Hubo una época, que hoy se nos antoja prehistoria, pero que se dio hace apenas 40 años, en la que aquello de “ir con tu música a cualquier lado” era todo un lío. Me refiero a aquellos años 80 en los que escuchabas tu música preferida en dos formatos: lp (long play) o disco de acetato y casete. No solo debías cargar con la colección, lo cual ya era complicado, sino también con los dispositivos.
Sí, el tocadiscos (ya había algunas versiones portátiles) o la grabadora, que debía ser grande para que los parlantes (bocinas) fueran de buen sonido, apto para las fiestas y paseos. Era toda una odisea, créeme. Mi juventud y mis años de la universidad los viví al son de la música, en inolvidables reuniones de amigos, muchas veces en mi casa gracias a la señora Julita, mi madre.
Ella era una apasionada de la música. Le encantaban las rancheras, los boleros y las baladas, en especial, las de Rocío Dúrcal, su cantante preferida. Dado que eran años tormentosos en Colombia, por cuenta de la escalada de violencia que los narcotraficantes trasladaron del campo a las ciudades, lo más conveniente era no salir. “En casa se corren menos peligros”, era la premisa.
Entonces, mi madre decidió convertirse en una genial anfitriona de mi grupo de amigos. Que, en verdad, era grupo: cada fin de semana nos reuníamos entre 15 y 20 jóvenes. En mi casa había la que considerábamos una buena colección musical, pero nos quedamos ‘en pañales’ cuando vimos la que tenía mi buen amigo Carlos González. En ese momento, más de 300 acetatos, una locura.
La señora Julita me prestaba el carro y yo lo recogía, porque no había otra forma de trasladar tantos discos. Luego, se encargaba de poner música, al mejor estilo de dj, de todos los estilos que puedas imagina (menos instrumental). Cantábamos, tomábamos licor, conversábamos, reíamos y bailábamos hasta que la fuerzas se agotaban. Esas reuniones son un grato recuerdo de juventud.
Durante esos años 80, sin embargo, el mercado cambió. Apareció el cd y la industria del acetato se derrumbó. Phillips y Sony, dos pesos pesados, fueron los impulsores de esta nueva tecnología que nos obligó a cambiar los hábitos y, también, los dispositivos. Los cd eran más pequeños, pero su transporte no dejaba de ser una aventura: había que cargar varios estuches (cajas).
Por cierto, eran delicados, lo mismo que sus cajas. Además, los dispositivos eran costosos y se requería conectarlos a unos parlantes (bocinas). Otra experiencia, sin duda. Aunque, claro, no hubo más remedio que adaptarse a ella. ¿Una ventaja? Podía escucharse en el radio del auto, un dispositivo que no tardó en popularizarse, a pesar que su precio era considerablemente mayor.
Hasta que a comienzos de los 2000 la tecnología y la industria musical cambiaron para siempre. ¿Qué sucedió? Aparecieron los dispositivos mp3, que nos liberaron de los cd, las cajas y los parlantes. Bastaban unos buenos audífonos para disfrutar tu música preferida, ahora sí, ¡en cualquier lugar y a cualquier hora! Eso sí: eran más costosos que todos los anteriores.
Eran tiempos, así mismo, en los que la piratería musical alzaba vuelo. ¡Y muy alto! Más que los maravillosos y novedosos dispositivos, este fenómeno se había convertido en la gran amenaza para la industria musical. Sin embargo, el 9 de enero de 2001 marcó un antes y un después, una gran revolución que modificó la forma en que escuchamos la música, y que sigue vigente hoy.
Ese día, en medio de un ambiente expectante, como es costumbre de la marca, Steve Jobs presentó iTunes. “La gente está grabando cd como locos”, dijo Jobs “¿Cuántos cd vírgenes se vendieron en Estados Unidos en el año 2000? Intentad adivinar. ¿Sabéis cuantos? 320 millones. Acaba de salir el censo de los EE. UU. hace dos semanas, y hay 281 millones de personas en este país”, agregó.
Y luego habló del formato mp3 y las aplicaciones que había en el mercado. “Si miramos estos productos, hay algo evidente: son demasiado complejos. Son difíciles de aprender y usar. He hablado con muchas personas que las utilizan y desconocen tres cuartas partes de lo que el software puede hacer. Vamos a cambiar esto hoy”, anunció Jobs, “con algo que llamamos iTunes”.
Y pronunció unas palabras premonitorias: “Como he dicho, llegamos tarde a la fiesta, pero vamos a dar un salto de gigante”. Y vaya si lo fue. A partir de ahí, comenzaron las mejoras y actualizaciones que convirtieron esta aplicación en una de las preferidas del mercado. Una de las razones es que, a diferencia de muchas otras surgidas de Apple, esta podía disfrutarse en dispositivos Windows.
No fue un camino fácil, ni económico, porque para recortar la ventaja que sus competidores le habían tomado Apple tuvo que salir de compras. Adquirió las mejores aplicaciones de mp3 del momento, Audion y SoundJam MP. Una jugada sin duda muy astuta que le permitió ahorrar un largo camino, disminuir el margen de error y, de paso, satisfacer la necesidad del mercado.
