Convicción, pasión y vocación de servicio. Estoy completamente seguro de que el diccionario no nos ofrece palabras más precisas para definir a Ale Flores, convencida, apasionada y servicial emprendedora costarricense. Es creadora de contenido digital y especialista en uno de los temas transversales del éxito en la vida y en los negocios hoy. ¿Sabes cuál es? La marca personal.

La conocí a través de mi amigo Carlos González Copywriter, que había tenido contacto con ella en alguna charla en una sala de Clubhouse. Ale trabajó en el pasado como asesora de comunicaciones y esa afinidad los conectó. Primero la invitamos a una de mis Charlas con Álvaro Mendoza, que fue una experiencia enriquecedora, y luego participó de una sesión de mi comunidad privada.

Lo que más me sorprendió de Ale, cuando la conocí, fue descubrir que es una verdadera caja de Pandora: ¡está llena de sorpresas! Y la mayoría son agradables, positivas, constructivas. Es como una navaja suiza, porque ha desarrollado una variedad de habilidades, ha cultivado una variedad de conocimientos y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Es inquieta y nunca deja de aprender.

Es consultora de estilo y colorimetría (la ciencia que estudia el color y su impacto en la mente del ser humano), experta sumiller (experta en vinos), consultora de imagen, organizadora de eventos y, por si esto fuera poco, conferencista empresarial (especialista en liderazgo). Estudió Contabilidad y acredita también una licenciatura en Administración de Negocios con énfasis en Mercadeo y Ventas.

¿Ahora me entiendes? ¡Una verdadera navaja suiza! Y no son títulos que simplemente adornen sus perfiles de redes sociales o diplomas que decoren las paredes de su casa. Son habilidades que Ale manifiesta cada día en cada una de sus actividades y proyectos. Hace unos años creó su empresa de consultoría y disfruta el privilegio de ser la madre feliz de tres adolescentes. ¡Wooowwww!

“Desde muy niña soñaba con ser una gran ejecutiva, con bolsos, documentos y ‘tacones muy altos’ (esos no me faltan). Era reservada, en una época me consideré ‘tímida’, aunque luego comprendí que más bien era introvertida y reflexiva”, relata. Luego la eligieron para dirigir los actos cívicos de su escuela y una maestra, que le vio talento, le potenció la habilidad de hablar en público.

“Creó un monstruo”, dice Ale jocosamente. Uno que se demoró en cuajar, porque esa niña también soñaba con ser presentadora de noticias y con una familia. “Soñaba con una vida bonita y todavía sigo soñando en hallar esa felicidad”, agrega. Al tiempo, descubrió otra faceta que la distingue: la de lideresa, una mujer convencida capaz de persuadir e inspirar a otros, de guiarlos.

En la secundaria, en grado 8, la eligieron presidenta del colegio. “Vencimos a uno de año 11, con mis hermanas”, recuerda emocionada. Y ya no hubo vuelta atrás: El director tenía la costumbre de cederme la palabra en todas las reuniones y actividades escolares. Hasta me pedía los discursos escritos. Me formó, asegura. Tenía 14 años y, “aunque me la creí mucho”, labró su destino.

¿Te das cuenta cómo la vida, de manera caprichosa y misteriosa, te indica el camino sin que puedas percibirlo? Es fascinante. Quizás sin proponérselo, impulsada tan solo por los sueños de juventud, Ale descubrió sus talentos y comenzó a disfrutarlos. Ese, sin embargo, era apenas el comienzo del camino. Faltaban muchas etapas felices, cristalizar más sueños y guiar e inspirar a más personas.

“Luego, ya en la universidad, empecé a participar en una labor social. Tenía 19 años y me dieron la misión de formar en valores a las señoras de esas comunidades”, relata. A partir de lo que aprendía en libros, montaba charlas de 45 minutos, cada sábado. “Como soy perseverante y servir a otros me conquistó, lo hice por unos 7 años consecutivos. ¡Eso cambió mi vida espiritual y me llevó a encontrar algo que buscaba en mi interior!”.

Una actividad que le permitió descubrir otra faceta: formadora, educadora. “Así, desde los 20 años, mis amigas me pedían que les diera cursos de etiqueta y modales. Fui autodidacta, pues tomaba cursos y leía mucho. ¡Lo amo! Al comienzo estaba asustada, pero luego vivía fascinada”. Mientras otras jóvenes pensaban en ir de paseo o de fiesta, Ale se alimentaba con otras pasiones.

Después, a los 24, comandó durante cuatro años un programa de educación administrativa para el hogar y, además, ofrecía sesiones a mujeres casadas. “Grababa cápsulas para TV de un medio muy reconocido en Costa Rica y participé de un par de programas en vivo”. En ese ambiente, se abrió otra puerta que marcó su rumbo: empezó a colaborar en una oficina de prensa, su laboratorio de comunicación corporativa.


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Jenny es su hermana y cómplice de aventuras y sus hijos, el motor de su vida.


