“Si quieres conocer tu pasado, entonces, mira tu presente, que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro, mira tu presente, que es la causa”. Me encontré esta frase en internet y se la atribuyen a Buda, aunque no podría asegurar que es el autor. Sin embargo, eso es irrelevante, porque lo que en realidad importar es el inspirador mensaje que nos transmiten esas 25 palabras.

Como sicólogo, créeme que entiendo perfectamente cómo funciona la mente del ser humano (además, ¡soy un ser humano!). Sé tanto que es indescifrable y misteriosa como poderosa, para bien y para mal. Sé, también, que tú, que estás leyendo estas líneas, estás en capacidad de dominarla y aprovecharla para que se convierte en la herramienta para cristalizar tus sueños.

Eso fue lo que hice y hoy quiero compartirlo contigo. A finales de los años 90, mientras Colombia vivía una de las épocas más difíciles de su historia por la violencia del narcoterrorismo y la crisis económica (una más, sí), el futuro de los jóvenes era incierto, por no decir desolador. El futuro se vislumbraba peor, pues no había oportunidades y la vida diaria era una rutina decepcionante.

Me había graduado de una de las mejores universidades del país, había comenzado mi carrera y llegué a ser director encargado de la sección de Farmacodependencia en un hospital público. Me sentía feliz con lo que hacía, era lo que había soñado cuando tomé la decisión de ser sicólogo, pero en mi interior había un gran vacío, también. El panorama lo veía gris oscuro, lleno de nubarrones.

Incertidumbre, desesperanza y pesimismo eran las sensaciones que nos invadía cada día, sin que pudiéramos evitarlo. Acababa de superar la barrera de los 30 años y no quería que mi vida se desenvolviera en ese ambiente. Además, en mi interior mis sueños rugían, me clamaban que buscara nuevos caminos, que le diera un giro radical a esa situación, que no esperara más.

Te confieso que fueron muchas, muchas, las noches de desvelo en procura de una solución. Por esos días, había descubierto la maravillosa tecnología de internet, que acababa de irrumpir en nuestra vida, pero de la que poco o nada (más nada que poco) se sabía en Colombia. Si bien no tenía claro qué podía hacer, presentía que esta poderosa herramienta me iba a ayudar.

Toqué puertas, exploré opciones y, te lo aseguro, hice mi mejor esfuerzo por encontrar una solución. Y no la hallé, no en Colombia. Entonces, tomé la decisión radical: dado que era bilingüe y que tenía amigos en Estados Unidos que podían acogerme, empaqué mis maletas, me despedí de la señora Julita, mi mamá, y me monté en un avión. El famoso ‘sueño americano’ me esperaba.

Honestamente, mi intención era permanecer allí uno o, máximo, dos años, el tiempo que creía necesitaba para aprender sobre esa poderosa y misteriosa tecnología de internet. Atrás quedó mi vida, mi familia, mis amigos, mi novia de aquella época y mis recuerdos. Los sueños y las ilusiones logré incluirlos en el equipaje y fueron mis inseparables y leales compañeros de aventura.

Era mi pasado y tenía que ponerle punto aparte a esa etapa de mi vida para poder continuar, para que esos recuerdos no se convirtieran en un lastre que me impidiera avanzar. Comencé casi de cero, en una ciudad que con el paso de los días se volvió inhóspita porque no me acomodé al clima, a las costumbres, a la frialdad de la gente. Fue un alto precio que tuve que pagar.

Estaba solo en un país extraño, pero no me iba a rendir. ¡Jamás! De nuevo, empaqué mis maletas y me subí a un avión, esta vez con destino a La Florida, el paraíso del sol. Dejé atrás esa primera experiencia, dura y aleccionadora, enriquecedora y formadora, que sin duda fue la semilla de la nueva vida que construí. Agradecí al amigo que me acogió, a su familia, y volé a mi nuevo destino.

Dejé ese pasado atrás y me dediqué a abrirme camino en este nuevo presente. Fue un momento en el que los planetas se alinearon y la vida me abrió los caminos que, hasta entonces, se habían mostrado cerrados. Me convertí en emprendedor digital, que no estaba en mis planes y, lo mejor, ¿sabes qué fue lo mejor? Encontré el propósito de mi vida: servir a otros con mi conocimiento.


empaquetar-vender

Cada vez son más las personas que toman la decisión de vivir de sus talentos. Y tú, ¿cuándo comienzas?


