Es una realidad inevitable y no debería molestarnos. Sin embargo, nos molesta. Y, a veces, mucho. ¿A qué me refiero? A que los seres humanos somos muy dados a ver solo el resultado, lo obvio, y pasamos por alto lo que en realidad es importante y, sobre todo, valioso: lo que no se ve, el proceso, el tras bambalinas. Es decir, lo que hicimos para obtener ese resultado.

Suele ocurrir que, cuando alguien que no me conoce escucha mi historia de vida, puede hacerse una idea equivocada: que fue fácil llegar a donde estoy. Y quizás parte del problema es que mi relato está enfocado en aquellos episodios o momentos que me permitieron avanzar y convertirme en el referente número uno del mercado y del marketing digital en español.

Repito: es inevitable. No puedo contar toda la historia, completa, porque me tomaría mucho tiempo y, seguramente, aburriría a quienes me escuchan. Además, cada vez que cuento esa historia parto de un objetivo claro: quiero inspirar a las personas de la audiencia. Y, es algo lógico, no puedo hacerlo si me concentro en lo negativo, en las dificultades, en los errores.

El tema de fondo es que con esa versión light de la historia corro el riesgo de irme por el camino equivocado o, peor aun, por un atajo: el de la cultura del éxito exprés, tan arraigado en estos tiempos. Y nada más alejado de la realidad, nada más contrario a lo que predico y, en especial, a lo que he vivido durante los últimos 25 años de mi vida. Éxito, sí; exprés, ¡jamás!

Si fuera posible cuantificar lo que he invertido en mi vida en este período, en términos de tiempo, de dinero y de aprendizaje (experiencias fallidas, principalmente) estoy seguro de que sería una enorme fortuna. No sé qué cifra exactamente, pero sí una enorme fortuna. Aclaro, eso sí, que no me quejo porque es el camino que decidí recorrer y lo he disfrutado al máximo.

Sin embargo, y este es otro comportamiento habitual de los seres humanos, solemos olvidar o guardar en el baúl de los recuerdos ese proceso, lo que hay tras bambalinas. Quizás porque en algún momento fue doloroso, porque exhibió nuestras debilidades, porque significó cometer uno que otro error o, simplemente, porque queremos construir una imagen de superhéroe.

Que, por supuesto, no existe y, por lo tanto, nadie se la cree. Por el contrario, y si me conoces es muy probable que lo hayas percibido, mi comunicación con el mercado procura ser lo más honesta posible. Eso, en términos prácticos, significa que no me interesa venderme como alguien perfecto, o como alguien que tiene la fórmula del éxito o el libreto de la felicidad.

Así mismo, he descubierto que mostrarme tal y como soy, con mis abundantes defectos y mis virtudes es, justamente, lo que me permite conectar con otras personas. Una conexión real, honesta, empática, basada en la confianza y el respeto y, sobre todo, que redunda en un genuino intercambio de beneficios. Si lo quieres ver así, esa es, para mí, la fórmula del éxito.

El problema, porque recuerda que siempre hay un problema, es que estamos muy pendientes de lo que dicen los demás, de lo que opinan los demás, de la aprobación de los demás. No es fácil cortar ese cordón umbilical, pero es estrictamente necesario si quieres construir una vida en tus propios término. Si mantienes esa dependencia, difícilmente lograrás lo que deseas.

Otro tema común es que tendemos a interpretar el éxito de otros como algo casual, producto de eso que llamamos buena suerte. Nos cuesta, a todos los seres humanos, aceptar el éxito de los demás, quizás porque creemos que de esa manera justificamos que nosotros no lo hemos alcanzado. Y, por supuesto, corremos el riesgo de menospreciar lo que hay tras bambalinas.

Este es uno de esos casos en los que el clásico ejemplo del iceberg funciona a la perfección. A simple vista, arriba de la superficie, apenas vemos la punta, una parte mínima. Lo más grande, sin embargo, está por debajo y a veces es tan grande que nos cuesta darle crédito. Pero es ahí, en esas profundidades, donde se esconde lo valioso, lo que nos permite llegar hasta la cima.

A continuación, te revelo algunos de los secretos de mi éxito que están bajo la superficie, esa inmensa masa de nieve que nadie ve, las dificultades que tuve que sortear a lo largo de estas dos últimas décadas. Los comparto porque creo que pueden ayudarte a valorar lo que has logrado, aunque quizás todavía no estés en ese lugar paradisíaco al que quieres llegar:


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

No importa qué tan alta es la cima que alcanzaste: ve y busca otra, más retadora.


