Recuerdo que, cuando era un joven universitario, solía llamar “viejas” a las personas que tenían más de 30 años, en especial si ya eran padres. Hoy, cuando voy camino de los 60 (me faltan todavía unos añitos) y tengo dos hijas adolescentes, más allá de los achaques de la salud me siento un tipo “joven”. Siento que me queda mucho camino por recorrer.

Recuerdo, también, a mi abuela Maruja, madre de la señora Julita, mi mamá, que bien entrada en los 90 era un roble. ¡Qué vitalidad la que tenía! Mentalmente lúcida, alegría y la disposición para aprender en un mundo cambiante muy distinto al que ella conoció y vivió en su juventud. Conversar con ella era un placer porque poseía una gran sabiduría.

A través de personas como ella aprendí de la vida que la edad es tan solo un número, una referencia. Que no te define, más allá de las costumbres y de los prejuicios sociales, y que tampoco debería condicionarte. Sin embargo, lo que la realidad nos enseña, cada día, es que el edadismo es visto como un ‘defecto’ y, lo peor, como un obstáculo insuperable.

El diccionario define esta palabra como “Discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”. Una definición que, en la práctica, se queda corta porque, tanto en el ámbito laboral como en el de las relaciones sentimentales, hay un marcado edadismo: eres ‘demasiado joven’ (sin experiencia) y te niegan oportunidades.

Es un tema tan serio que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2021 el Informe mundial sobre el edadismo. En 116 páginas, hace un profundo análisis de este fenómeno y, en especial, de sus consecuencias, que quedaron al descubierto durante la pandemia provocada por el COVID-19. En ese período, el edadismo mostró su peor cara.

“La COVID-19 ha afectado a personas de todas las edades de diferentes maneras. Sin embargo, más allá de las repercusiones del virus en sí, el discurso en torno a diferentes grupos etarios ha puesto de manifiesto un mal profundo y más antiguo: el edadismo, refiere la OMS en el prefacio del documento. La discriminación por edad en pleno furor.

Las personas mayores son vistas a menudo como frágiles y vulnerables, mientras que a los jóvenes se los describe como invencibles, o bien como imprudentes e irresponsables. Los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) en relación con la edad no son nada nuevo; la COVID-19 solo amplificó estas actitudes perjudiciales”, agrega.

Y luego fija el reto que tiene la humanidad: “Para cumplir las perspectivas de desarrollo duradero, debemos cambiar el discurso sobre la edad y el envejecimiento. Debemos aumentar la visibilidad y prestar mucha más atención a las actitudes y comportamientos edadistas, adoptar estrategias para contrarrestarlos y establecer respuestas integrales de política que presten apoyo en cada etapa de la vida”.

Más allá de que no puedes negar el paso del tiempo, de que los años a ratos pesan y de que la salud se deteriora (o pasa cuenta de cobro por los abusos de la juventud y los malos hábitos), estoy convencido de que la edad es una actitud. Me explico: la actitud con la que enfrentas la vida cada día, las dificultades, los retos y, sobre todo, la dinámica del cambio.

Si para ti, no importa cuántos años tienes, aprender algo, cambiar un hábito o bajarle los decibeles al estrés y la histeria de la rutina cotidiana son tareas imposibles de cumplir “porque a mi edad…”, ¡tenemos problemas, Houston! Discúlpame si suena agresivo o injusto, pero es la realidad. Mientras estés vivo, siempre puedes aprender o cambiar.

Por eso, justamente, me impacta y me entristece cuando alguien me dice que es “viejo para emprender” o que los problemas de su negocio son culpa de que “estoy demasiado viejo y no puedo con la tecnología”. Lo peor es que no se trata de octogenarios, sino de personas que acaban de cruzar la barrera de los 40 o, a lo sumo, subieron al quinto piso.

Es decir, están en la flor de la vida. ¿A mitad del camino? Quizás. Si bien es imposible predecir cuánto vamos a vivir, si tienes en cuenta que en 2021 la expectativa de vida para América Latina y el Caribe era de 73 años para los hombres y de 79 para las mujeres, les quedan entre 30 y 40 años. Tiempo suficiente para cumplir cualquier sueño, ¿cierto?


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El ingeniero alemán Horst Bendix se jubiló en 1995, pero jamás renunció a sus sueños.


