Diferentes estudios recientes en varios países de Latinoamérica arrojaron un dato preocupante: al menos el 65 por ciento de los trabajadores (la cifra varía, y aumenta, según el país) afirmó no estar conforme con el trabajo que desempeña actualmente. Ese número, sin embargo, es solo la punta del iceberg, porque el problema de fondo es que esas personas no saben qué hacer con su vida.

Cuando vi la información que daba cuenta de esos estudios, te lo confieso, lo primero que pasó por mi mente fue darles gracias a Dios y a la vida porque hago lo que me gusta, porque amo lo que hago y porque es lo que quiero hacer hasta el último de mis días. No me veo haciendo algo distinto y, más allá de las dificultades que se presentan ocasionalmente, soy feliz en mi trabajo.

Sin embargo, admito que mi caso no es la generalidad, sino la excepción que confirma la regla. De hecho, cuando tomé la decisión de cambiar de trabajo, de darle un giro radical a mi vida, corría el año de 1998. Entonces, el mundo era distinto. Tan distinto, que había personas que no sabían qué era internet y, honestamente, muy pocos creían en el futuro de la red, en sus posibilidades.

Por alguna razón que no te puedo explicar, desde que conocí internet se me metió en la cabeza la idea de que era una gran oportunidad. Me parecía increíble todo lo que sucedía en ese escenario virtual, y te estoy hablando de cuando era algo arcaico, primitivo, muy limitado. No sé si fue imaginación, intuición o pura terquedad, pero lo cierto es que internet cambió mi vida.

De esa experiencia, lo primero que puede decirte es que no sigas el mismo camino que yo recorrí. ¿A qué me refiero? En esa época, trabajaba como sicólogo clínico y, aunque no me iba mal, tampoco obtenía lo que deseaba. Entonces, de un día para otro dejé todo atrás, armé mis maletas y me vine a Estados Unidos a aventurar, porque en realidad no tenía un plan, no sabía qué hacer.

Me vine con la idea de encontrar alguna persona que me enseñara sobre internet, que aclarara mis dudas (que era mil y una) y que me brindara el conocimiento para regresar a Colombia y poner en práctica lo aprendido. Jamás regresé y ya son 23 años los que llevo dedicado a hacer negocios por internet. Tengo mi propia empresa y, como mencioné antes, soy feliz en lo que hago.

Hoy, sin embargo, el primer consejo que les doy a quienes me consultan si deberían empezar un negocio propio es que no abandonen el trabajo que tienen. Por más infelices que sean, por más inconformes que estén, por más que estén seguros de que ese no es el camino, no lo dejen. ¿Por qué? Porque, como decían las abuelas y el refrán, “es mejor pájaro en mano que ciento volando”.

Aunque ese trabajo actual no sea el ideal, por lo menos tiene la virtud de brindarte unos ingresos que, supongo, necesitas. Entonces, lo peor que podrías hacer sería prescindir de ellos. Más bien, debes enfocarte en una búsqueda asertiva, en adquirir el hábito de dedicar cada día 30 minutos a encontrar una salida a tu problema, bien sea otro trabajo convencional o un negocio propio.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Ser emprendedor puede ser agobiante si no haces lo correcto, si adoptas decisiones apresuradas.


Dedicarse a un emprendimiento, a un negocio propio, es la decisión más difícil de tu vida y tiene implicaciones y consecuencias graves si fallas. Por eso, no puede ser fruto de un arranque emocional, algo apresurado o improvisado. No hay fórmula perfecta, pero sí ejemplos valiosos.


Si esto último es lo que deseas, si quieres convertirte en emprendedor, no puedes tirarte al agua, así como así. Conozco a muchos emprendedores que creyeron tener el producto ideal, el servicio perfecto, pero cuando salieron al mercado se dieron cuenta de que eran más de lo mismo y, claro, fracasaron. Perdieron su tiempo, su dinero y la confianza, y además quedaron en el limbo.

Si te organizas bien, si planificas bien, si fijas prioridades, te aseguro que podrás dedicar al menos una o dos horas de cada día a esa búsqueda, a aterrizar tu idea, sin detrimento o perjuicio de tu trabajo actual. En pocos meses, con la asesoría adecuada, habrás determinado qué quieres, qué necesitas para conseguirlo, cuál es el plan adecuado para comenzar y si dejas tu trabajo actual o no.

Y esto último es importante considerarlo, porque hay muchas personas que comenzaron un negocio propio mientras desempeñaban otras labores y crecieron poco a poco. Solo cuando ese emprendimiento sustituyó y superó los ingresos del trabajo convencional, se alejaron de este. Y ya pudieron dedicarse de lleno a esa nueva actividad que les abrió la mente, que amplió sus horizontes.

Otro aspecto que debes considerar: ¿por qué tu trabajo actual no te hace feliz? ¿Qué te hace falta? ¿Cuál sería el trabajo ideal para ti? ¿Es cuestión de dinero o de intereses? Sería riesgoso dar el primer paso sin antes responder a cabalidad, con absoluta honestidad y con la mano en el corazón cada una de estas preguntas. ¿Qué puede suceder si no lo haces? Aumenta el riesgo de fracaso.

Si lo que te preocupa es ganar más dinero, quizás un negocio por internet no sea la mejor solución. Hay demasiada competencia, alguna muy buena, y requieres desarrollar habilidades de comunicación y saber algo más que lo básico de marketing, ventas y tecnología. Aclaro que no se trata de ser experto en cada tema, sino de saber algo más que lo básico para comenzar con buen pie.

¿Y el resto? El resto, amigo mío, se aprende en el camino. Si te esperas a saberlo todo para comenzar, jamás comenzarás. ¿Por qué? Porque jamás lo sabrás todo, y menos en un campo como el de los negocios en internet, que evoluciona cada día, que avanza a grandes velocidades. La clave está en tu conocimiento, tu experiencia, tus dones y talentos, tu pasión y vocación de servicio.

Cada día, todos los días, a través de los medios de comunicación o de las redes sociales nos enteramos de una gran cantidad de negocios nuevos que fracasaron, que no llegaron al primer año en funcionamiento. Y se atribuye a la competencia, a los costos, a la tecnología y a otros factores que, en verdad, no son determinantes; el problema de fondo es que habían sido bien concebidos.

En otras palabras, que tenían problemas estructurales. No conocían bien el mercado, no definieron bien el cliente ideal (sus diferentes versiones), se enfocaron en el producto y se olvidaron de la experiencia del cliente o equivocaron las estrategias porque no consiguieron ser visibles, ni pudieron hacer que su mensaje les llegara a las personas correctas. ¿Entiendes?

Peor que estar atrapado en un trabajo convencional que no te hace feliz y que no te brinda lo que deseas es cometer el error de tirarlo todo por la borda y lanzarte a aventurar en un ecosistema como el de internet, que no es para todo el mundo y en el que abundan los depredadores. Dar un giro de 180 grados a tu vida y convertirte en emprendedor es la decisión más difícil de tu vida, no lo olvides.

Por eso, entonces, lo mejor que puedes haces es no apresurarte, no desesperarte. No existe un momento ideal, ni una edad ideal para convertirte en emprendedor. Puedes comenzar cuando quieras, a la edad que quieras. Lo que no puedes hacer, lo que no deberías hacer, es tomar una decisión apresurada, improvisada, por cuenta de la cual el remedio sea peor que la enfermedad.