No soy del tipo de personas que se obsesionan con los propósitos de Año Nuevo. Más bien, soy de quienes establecen metas y objetivos claros y específicos, relacionados con los proyectos, bien sea de trabajo o personales, durante un período determinado. Que, no sobra decirlo, no es estrictamente un año calendario: prefiero que sean a corto, mediano y largo plazos.

Los seres humanos, todos, sin excepción, somos muy prolijos para soñar, pero demasiado laxos para cumplir con esos deseos. En especial, con aquellos que implican una responsabilidad y un cambio. Nos resistimos, nos negamos a salir de la zona de confort en la que nos movemos y, de manera inconsciente, nos justificamos, nos conformamos. Es un proceso autodestructivo.

¿Por qué? Porque la esencia del ser humano es superarse a sí mismo, evolucionar, moverse, cambiar. Esa es la dinámica de la vida, de la naturaleza. Nada, absolutamente nada, hoy es igual a lo que fue ayer. Y eso, a mi juicio, es algo maravilloso. ¿Sabes por qué? Porque significa que siempre hay una posibilidad de aprender de los errores, de corregir, de volver a empezar.

Que, por supuesto, no elimina el dolor provocado, o la responsabilidad por las equivocaciones, o los daños causados. De ninguna manera. Esto también es parte de la vida, del juego de la vida, como decía el bolero de Daniel Santos. Pero, lo recalco porque es una lección valiosa, lo bueno es que la vida siempre nos da otra oportunidad, la segunda, la tercera, muchas más.

Está en cada uno capitalizar el aprendizaje, aprovecharlo en las nuevas experiencias y crecer. Sí, evolucionar, moverse, cambiar, adaptarse y seguir en procura de cimas más altas y escarpadas, de retos más importante, de metas más ambiciosas. Al final, lo sabemos, algunas no se cumplirán, pero eso es parte del proceso: no se trata de ser perfectos, sino de crecer.

El problema, porque siempre hay un problema, es que nos dejamos llevar por las traviesas y caprichosas emociones. Entonces, nos obsesionamos con la idea de fijar propósitos, aunque las experiencias pasadas nos indican que ese no es el camino correcto. Lo que sucede es que nos condicionan el qué dirán los otros, creemos que necesitamos la aprobación de los otros.

Y no es así, por supuesto que no es así. Recuerda que solo tienes una vida y que es tuya, en toda la dimensión de la palabra, para bien o para mal. Lo que sucede en tu vida es fruto de tus acciones y de tus decisiones (o de tus omisiones), es tu responsabilidad y el único que puede hallar la solución eres tú. Eso, sin embargo, no significa de manera alguna que estés solo.

La principal razón por la cual la mayoría de los seres humanos fracasamos en el tema de los propósitos es porque asumimos la batalla en solitario. Y nadie, absolutamente nadie, ganó una guerra sin el concurso de un ejército, de unos aliados. Además, requieres una estrategia y, no lo olvides, necesitas de las herramientas y de la compañía que te ayuden a lograr el objetivo.

Cuando quieres comenzar un proceso de acondicionamiento físico en el gimnasio, lo más adecuado es que tengas un partner que te acompañe y, además, que te pongas al cuidado de un instructor calificado que te asesore y guíe. Si vas solo, si no permites que alguien te dé una mano, lo más seguro es que abandones o, peor, que te provoques alguna lesión. ¡Auch!

A lo largo de la vida y de mi aventura como emprendedor, he vivido un sinnúmero de procesos que, por fortuna, la mayoría de las veces han arrojado resultados positivos. No significa que no haya fracasado, que no me haya equivocado. Significa que el proceso no fue fácil, que hubo tropiezos y pruebas complicadas y que requerí mi mejor esfuerzo para salir adelante.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La esencia del ser humano es el proceso de mejoramiento continuo. No te aferres a lo que eres hoy: construye tu mejor versión.


¿Qué clase de persona quieres ser dentro de 5 años? Nunca es tarde para comenzar, pero cuando lo hagas necesitas establecer objetivos claro y contar con la estrategia adecuada. Te comparto los 5 factores clave que aprendí en el proceso de construir mi mejor versión.


