preguntamos, ¿qué pasó?, ¿por qué a mí?

Uno de los problemas que más daño le causa al ser humano es aquel de quererlo racionalizar todo. Vale el que más dinero y posesiones tiene, es reconocido el que acredita más likes en redes sociales, es más popular el que grita y vocifera, el concepto de belleza está atado a una marca de ropa o a una imagen estereotipada… Y no es así.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

El único responsable de tu éxito (o tu fracaso) eres tú. Si fracasas, vuelve a comenzar.

Queremos ser exitosos y felices, pero fracasamos en el intento. Una y otra vez, una más, y otra. Y así se nos pasa la vida hasta que llega el día en que la muerte se ríe de nosotros y nos dice que perdimos el tiempo, todo el tiempo. ¿Por qué? Porque nos la pasamos buscando algo que no existe, y al final, solo al final, descubrimos cómo era el juego.

¿Recuerdas la pregunta que formulé al comienzo? ¿Te subirías a un avión cuyo piloto no tiene plan de vuelo, no sabe para dónde va? Convinimos que no, pero vivimos la vida como si fuera un viaje a bordo de un avión pilotado por alguien que no sabe para dónde va, que no tiene un plan de vuelo, que desconoce absolutamente su destino…

Quieres ser exitoso y feliz, todos lo queremos. Pero, ¿eso en qué consiste? ¿Bienes? ¿Dinero? ¿Vacaciones? ¿Tiempo libre con los amigos? O, más bien, ¿tranquilidad?, ¿paz interior?, ¿compartir tu conocimiento y experiencia?, ¿ayudar a transformar otras vidas? Algunos dirán que escogen el primer grupo, otros, que mejor se quedan con el segundo.


Recuerda que el único hacedor de tu éxito eres tú: con tus decisiones, con tus
acciones, con tu capacidad para aprender de los errores y para superar las
dificultades. Ah, si fracasas, vuelve a comenzar. De eso se trata la vida.


Inclusive, otros más dirán que la combinación es perfecta. Sin embargo, el problema sigue vigente: ¿cómo saber que eres feliz, que eres exitoso? Aunque no hay un libreto que nos dé instrucciones, a continuación te daré cinco claves que a mí me funcionan y que me ayudan a mantenerme enfocado, sin riesgos de que mi vida sea un avión desorientado:

1) Une pasión y vocación: aunque ganes mucho dinero, aunque seas famoso, aunque otros te admiren por lo que tienes o por lo que has logrado, jamás serás feliz y exitoso si no haces lo que en verdad amas. Esta es una realidad que no puedes cambiar. El éxito consiste, entre otras cosas, en dormir cada noche con la satisfacción del deber cumplido.

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Dedica tu tiempo a lo que te hace feliz, con quienes te hacen feliz.

La vida nos regala dos poderosas herramientas que no sabemos usar, o simplemente no las usamos: tiempo y conocimiento. Dedica tu tiempo a esas actividades que te dan placer, que te enriquecen intelectualmente, que te dan la posibilidad de compartir con otros, que te ofrecen la posibilidad de crecer espiritualmente y ser tu mejor versión.

2) Actúa ya: ¿recuerdas aquello que consigné uno párrafos antes, acerca del pasado y del futuro? Vive ya, vive hoy, porque no sabes qué pasará mañana. Vívelo intensamente, como si fuera el primer día de tu vida, también vívelo como si fuera el último. Vívelo con pasión, sin guardarte nada para una próxima ocasión, vívelo al ciento por ciento.

Ten en cuenta que cada día que pases sin actuar, sin aprender, sin ayudar, es un día que jamás recuperarás y que, además, nada bueno te aportará. Muévete, investiga, estudia, enriquécete intelectualmente y, sobre todo, actúa. El primer paso es importante, sí, pero es solo el primer paso; para avanzar, necesitas dar otro, y otro, y otro más, y uno más…

3) Persigue tus sueños: estrechamente ligado con tu pasión y tu vocación, imposibles de alcanzar si no actúas. Tener un sueño y tomar la determinación de ir por él es lo que te hace único y diferente, especial. Tus sueños son el plan de vuelo, esa ruta que evita que vueles sin destino. Tus sueños son también el combustible que vas a necesitar.

No olvides que hay sueños grandes, medianos y pequeños, y que la culminación de cada uno de ellos es un logro significativo, un momento especial, un instante de éxito. No menosprecies los pequeños, no te obsesiones con los grandes. Entiende que el camino es un proceso y que cada etapa superada es un aprendizaje que requieres para seguir.

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Disfruta el momento, el presente: eso es lo único que tienes en la vida.

4) Aprende del fracaso: ¿Sabes cuál es la principal razón por la que algunas personas nunca son exitosas? Porque dedican todo su tiempo, todo su esfuerzo, todos sus recursos, a tratar de evitar los errores, a intentar escapar del fracaso. Lo más triste, lo imaginarás, es que no consiguen el objetivo y, al final, se quedan sin el pan y sin el queso.

Del error y del fracaso obtendrás conocimiento y experiencias enriquecedores que del éxito jamás recibirás. El error está ahí justamente para eso, para enseñarnos, y lo más torpe que podemos hacer es intentar eludirlo. Superarlo, además, te brinda la fuerza, la sabiduría y las energías que requerirás más adelante, cuando de verdad haya dificultades.

5) El límite lo pones tú: “Si lo puedes soñar, lo puedes alcanzar”. No les impongas fronteras a tus sueños, a sus posibilidades; deja que alcen vuelo, que vuelen alto, tan lejos y tan alto como puedan. Mantén los pies en la tierra, pero entiende que el único enemigo invencible que encontrarás en el camino eres tú, solo tú, con tus miedos.

No seas aguafiestas y disfruta el proceso, paso a paso. Ese es, realmente, el éxito: disfrutar cada objetivo alcanzado, cada miedo superado, cada logro concretado, cada incorporación luego de una caída. No te impongas límites, actúa con convicción y gózate el proceso. Al final, verás cómo la vida te recompensa con creces esa actitud y disposición.