Los extremos son viciosos, seguramente lo sabes, seguramente lo has experimentado. Y, además, son dañinos: no debes permanecer en uno de ellos demasiado tiempo, so pena de quedar atrapado allí poder salir. Sin embargo, hay que reconocerlo, no es fácil huir de estos ambientes tóxicos en los que, irónicamente, es tan negativo hacer como no hacer.

Una de las tantas modalidades del bombardeo mediático al que estamos sometidos a diario es aquella de que tenemos que hacer. “Haz estoy y serás millonario…”, “Haz esto otro y ganarás millones en 10 días…”, “Haz esto y conseguirás la pareja de tus sueños…”, “Haz esto otro y serás el número uno del mercado…”. Haz, haz, haz, pero a la postre terminamos abrumados.

¿Cuál es el problema? (Porque siempre hay un problema, recuérdalo). Que no hay fórmulas perfectas, ni magia, para alcanzar el éxito, para cristalizar tus sueños, para lograr tu propósito. Lo que a mí me funciona muy bien, a lo mejor a ti no te da los mismos resultados o, peor, no te sirve para nada. ¿Por qué? Porque tu negocio es distinto del mío, tus clientes son distintos de los míos.

En marketing, como en la vida misma, no hay verdades absolutas. ¿Eso qué quiere decir? Que los principios son universales, es decir, que son útiles para todos, para cualquiera, pero el resultado dependerá de qué haga cada uno, de cuán acertada sea la aplicación de esos principios. Aunque tú y yo nos basemos en el mismo principio, los resultados serán distintos.

Veamos un ejemplo: te gusta el tenis y te inscribes a una academia, la mejor de tu ciudad. En tu nivel hay 7 personas más, con ganas y algunas habilidades. Todas están bajo la égida del mismo profesor, reciben la misma instrucción, realizan los mismos ejercicios y disfrutan de las mismas oportunidades. Sin embargo, los resultados serán disímiles, diferentes para cada uno.

Y está bien. Esos resultados dependerán de la dedicación de cada uno, de la disciplina, del interés, de que no se queden solo con lo que el profesor les brinda, sino que busquen otras fuentes de aprendizaje para mejorar. Además, alguno querrá ser número del ranquin de su club o liga, mientras que otros, quizás, se conforman con divertirse jugando con los amigos.

Repito: sé que no es fácil escapar de los extremos, que nos atraen como un poderoso imán. Pero, lo peor que puedes hacer es dejarte atrapar por esa urgencia de hacer, por esa histeria colectiva que se esconden del temido qué dirán. Soy un convencido de que nunca lograrás lo que deseas si no tomas acción, pero eso no significa que te desboques a hacer de todo.

Entre otras razones porque, dado que pierdes el control de lo que haces, terminas haciendo algo que no te conviene, que te perjudica. Como dice el dicho, “Por querer hacer más, haces menos”. Es un riesgo al que estamos expuestos todos los seres humanos, pero en especial los emprendedores, que abarcamos mil y una tareas simultáneas y después lo pagamos caro.

A continuación, te refiero cinco acciones que haces de manera regular, inconscientemente, quizás, y que te perjudican. Bien sea porque te impiden avanzar o, peor, porque provocan que tropieces con la misma piedra una y otra vez. Son hábitos adquiridos casi siempre por ese deseo de ser como otros, en vez de potenciar aquello que nos hace únicos y especiales:


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Pensar demasiado es un mal uso del inmenso poder de la mente que te impide arrancar o avanzar.


Es cierto que si no haces lo necesario, nunca vas a conseguir lo que deseas. Sin embargo, también es cierto que si aquello que haces es negativo, el resultado tampoco será el que esperas. Te comparto cuatro malos hábitos que los seres humanos practicamos a diario.


1.- Tratar de complacer a todo el mundo.
¡Error! Por fortuna, esto fue algo de lo que nunca sufrí. Además, y esta fue otra bendición, mis padres siempre me dieron libertad para elegir lo que quería hacer y me brindaron el apoyo para lograr lo que anhelaba. Honestamente, siempre seguí mi intuición, siempre le hice caso a mi corazón y, aunque a veces pagué un alto precio, no me arrepiento de haberlo hecho.

Tu vida es tuya, así que vívela como quieras, establece tus propios términos. No permitas que otros te digan qué hacer porque al final, cuando los resultados no se den, esas personas te darán la espalda y te dejarán solo. Y tendrás que lidiar con las consecuencias. Elige por ti y, si te equivocas, corriges. Tratar de complacer a otros es un grave error de nefastas secuelas.

2.- Temerles a los cambios.
La resistencia al cambio, que es una condición del ser humano en general, es la mayor fuente de malgaste de energía. El cerebro es tan genial como cómodo: le gusta lo que conoce, lo que no le exige un esfuerzo adicional, lo que no implica un cambio, en especial cuando ese cambio significa salir de la plácida zona de confort. Pero, cuidado: no es una batalla que esté perdida.

Ese mismo cerebro terco y cómodo es infinitamente poderoso y se adapta con facilidad a cualquier nueva situación. Basta que lo programes para el cambio y él se encarga de hacer el resto de los ajustes. Por eso, temer al cambio es tan solo una necedad, no un impedimento: además, porque te niegas la oportunidad de aprender, crecer, evolucionar y disfrutar.

3.- Vivir en el pasado.
Tristemente, este es uno de los obstáculos más frecuentes para las personas que eligen el camino del emprendimiento: cargan el peso de los fracasos del pasado, de las frustraciones. Y así, por supuesto, es imposible avanzar. Han hecho de aquella popular frase “Todo tiempo pasado fue mejor” una máxima de vida, sin darse cuenta de que están anclados, estancados.

Todos, absolutamente todos los seres humanos, sufrimos por esto en algún momento de la vida. El problema es que algunos nunca pueden superarlo. ¿Cómo hacerlo? Entender que el pasado ya no lo puedes cambiar. Lo bueno o lo malo que haya sucedido o que hayas vivido trata de aprovecharlo para aprender, porque esas lecciones son muy útiles en el presente.

4.- Pensar excesivamente.
La mente es infinitamente poderosa, ya lo mencioné. Tanto para bien, como para mal. Puede llevarte al cielo o al mismísimo infierno. Si permites que te controle, la vas a pasar mal, seguro. Y más en caso de que le des la posibilidad de jugar contigo a través de esas traviesas, necias y caprichosas emociones. Esa, créeme, es una combinación letal que te hará mucho daño.

Cuando piensas de más, no entras en acción, lo cual ya es negativo. Sin embargo, lo peor es cuando estás pensado todo el tiempo, imaginando escenarios irreales, vislumbrando situaciones que nunca se darán,montándote películas. Con eso, solo conseguirás llenarte de incertidumbre, alimentar tus miedos y paralizarte. Recuerda: eres lo que piensas.

Tan malo es lo que no haces como lo negativo que haces recurrentemente. La clave del éxito en la vida, y en los negocios, está en el equilibrio, que no consiste en un perfecto 50/50. De lo que se trata es que tengas el control de tus actos, de que tus decisiones sean conscientes y voluntarias, de que el proyecto de vida que sigas sea aquel que tú mismo elegiste.

Por supuesto, es importante que entiendas que cualquier cambio demanda un tiempo. Además, no puedes abordar todos los cambios requeridos de manera simultánea. Identifica el problema, establece prioridades, busca ayuda idónea que te ayude a encontrar la solución y trabaja con paciencia. Si ese es el camino correcto, no tardarás en ver buenos resultados.


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