El aprendizaje más valioso fue que no es conveniente fijarnos metas o propósitos que impliquen cambios drásticos, inmediatos. Esa, créeme, es una carga demasiado pesada que casi nunca estamos preparados para sobrellevar. La clave del éxito está en la constancia, en la disciplina, en la persistencia, en adquirir hábitos y desarrollar habilidades que sean útiles.

A través del ejemplo de mis padres y de mis mentores, así como el de algunos colegas, establecí cinco factores que determinan tu éxito. Tanto en la vida como en cualquier actividad a la que te dediques, porque son principios transversales. No fue fácil implementarlos y no ha sido fácil sostenerlos a largo plazo, pero sí puedo dar fe de que los resultados son favorables.

Los comparto contigo con la ilusión de que te sirvan tanto como a mí:

1.- Los libros que lees.
O los que escuchas, porque quizás sabes que soy un fanático de los audiolibros. Te ayudan a mantenerte enfocado y concentrado y, lo mejor, te demandan menos tiempo. En todo caso, si los lees o escuchas, no importa. Lo que importa es que sea conocimiento valioso que te ayude a avanzar en tu proceso, historias que te inspiren y te motiven, herramientas que te sirvan.

2.- La gente que te rodea.
Esta, probablemente, sea la asignatura más complicada del proceso porque implicará que te alejes de familiares y amigos que no creen en ti, que son tóxicos, que son un obstáculo. Y yendo más allá, quizás también debas romper con tu pareja si no es la compañera de aventura que necesitas. Elige bien, porque tu éxito que alcances estará determinado por estas personas.

3.- La comida que consumas.
Podrá resultarte extraño que incluya esto aquí, pero es algo imprescindible. ¿Por qué? Por aquello de “mente sana en cuerpo sano”. Si tu cuerpo no funciona bien, tu mente tampoco lo hará, no podrás aprovechar tu potencial y estarás distraído, sin energías. Cuida bien de ti y tu cuerpo te lo recompensará. Recuerda que tu activo más importante es una buena salud.

4.- Los hábitos que adoptes.
Otra tarea que suele ser complicada porque implica desaprender para volver a aprender. Debes vaciar tu mente y tu cuerpo de lo que no sirve para darle espacio a lo nuevo, a lo que te ayudará. No cometas el error de tratar de cambiar más de un hábito a la vez; comienza por uno que sea fácil de conseguir y avanza gradualmente. Eso sí: la clave radica en la constancia.

5.- Los eventos a los que asistas.
No basta con el conocimiento, no basta con la educación. Si no pasas a la acción, la teoría de nada te sirve (más bien, te perjudica). Los eventos, además, son excelentes oportunidades para el networking, para darte a conocer y posicionarte, para conocer personas que te puedan acompañar en este apasionante viaje y a otras que te guíen, que puedan ser tus mentores.

¿Cuánto tiempo te requerirá el proceso? Es imposible saberlo. Dependerá, fundamentalmente, de tu disciplina, de tu responsabilidad, de tu resiliencia, de cuán enfocado estés. Y, sobre todo, de cuán comprometido estés con esa cambio que dices que quieres hacer, con la vida de éxito, bienestar y prosperidad que deseas crear. La diferencia entre el triunfo y la derrota eres tú.

Mi consejo es que, si en verdad quieres construir tu mejor versión, lo hagas paso a paso, con paciencia (sí, ya sé que es una virtud que no abunda). Te sugiero que te pongas un plazo de 5 años para cerrar el círculo, para completar el proceso. Modela el éxito de quienes ya lograron lo que deseaban, adapta sus estrategias a tu forma de ser y trabaja cada día de tu vida.

Un apunte final: uno de los principales obstáculo que encontrarás en tu camino son las creencias limitantes que habitan en tu cerebro. No puedes desterrarlas todas de un día para otro, ni puedes hacerlo solo. Necesitarás ayuda idónea, compañía y paciencia (¡otra vez!). Recuerda: vida solo hay una, no la desaproveches. Además, sé que tú puedes lograrlo…


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