Una de las características de Ale es que, desde siempre, con la ingenuidad de una niña, se dedicó a servir a otros de múltiples formas. “Creo que siempre tuve esa inquietud de darme a los demás, de ayudar, de impulsar a otros”. De ahí que no resultara raro que, a los 25 años, una edad a la que muchos ni siquiera saben qué quieren de la vida, fundó su firma consultora. ¡Espectacular!

Por supuesto, no fue un camino fácil, aunque el obstáculo más grande resultó inesperado: “No me creían, por lo joven”. Tenía a su cargo charlas de capacitación de hasta 12 horas y nadie daba crédito de que una jovencita como ella fuera capaz de brindarlas. Su recurso para espantar esos fantasmas fue vestirse formalmente, como una ‘mujer mayor’. Y se le abrió otra oportunidad.

Una que, sin sospecharlo, cultivó desde la adolescencia: se convirtió en experta de etiqueta, protocolo e imagen. “Desde los 16 años participé en varios programas. Iba con mi mamá, a quien le encanta este tema”. También leyó libros y, como suele ocurrir, sus amigas fueron sus conejillos de indias: les daba charlas para adquirir experiencia y aprender a desenvolverse en ese ambiente.

Casi sin proponérselo, comenzó a armar el rompecabezas: la oratoria, la comunicación corporativa, la etiqueta, el estilo, la imagen, la vocación de servicio, el propósito social, en fin. Especialidades distintas, pero complementarias, que, gracias a su convicción y a su pasión se convirtieron no solo en sus grandes fortalezas, sino también en una extraordinaria propuesta única de valor.

Que es, justamente, la que le permite sobresalir en un mercado muy competido en el que, además de tiburones, hay muchos vendehúmo. Por supuesto, su carisma, su sencillez, su don de gentes, su contagiosa alegría y su empatía le permiten conectar rápidamente con las audiencias. Y, lo mejor, hacerlo de manera poderosa. Ese camino, sin embargo, la llevaría por otro destino apasionante.

¿Cuál? El de la marca personal. Un concepto que, aunque hoy es muy popular y del que se habla mucho en el ámbito empresarial y de los emprendedores, es relativamente nuevo. El primero que habló de este tema fue escritor y hombre de negocios Tom Peters, por allá en 1997. Lo hizo en un artículo titulado The Brand Called You (La marca eres tú), publicado por la revista Fast Company.

Por allá en el año 2008, Ale se involucró en ese, que resultó ser un maravilloso universo profesional en el que ha tenido el privilegio de ayudar a muchas personas. “Lo que me interesa es que el mensaje que les transmito no sea accesorio, sino que realmente produzca un impacto”, expresa. A veces, muchas veces, comienzan entusiasmadas y luego, con el tiempo, pierden el impulso.

“Hoy me motiva muchísimo ver a las personas reafirmar su confianza, su presencia, constatar su crecimiento. Veo que les pude ayudar a explotar ese inmenso valor que cada ser humano lleva en su interior”, explica. Según Ale, lo difícil es convencer a las personas del valor que incorporan y enseñarles cómo utilizarlo. “Lo que necesitamos todos es confianza, apoyo y las herramientas”.

Todo este proceso le ha dejado grandes aprendizajes. ¿El más valioso? “Tenemos que creer en nosotros mismos, descubrir qué nos hace realmente felices. Algo que se dice con facilidad, pero que, en la práctica, y lo sé porque lo experimento cada día con mis clientes, es complicado de llevar a cabo. Y ese, sin duda, es otro valor de Ale: venció sus miedos, creyó en ella e hizo camino al andar.

Un camino en el que, como era de esperarse, cometió errores de lo que hoy se lamente. “¿El más grande? No haber entado antes al mundo online”, confiesa. “Me enfoqué en lo local, en lo que hacía en Costa Rica y otros países de Centroamérica como El Salvador, Honduras y Guatemala”. Pero, corrigió el rumbo y hoy es muy activa en redes sociales y cuenta con una nutrida audiencia.

Una audiencia a la que espera seguir alimentando, nutriendo, inspirando. Quiere cruzar fronteras y llegar a más países de Latinoamérica para generar un impacto positivo, para dejar un legado. Sin embargo, no todos sus proyectos o sus sueños están relacionados con su trabajo. A largo plazo, hay planes en el ámbito personal: “sueño con establecer con mis hijos, con mi familia, espacios de crecimiento”.

¿De qué se trata? “Tener una plataforma en la que estén presentes muchos profesionales que ofrezcan su conocimiento”, explica. No soy adivino, no tengo una bola de cristal, pero te aseguro que, en un plazo no muy largo, en alguno de mis canales digitales tendré a Ale contándonos acerca de este sueño hecho realidad. “Quiero viajar y, ¿sabes qué? Me veo trabajando a los 90 años”, dice.

Si hay alguien que personifique a la perfección el concepto de evolución, de aprender y adaptarse, es, sin duda, Ale Flores. Con convicción, pasión y vocación de servicio, esta extraordinaria mujer costarricense es un modelo de cómo un camino para ser feliz y dejar huella en este mundo es el de vivir de tus talentos. “Todos comenzamos de cero y crecemos en el proceso: nadie se puede saltar ese camino”, finaliza.


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