Hay una creencia popular, que ha tomado auge en los últimos tiempos, según la cual productividad y felicidad son incompatibles. Y no solo no es cierta, sino que además no hay una verdadera razón para que sea así. De hecho, y lo digo por experiencia propia, más bien son complementarias, es decir, se necesitan mutuamente, se potencia la una con la otra.
Y debe ser así, además. ¿Por qué? Porque, no lo olvides, al menos la mitad del tiempo que vivimos lo dedicamos a ser productivos. Que, valga aclararlo, comienza desde que somos niños y vamos al colegio hasta que fallecemos. Porque, inclusive después de retirarnos del ámbito laboral, debemos ser productivos, aunque de otra manera: saber gestionar el tiempo libre.
Para empezar, veamos qué nos dice el diccionario acerca de productividad: “Cualidad de productivo”. Ahora, sobre productivo: “Que tiene la virtud de producir”, “Que es útil y provechoso” y, en términos financieros, “Que arroja un resultado favorable de valor entre precio y costes”. Como ves, se trata de un término con un significado ‘positivo’.
Sin embargo, en la realidad, en la práctica, lo asumimos como algo ‘negativo’, como una carga, como una imposición incómoda. No sé cuál sea la razón, pero asumo que es porque nos invita a salir de la comodidad, de la zona de confort; nos conmina a cambiar, a adquirir habilidades nuevas y más conocimiento; nos reta y nos dice que podemos superar nuestros límites.
Y, tristemente, muchas personas prefieren la zona de confort donde creen que tienen todo lo que necesitan, sin caer en cuenta de que, más bien, les falta casi todo lo que necesitan para ser su mejor versión. Ser productivo, además, exige disciplina, un método propio, constancia, perseverancia, tolerancia, capacidad para aceptar los errores y, por supuesto, paciencia.
Y esas cualidades, o virtudes, o características, no abundan, lo sabemos. Más bien, escasean. Porque, además, ser productivo muchas veces significa ir en contra del statu quo, de lo que está establecido, de la norma, de la tendencia general. Y si lo haces, si vas en contravía del resto, te verán mal, te criticarán, intentarán hacerte daño o destruirte. Esa es la verdad.
Ahora, hay otro aspecto que es indispensable considerar: aquello que haces cada día, a lo que te dedicas, ¿te apasiona? ¿Es lo que siempre habías deseado hacer? O, más bien, ¿tan solo es un medio para ganar dinero o para estar ocupado? Porque si productividad y felicidad van por caminos distintos, si la productividad riñe con la felicidad, entonces sí hay un problema.
Por supuesto, hay una variable que complica el tema: ¿qué es la felicidad? ¿Qué es para ti la felicidad? Cada uno tiene su propia definición, y está bien. Es imposible coincidir, que la tuya y la mía sean iguales, más allá de que eventualmente haya similitudes. Lo que sí puedo decirte es que estoy convencido de que no es un destino, un punto final, sino el disfrute del proceso.
Veámoslo de la siguiente forma: si la felicidad fuera un destino, un punto final, entonces solo podríamos ser felices en el punto final de nuestro vida, es decir, en la muerte. Y eso no tiene sentido alguno, ¿cierto? Por eso, creo firmemente que la felicidad consiste en aprender a valorar, aprovechar, agradecer y aprovechar cada momento que vivimos de cada día.
Por ejemplo, a mí me brinda felicidad ver sonreír a mis hijas, un abrazo de ellas, ser testigo de cómo cumplen sus sueños. También, ver que un cliente logra el objetivo propuesto, consigue superar sus miedos y mejora el bienestar de su familia. ¿Entiendes? No es lo que va a ocurrir después lo que nos brinda la felicidad, sino lo que sucede hoy, en cada instante de la vida.
Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que según esto tu felicidad depende de ti, exclusivamente. No de tus padres, de tu pareja o tus hijos, de tus compañeros de trabajo o tus amigos, de la situación política de tu país o de la cotización del dólar. ¡Depende de ti, solo de ti! Es algo que me parece maravilloso porque significa que tengo el control de mi felicidad. ¡Wooowwww!
La vida, con sus bendiciones y sus golpes, mis errores y sus oportunidades, me ha enseñado que la felicidadse deriva de mis pensamientos, de mis hábitos y de mis decisiones. Y, créeme, lo compruebo todos los días. Me equivoco, claro, porque soy un ser humano común y corriente, y son esos momentos en los que me embarga ese sentimiento que llamamos tristeza.
Ser productivo, cualquiera sea la actividad a la que te dedicas, para nada riñe con ser feliz, aunque la realidad, con sus urgencias y su histeria, nos demuestre lo contrario. La clave está en cultivar hábitos productivos y disfrutar el proceso (ser feliz). Te comparto 7 que practico.
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Es decir, la cara opuesta de la felicidad. La verdad, que muchos no aceptan, es que la felicidad no viene a ti, no está fuera de ti; por el contrario, está en ti y tú la proyectas al exterior, la compartes. Y, esto es lo más poderoso, es un hábito. ¿Eso qué quiere decir? Que si somos capaces de crear un sistema con rituales/hábitos consistentes, la felicidad nos abrazará.