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Una de las razones del éxito de iTunes en aquel momento fue que representó una solución efectiva para los usuarios que requerían digitalizar la música que tenían en otros formatos (cd o casete). Eran los tiempos en que Naptser se había hecho popular gracias a que permitía la descarga ilimitada de música, aunque de manera ilegal, y las discográficas pedían a gritos un freno a ese desangre.
iTunes, entonces, apareció como un punto intermedio: no era completamente ilegal, como Napster, y permitía la gestión de archivos multimedia. Muchos usuarios, entonces, se dieron a la titánica tarea de pasar sus acetatos y cd a formato digital, lo que le permitió a Apple convertirse muy rápido en el líder del mercado. Una posición que consolidó meses después con un genial lanzamiento.
¿Sabes a cuál me refiero? Al iPod. Sí, ese dispositivo capaz de almacenar tanta música (y otros formatos digitales como video) en cantidades que ninguno otro de su clase ofrecía. Por supuesto, fiel al estilo de la marca, encantó tanto por su diseño como por las funcionalidades diferentes. Rápidamente, este dispositivo se convirtió en el favorito de los amantes de la música digital.
Uno de los éxitos ocultos del iPod es que, por ser compatible con Windows, el sistema operativo que está en la orilla opuesta a los utilizados por la plataforma Mac, fue el primer contacto de miles de usuarios que jamás habían adquirido un producto Apple. Este dispositivo, además, fue la puerta de entrada a nuevos servicios que hicieron las delicias de los fanáticos de la marca de Cupertino.
¿Cuáles? Los servicios musicales por suscripción y el streaming. Puso en marcha una estrategia, que además fue exitosa para combatir la piratería, de vender canciones a solo 0,99 dólares. Fue con ocasión del lanzamiento de la tienda iTunes Store, en 2003, una innovación que contribuyó a calmar las aguas entre las casas productoras y los artistas, que comenzaron a recibir regalías.
La carta ganadora de esta estrategia es que el usuario adquiría la propiedad de la canción que compraba o, si lo prefería, del disco entero, que de inmediato pasaba a ser parte de su biblioteca musical. Que, además, la podía compartir en sus distintos dispositivos. “Los consumidores digitales no quieren alquilar música”, fue el argumento de Jobs el día que se lanzó iTunes Store.
Más adelante, iTunes dejó de ser una tienda de música y se transformó en una de distintos recursos digitales como películas y programas, videos y hasta e-books. La última incorporación fueron los pódcast. Poco a poco, esta aplicación se convirtió no solo en uno de más de los productos estrella de Apple, sino también, de manera irónica, en víctima de su propio éxito.
¿A qué me refiero? Con el paso del tiempo, iTunes se convirtió en la app de gestión de archivos digitales más popular en el mundo. Los usuarios cada vez exigían más y cada vez recibían más, al punto que eran tantas las funciones que realizaba que su manejo se volvió complejo, incómodo. Y, por supuesto, las voces de protesta comenzaron a escucharse cada vez más seguido, más alto.
Al tiempo, se desarrolló la tecnología de almacenamiento en la nube a precios bajos, con lo que muchos usuarios trasladaron su música a otra parte. iTunes se había indigestado con su propio éxito y comenzaba a perder terreno, entre otras razones porque la evolución digital transformó los teléfonos celulares en dispositivos aptos para almacenar, gestionar y disfrutar la música.
El fin del iPod y de iTunes estaba sentenciado. Dispositivos más modernos, más versátiles, como el iPhone y el iPad lo relegaron. El comienzo del fin se dio en 2015, cuando Apple lanzó Apple Music, que más que una nueva aplicación era un nuevo modelo de servicio: se disgregó en la app de música, la de tv y la de pódcast. Tras casi dos décadas de reinado, el iPod e iTunes se extinguieron.
En la era de la tecnología, de la revolución digital, nada es para siempre. Hasta las aplicaciones o programas más exitosos pueden desaparecer, como sucedió con dos de los productos más famosos de Apple. Una realidad que nos deja grandes enseñanzas a quienes estamos involucrados en el cambiante e impredecible mundo de los negocios, dentro o fuera de internet. Veamos algunas:
1.- No necesitas ser el primero para ser mejor: solo requieres ser distinto (único). Ser el primero es una obsesión ligada con el ego y puede llevarte a pensar que lo que puedes ofrecerle al mercado no será valorado. Lánzalo, aun cuando sea el segundo o el tercero, y deja que el mercado decida
2.- Innovación no significa nuevo, significa mejorar lo bueno que ya existe. Fue, precisamente, lo que hizo Apple con el iPod y con iTunes. Y tú también puedes hacerlo con tu producto o servicio: darle al mercado algo mejor de lo que tiene hoy. Créeme: es más fácil de lo que piensas
3.- La especialización no es una opción, sino una necesidad. El comienzo del fin de iTunes y de iPod se dio cuando diversificaron tanto sus servicios, sus funciones, que se parecieron demasiado a otros dispositivos más poderosos, como el iPhone o el iPad, que los mandaron al olvido
4.- La mayoría de las personas le tienen miedo al fracaso, pero pocas se cuidan del riesgo del éxito. Que, como el azúcar o la champaña, puede ser empalagoso. En especial, si cruzas aquella delgada línea que te lleva a los terrenos donde se cultivan el ego y la ambición, dos grandes depredadores
5.- Nada es para siempre: cambia, todo cambia, porque el mercado cambia, porque la tecnología no cesa de evolucionar. Es un peligro inminente, más en si quieres abarcar más de lo posible. El mensaje es que no puedes enamorarte de tus productos/servicios, pues son perecederos