A los 92 años, el ingeniero alemán Horst Bendix creó un invento que puede revolucionar la industria de la generación eólica: un autogenerador que produce tres veces más electricidad, pesa la mitad de los actuales y cuesta un 40 % menos. Esta es su historia.


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Eso fue exactamente lo que pensé cuando me encontré en internet, hace unos días, la historia de Horst Bendix. ¿Habías escuchado su nombre? Te cuento que es un alemán, emprendedor, ¡de 92 años! Fue protagonista en los medios de comunicación a mediados de 2022 cuando salió a la luz su genial invento: “la turbina eólica del futuro”, se anunció.

Desde hace décadas, el ser humano busca alternativas limpias para la generación de energía a partir de recursos como el sol o el viento. Bien, pues Bendix diseñó un aerogenerador capaz de producir hasta tres veces más de electricidad que las turbinas eólicas tradicionales. Se considera un invento capaz de cambiar la historia.

Bendix trabajó hasta 1995 como jefe de investigación y desarrollo de Kirow, una empresa de ingeniería pesada con sede en Leipzig, estado de Sajonia (nororiente de Alemania). Allí experimentó durante más de una década y, cuando se jubiló, continuó con su empeño de sacar adelante el proyecto. Ni la edad ni la jubilación fueron un obstáculo para él.

Hasta el momento en que se conoció su invento, Bendix había patentado más de 60 diseños centrados en grúas, excavadoras y aparejos industriales. Su último invento podría revolucionar el sector de la energía eólica y la transición energética, un tema que ha cobrado vigencia en vista de las terribles consecuencias del cambio climático.

La innovación del invento de Bendix es que solucionó un problema de todos los autogeneradores construidos hasta ahora. ¿Qué logró? Desarrolló un aerogenerador de gran altura para zonas interiores con poco viento que tiene una altura de buje (pieza de unión entre las palas y el eje principal). Así, evita que los objetos rígidos se doblen.

A finales de los 90, cuando en teoría debería “hacer uso de un buen retiro”, Bendix tomó una decisión de vida: aprovechar todo aquello que había aprendido en su trabajo y le dio rienda suelta a su espíritu emprendedor. La edad, como ves, no fue un impedimento y, quizás, hasta resultó una motivación que impulsó su curiosidad y sus ganas de hallar una solución.

Durante diez años buscó la mejor forma de lograrlo: investigó, reflexionó e hizo pruebas hasta diseñar una turbina de gran altitud que, al menos en las pruebas realizadas hasta ahora, ofrece unos niveles de eficiencia notables. La Agencia Federal para Innovaciones Disruptivas alemana fue la que hizo pública la creación del nonagenario emprendedor.

Según esta entidad, el diseño de Bendix reduce el peso de la torre en un 50 % y recorta un 40 % la inversión. “Esto no es solo innovador desde un punto de vista tecnológico; también es alentador desde el punto de vista económico y geopolítico: la reducción de los costos de fabricación reduce drásticamente los costos por megavatio hora de energía generada”.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que haber patentado su prometedor invento es tan solo el primer paso. Es decir, su creación está solo en papel, en diseños, y ahora tiene que pasar a las maquetas, primero, y luego a la realidad. Y superar las pruebas en el terreno, por supuesto. Eso significa que Horst Bendix estará muy ocupado durante los próximos años.

Recapitulemos: un trabajador que durante su trayectoria profesional acumulas valioso conocimiento y forja algunos sueños. Cuando se jubila, en vez de dedicarse a ver cómo pasan los días, decide darle alas a su pasión y crea algo que, más que un legado, puede ser un revolucionario invento que transforme la forma de generar energía a partir del aire.

En Colombia, cuando a una persona se le señalan los años que acumula, suele utilizarse una frase para sortear el embrollo: “Vieja es la cédula (el documento de identidad)”. Y ya ni siquiera la cédula, porque recientemente la vieja versión de papel laminado en plástico fue sustituida por una moderna con chip y, hace pocos meses, por una digital (virtual).

La edad, te lo aseguro, es tan solo un número, y la discriminación que surge de ella es un fenómeno denominado edadismo, que debemos combatir. ¿Cómo hacerlo? No te limites, no te dejes condicionar por la edad, no renuncies a tus sueños porque te sientes “viejo”. Entonces, ¿qué esperas para abrir las alas y dejar que tus sueños vuelen alto?