De la mano de mis mentores, aprendí a empaquetar tanto que había aprendido en ese recorrido y lo combiné tanto con las experiencias vividas como con las lecciones que me dejaron mis errores. Ese conocimiento que atesoraba lo convertí en infoproductos en diversos formatos: libros, cursos, guías, eventos presenciales y virtuales, asesorías grupales, coaching individual y otros más.

Era inevitable acordarme de aquellos tiempos en Colombia cuando pasaba horas sentado en mi consultorio privado a la espera de que llegara un paciente, de que alguien llamara a solicitar una cita. En ese momento, lo confieso, me invadió la frustración. Buscaba culpables por doquier y me dejaba llevar por las emociones negativas. Hoy, entiendo y valoro esa etapa del proceso.

¿Por qué? Me di cuenta de que los resultados no podían se distintos. Mis padres me formaron como una persona de bien y en la universidad me dieron el conocimiento y los recursos para ser un buen sicólogo. Sin embargo, carecía del conocimiento y de las herramientas necesarias para atraer pacientes a mi consultorio, para conseguir un flujo continuo de clientes en mi negocio.

Y esto último, créeme, fue un aprendizaje duro: entender que eso que llamaba mi profesión en verdad era mi negocio. Que no son incompatibles, valga decirlo. Aprendí a hacer marketing, las estrategias, las campañas, los recursos, y transformé mi conocimiento en un negocio rentable. Lo que, en su momento, no pude hacer con la Sicología. La verdad era que no sabía cómo hacerlo.

Me di cuenta de que tenía que vender mi conocimiento, lo cual implicó desterrar de mi mente las creencias limitantes y las objeciones acerca de esta habilidad. Aprendí a vender de manera transparente, sin engaños, sin forzar, a través de la persuasión y de la inspiración. A eso me dedico hoy, a empaquetar y vender mi conocimiento, la mejor forma de ponerlo al servicio de otros.

A lo largo de este camino, la vida me enseñó que nada sucede por casualidad, que todo lo que hay en tu vida, lo que te gusta y lo que te disgusta, lo positivo y lo negativo, es fruto de lo que haces y de lo que dejas de hacer. En otras palabras, aprendí que, como dijo Buda, el presente es resultado de lo que hice en mi pasado y el futuro dependerá solo de lo que haga hoy, en el presente.

Por eso, quizás, soy un eterno, convencido y feliz aprendiz. Por eso, quizás, me entristece ver a tantas personas con inmensos talentos, valioso conocimiento y experiencias increíbles que se niegan a salir de su zona de confort, empaquetar lo que saben y venderlo como infoproducto. No los juzgo, pero tampoco los entiendo, porque el conocimiento solo tiene sentido y valor cuando lo compartes.

Alguna vez me preguntaron si me hubiera gustado que mi vida se diera de una forma distinta a la que se di y respondí que no. Fue algo instintivo, que me salió de lo más hondo del corazón. Hoy, en todo caso, estoy convencido de la respuesta: NO. Mi vida se dio como tenía que darse para que pudiera aprender lo necesario, para dotarme de las herramientas y recursos que requería.

“Si quieres conocer tu pasado, entonces, mira tu presente, que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro, mira tu presente, que es la causa”. Doy gracias a Dios por el día en que mis padres y mis mentores me alentaron y me inspiraron para seguir este camino que tanto disfruto. No ha sido fácil y eso también lo agradezco, porque cada dificultad ha significado un valioso aprendizaje.

Hoy, mi propósito, más que mi trabajo, es ayudar a otros, inspirarlos a seguir lo que dice su corazón. A pesar de los miedos, de las creencias limitantes, del temor al qué dirán, del riesgo de fracasar, procuro transmitirles mi pasión, mi convicción. Salvo porque el mundo está hecho de otra manera, es algo que haría todos y cada uno de mis días, gratis, solo por el placer de servir a otros.

Sea lo que sea a lo que te dediques, cualquiera que sea tu profesión, sin importar cuántos años tengas, HOY es el mejor día para cambiar tu vida, si eso es lo que deseas. HOY es el mejor día para dar el paso y comenzar a construir el legado que siempre has soñado. HOY es el mejor día para transmitir tus conocimientos y ayudar a otros a cumplir sus sueños. Mañana, la vida te recompensará…

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