Y ya sabes que soy fanático de los sistemas. Que, valga decirlo, funcionan más allá de las estrategias de marketing, de la tecnología, de los dispositivos electrónicos o digitales. Un régimen de alimentación sano, complementado por una rutina de ejercicio, es un sistema. Alejarte de lo tóxico y acercarte a lo que te da felicidad, a quienes te hacen feliz, es un sistema.
Volvamos al diccionario: rito es “costumbre o ceremonia” y costumbre es “manera habitual de actuar o comportarse” o “una práctica tradicional de una colectividad o de un lugar”. Aunque no lo vemos así, cepillarte los dientes o bañarte cada día es un ritual, lo mismo que el hábito de leer o de practicar algún deporte. El secreto, entonces, es crear rituales en la rutina diaria.
Ahora, permíteme formularte unas preguntas: ¿hay sistemas efectivos en tu vida? ¿Tienes hábitos productivosen tu vida? ¿Lo que haces, aquello a lo que dedicas tu tiempo para producir el dinero que necesitas, te brinda felicidad? Te comparto algunos de los hábitos que he adquirido y que no solo me permiten ser más productivo, sino, también, disfrutar el proceso:
1.- Agradece.
La queja atrae pobreza, mientras que la gratitud es fuente de prosperidad y abundancia. El agradecimiento es un mensaje muy poderoso para tu mente porque te permite apreciar lo que has conseguido (aunque no sea todo lo que quieres) y evita que te enfoques en aquello que no se dio (y que quizás no te conviene). Tengo mucho que agradecerle a la vida y nada que reprocharle.
2.- Ten un propósito.
Pero, uno cada día. Recuerda que la vida es un proceso paso a paso, una ultramaratón, no un esprint de velocidad. Si apuntas al sitio de llegada, a muy largo plazo, será difícil mantener la concentración y el enfoque. Además, si te fijas un propósito diario, y lo cumples, la sensación será agradable: avanzas poco a poco. Ese propósito, además, debe ser concreto y medible.
3.- Prioriza.
La urgencia (hermana gemela de la histeria) es la peor consejera. Además, aunque así lo quieras, no puedes controlarlo todo. Aprende a priorizar y, algo muy importante, a delegar. Establece 3-5 (máximo) tareas para ese día y fija un tiempo concreto para cada una de ellas. Y no olvides de vivir: necesitas tiempo para comer, descansar, estar con tu familia…
4.- Cuida de ti.
Tu vida transcurre en un templo que se llama cuerpo. Y solo dispones de uno, ¿cierto? Entonces, lo mejor es que lo cuides con una alimentación sana, el adecuado descanso y un poco de ejercicio. Sin embargo, el verdadero bienestar, que también es fuente de felicidad, incluye pasar tiempo con tu familia, hacer lo que te gusta, romper las reglas, ser auténtico.
5.- Las relaciones.
Aléjate de las tóxicas; haz de este un hábito prioritario de tu vida y lo agradecerás de múltiples formas. Cultiva las sanas, las que te arrancan sonrisas, aquellas en las que eres tú mismo, sin ataduras. Rodéate de personas mejores que tú de las que puedas aprender, que te inspiren. No necesitas estar rodeado por multitudes: sé selectivo. Y sé abierto con los que te buscan.
6.- Mantente ocupado.
Esto, de ninguna manera, vivir estresado o apurado todo el tiempo. Vive a tu ritmo y no permitas que otros te impongan sus estándares. No te dejes llevar por las expectativas ni por las emociones, que son traviesas, caprichosas y traicioneras. Sé un eterno aprendiz, aprende de todo cuanto puedas y no te olvides de compartir con otros lo que la vida te ha brindado.
7.- Cuida tu mente.
Es muy probable que me hayas escuchado decir (porque lo repito por doquier) que el 90 por ciento del éxito en la vida, en cualquier actividades que emprendas, está determinado por tu mentalidad. Cultívala con descanso, con aprendizaje permanente, con tiempo de calidad para ti, con risas, con buena compañía. Medita y no olvides evitar contaminarla con lo tóxico.
Si quieres ser productivo, primer debes ser feliz en aquello que haces, sea cual sea la actividad a la que te dediques. Y si quieres ser feliz, antes debes implementar los siete hábitos que te mencioné o alguno más que, a tu consideración, sea necesario. Recuerda: en la vida no existe la casualidad, sino la causalidad: lo que recibes es consecuencia directa de lo que haces y de cómo lo haces.
A los seres humanos, a todos, nos fueron encomendadas varias tareas en este paso por el mundo. Una de ellas, servir a otros (algo que puedo hacer a través de mi trabajo) y, a mi juicio la más importante, ser felices. Si bien no tengo una vida perfecta, la que he podido construir me brinda mucha felicidad y me esfuerzo en ser cada día mi mejor versión para no desviar del camino.
Muchas gracias, es un tema muy interesante, una gran enseñanza
Muy buenos. Gracias por compartir
Muchas gracias maestro
Buenísimo, me gustaría seguir leyendo más de este contenido tan interesante, gracias…
chingon muy chingon