Ser tu mejor versión es un proceso que no termina, que se renueva cada día. Parece una batalla sin fin (y quizás lo sea), de ahí que a veces pueda resultar algo agobiante. Te revelo 10 secretos (estrategias) que en las dos últimas décadas me ayudaron a ser exitoso (y feliz).


1.- Vencer los miedos.
Como cualquier ser humano, tuve mucho miedo cuando tomé la decisión de dejar la vida que llevaba y me convertí en emprendedor. Era entrar en un universo desconocido que, además, se asemejaba a un oscuro túnel. Por fortuna, logré vencerlos. Ah, y vi que había una luz al final.

2.- Digerir las críticas.
Que muchas veces eran dolorosa bien porque provenían de personas cercanas, de mi entorno familiar o de mis amigos, bien porque estaban cargadas con mala intención. El día que dejé de prestarles importancia comencé a avanzar y aprendí que lo que piensan otros está fuera de mi control.

3.- Lidiar la soledad.
Si me conoces, sabes que soy una persona con facilidad para entablar relaciones. Además, no me gusta estar solo. Sin embargo, en este camino como emprendedor conocí la soledad, que en un comienzo me daba temor, pero que hoy es compañera y confidente, una amiga íntima.

4.- Noches de desvelo.
¿Cuántas? Demasiadas, más de las que hubiera deseado. Y lo de menos, te lo confieso, era el desvelo. Lo peor era que esas traviesas vocecitas interiores que me decían “No puedes”, “No lo intentes”, “Déjalo” y tantas otras tentaciones a las que, por fortuna, siempre me negué.

5.- Disipar las dudas.
Que fueron muchas, por cierto. Es algo propio del ser humano, por cierto, pero si no logras dejarlas atrás, si permites que alimenten tu incertidumbre, en algún momento te frenarás. La poderosa herramienta que me ayudó a acabarlas fue la confianza en mí, la convicción.

6.- Lidiar con la ansiedad.
Las ansias de cristalizar mis sueños, de conseguir los objetivos que deseaba, me llevaron a sufrir por este mal que es muy peligroso. ¿Cómo vencerlo? Con altas dosis de paciencia, que no es propiamente una de mis virtudes, y enfoque. De nuevo, confianza en mí y convicción.

7.- Volver a levantarme.
Caí, muchas veces caí. Golpes duros, inesperados, dolorosos y costosos no solo en términos de dinero. Golpes que crearon abolladuras en mi ego, pero que no me vencieron. Lo mejor fue que siempre conté con el respaldoadecuado, nunca estuve solo en esta dura aventura.

8.- Adaptarme y seguir.
Producto de lo anterior, fue necesario desaprender y volver a aprender mil y una veces. Y no solo eso: aprender también a adaptarme a nuevos escenarios, a condiciones cambiantes, a retos novedosos. Construir mi mejor versión es una tarea del día a día que nunca termina.

9.- Resistir.
A veces, las fuerzas flaquean, es cierto. A veces, los errores alimentan las dudas, también. No es fácil mantener la disciplina, la constancia, la perseverancia y el enfoque porque al fin y al cabo somos seres humanos. Resistir es la única opción viable si lo que quieres es ser exitoso.

10.- No enamorarte del éxito.
Puede sonar contradictorio, pero no lo es. El éxito hay que desearlo fervientemente, pero también hay que respetarlo para que no se vuelva en tu contra. Consíguelo, aprovéchalo y disfrútalo, sin caer en el error de creer que ya lo conquistaste: no te pertenece, es tan solo circunstancial.

Moraleja: no olvides que lo más importante, lo más valioso, casi nunca se ve. Es lo que está oculto a los ojos de los seres humanos, aquello de lo que debes sentirte muy orgulloso porque encierra la razón de tu éxito (sea cual fuera tu situación actual). Aprecia el proceso que has vivido, el camino que has recorrido, los logros que has obtenido. ¡Son un gran tesoro!

No te mires en el espejo de otros: esa no es tu vida. Entiende, así mismo, que lo que llamamos dificultades más bien son oportunidades de aprendizaje, que se repiten tantas veces como sea necesario. Que no estés en el lugar donde quieres estar no es definitivo, salvo que así lo decidas: es, más bien, una motivación para continuar cada día en el proceso de ser tu mejor versión.


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