El arte del éxito en la vida, y por supuesto en los negocios, está más en el hacer que en el saber. Con esto no quiero decir que no se necesiten conocimientos para ser exitoso, porque sería una mentira, una terrible falta de coherencia. Lo que quiero que te quede claro es que solo conocimiento no sirve: hay que aplicarlo, hay que actuar.

Con frecuencia, me encuentro con entusiastas emprendedores que me comparten sus sueños y me cuentan que están en la etapa inicial de su negocio. Luego, a la vuelta de algunos meses, nos volvemos a contactar y me confiesan, preocupados y frustrados, que aún no pudieron dar el primer paso y, lo peor, están a punto de tirar la toalla.

Cuando les digo que me cuenten qué ha sucedido, que me describan las tareas que han realizado durante ese tiempo, el abanico de respuestas es reducido: “He estado estudiando”, “Me dediqué a tomar algunos cursos”, “Estoy preparando mi producto” y no mucho más. Todo eso está bien, siempre y cuando sea parte de un plan estratégico.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La empatía con el mercado es fundamental para que haya una conexión real y duradera.

¿Por qué? El error más común de los principiantes, que a veces también lo cometen algunos experimentados, es nunca sentirse listos para comenzar. Soy 200 por ciento creyente de los beneficios de la capacitación permanente (de hecho, a eso me dedico, a capacitar a otras personas), pero hay que saber cómo hacerlo, definir un objetivo.

Para algunos, la cuestión se reduce a acumular certificados que publican en las redes sociales para cosechar likes. Eso te engordará el ego, pero nunca te producirá un dólar de renta. Otros, mientras, se apuntan a cuanto curso les ofrecen por internet, sin criterio alguno, sin saber si les sirven, sin saber si son confiables, sin saber cómo utilizarlos.

Eso ocurre porque asumen el proceso por el lado contrario, al revés. ¿Eso qué quiere decir? Lo primero que un emprendedor necesita definir es para dónde va y cómo quiere hacerlo. En otras palabras, qué modelo quiere seguir. En otras palabras, a la sombra de qué mentor quiere recorrer el camino. Luego, bajo esa guía, viene todo lo demás.

En la práctica, sin embargo, se hace al revés: la gente pica por aquí y por allá, prueba lo de aquí y lo de allá, y después de un tiempo, cuando en la cabeza tiene un salpicón (revuelto de frutas), ahí sí busca a un mentor con la idea de que este va a ser el que desenrede la madeja y lo conduzca expedito al éxito. Y así no funciona, querido amigo.

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Para alcanzar el éxito, hay que ser flexibles especialmente de pensamiento y de acción.

Si estás en la etapa inicial de tu negocio, lo fundamental es que aclares tu mente. Sí, que sepas CON EXACTITUD qué quieres, cómo conseguirlo, para dónde vas. Eso significa no solo capacitarse, sino también determinar qué recursos requieres (herramientas, dinero) y cómo los vas a emplear, a invertir. Si ya tienes eso, puedes continuar.

En este punto, el camino te da dos opciones. Una, avanzar en el proceso: realizar la investigación del mercado, conocer muy bien el nicho al que vas a ofrecer tu producto o servicio, diseñar tu oferta y lanzarla. Otra, confiarte a un mentor que ponga a tu disposición su conocimiento y experiencia, acorte la curva de aprendizaje y te evite errores.

Sumatoria de recursos

Cuál debes escoger, no te lo puedo decir. Depende de cada caso, depende de cada persona. Esa es una decisión personal, muy respetable. Lo mejor es entender que ninguno de los dos caminos es de una sola vía, es decir, que sí hay retorno si en algún momento te das cuenta de que no avanzas, que te desviaste, que no transitas por donde querías.

Si elegiste la primera alternativa, en cualquier momento puedes acercarte a un experto y pedirle que te ayude. Si, por el contrario, te fuiste por el segundo camino, pero no estás conforme, estás en libertad de decirle a esa persona que deseas terminar la relación. Basta con que agradezcas sus servicios, su ayuda, lo qe te enseñó, y busques otra vía.

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Cambiar tantas veces como se necesario, una condición para alcanzar el éxito.

Lo importante, sin embargo, es que no te desvíes del camino que conduce a tus sueños. Es decir, no te distraigas en lo uno o lo otro. Quizás no avances a la velocidad que deseas, pero eso no significa que estés estancado. Es un tiempo, además, que puedes aprovechar para desarrollar o potenciar esas habilidades que luego te van a soportar tu trabajo:

1) Empatía: no es lo mismo que simpatía. Es una habilidad que se basa especialmente en observar y escuchar a los demás, en conocer sus inquietudes y problemas, pero también sus aspiraciones y forma de pensar. Es encontrar afinidades en las diferencias y, voluntaria y genuinamente, comprometerse a trabajar por el beneficio común.

Empatía es conexión, pero de ninguna manera significa obligación. Se da cuando descubres que esos desconocidos tienen ideales, valores y sueños similares a los tuyos y que, además, están en disposición de caminar a tu lado con el fin de ayudarse unos a otros. Es un lazo, no una atadura, y es imprescindible para establecer alianzas.

2) Flexibilidad: si no cambias, no avanzas. Y cambio no significa eliminar algo y sustituirlo por algo. Es, sobre todo, crecer a través de la educación y de la acción. La dinámica del mundo moderno, igual que la de los negocios, impone al ser humano la flexibilidad, vista como la capacidad de adaptación a las circunstancias, a las exigencias.

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Necesitas que lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces esté conectado.

Flexibilidad es también la aceptación del error, la conciencia de que el tropiezo es aprendizaje y que hay que tomarlo como tal, sin drama. Esta habilidad, así mismo, te permite cambiar el rumbo si lo exige el mercado sin que tu negocio o tú se afecten. La flexibilidad implica escuchar a otros, valorar sus opiniones, apreciar sus aportes.

3) Coherencia: es un valor importantísimo que llevado a la práctica se convierte en una habilidad valiosísima. La alineación de lo que piensas, lo que sientes, en lo que crees y la forma en que actúas es soporte de tu éxito, o de tu fracaso. Implica honestidad en tus acciones, compromiso en tus dichos, lealtad en tus promesas, transparencia en tu vida.

De la coherencia se desprenden los dos valores más importantes en los negocios: confianza y credibilidad. Es un hábito que se aprende y se cultiva día a día, y que no puedes darte el lujo de dilapidar porque es tu marca, tu sello. Es la llave que abre los corazones de tus clientes y la que te garantiza un lugar de privilegio en el mercado.

El arte del éxito en la vida, y por supuesto en los negocios, está más en el hacer que en el saber. El conocimiento es indispensable, pero solo no sirve: hay que aplicarlo, hay que actuar. Empatía, flexibilidad y coherencia son tres habilidades que te servirán para cumplir tus objetivos y, sobre todo, para alcanzar el éxito, la felicidad y la prosperidad.