¿Alguna vez cumpliste un propósito de Año Nuevo? Si la respuesta es un sí, déjame decirte que eres parte de una élite. De acuerdo con un estudio publicado por la Universidad de Scranton, en Pensilvania, solo el 8 por ciento de las personas que se fijan un propósito o una meta logran cumplirla. Ocho por ciento, es decir, menos de una de cada diez personas. ¡Aterrador!

Podrás decirme que esa es la naturaleza del ser humano, algo que suena muy bonito, pero que en el fondo no es más que una excusa. Porque, te contrapregunto: ¿por qué, entonces, ese 8 por ciento sí cumple sus metas, sí logra sus objetivos? ¿Qué hace distintas a esas personas del restante 92 por ciento? Ellas, las exitosas, también son seres humanos, así que no debería haber diferencia.

Sin embargo, la hay. Y sustancial. Porque cada meta incumplido, cada propósito que se queda en la formulación es como una gota de agua. Y ya sabemos de qué está compuesto un gigantesco océano: de miles de millones de gotas de agua. Además, sabemos el poder de una gota de agua: lentamente, sistemáticamente, pacientemente, es capaz de horadar la piedra más dura.

En otras palabras, la acumulación constante de metas incumplidas, de propósitos fallidos, puede acabar con tus sueños. El problema de fondo es que los seres humanos desarrollamos efectivos sistemas para bloquear esas promesas, para olvidarlas rápidamente. Entonces, dado que eludimos la responsabilidad, dado que no lo hacemos consciente, estamos condenados a la repetición.

Y no se trata de fuerza de voluntad o de disciplina, que sí te ayudan, pero no son suficientes. Lo que en realidad necesitas, eso que poseen esas personas que conforman esa élite del 8 por ciento, es un método. ¿Ah, que ya lo sabías? Muy bien. Pero, entonces, ¿por qué no lo pones en práctica? Tranquilo, conozco muy bien la respuesta: porque entre el dicho y el hecho hay mucho trecho.

Lo sé porque en algún momento de mi vida, hace ya muchos años, por fortuna, también sufrí lo mismo. Es decir, formulaba propósitos que no cumplía (como, por ejemplo, dejar de fumar, hasta que padecí un infarto) y me tracé metas que jamás alcancé. Procrastinaba una y otra vez, sin cesar, y no entendía el motivo. Hoy, afortunadamente, este es un problema que tengo bajo control.

No fue tan fácil como decir y hacer, más allá de que mi formación como sicólogo me ayudó, sin duda. Fue necesario una rigurosa introspección, profundizar en el autoconocimiento y, sobre todo, elaborar y ejecutar (esto es lo más importante) el plan destinado a desaprender los viejos hábitos, que no servían, y aprender unos nuevos. Así mismo, incorporar nuevas y efectivas habilidades.

La primera razón por la cual surge este problema de nunca alcanzar tus metas, ni llevar a cabo tus propósitos, es porque sabes cuál es el punto A, pero desconoces cuál es el punto B. Y, lo peor, no sabes cómo ir desde A hasta B. En otras palabras, esa meta o propósito es vago, difuso o, quizás, demasiado general. O, también, excesivamente ambicioso y supera tu capacidad de enfrentarlo.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La aventura de la vida y los negocios es como escalar el Everest: no alcanzarás la cima en solitario.


Según un estudio de una universidad estadounidense, más de 9 de cada 10 personas no son capaces de alcanzar las metas, ni hacer realidad los propósitos que se proponen. ¿Y el resto? ¿Qué las hace diferentes? Te comparto cinco razones por las que estás fallando.


Necesitas que esa meta o propósito sea claro, preciso y, en especial, realizable. Y algo importante: que sea medible, es decir, que en el desarrollo del proceso puedas saber cuánto has avanzado y cuánto te falta. Y, por supuesto, que puedas corregir, enderezar el rumbo, si es necesario. Así, entonces, comienza por metas sencillas, que puedas cumplir a corto plazo y de con facilidad.

El segundo factor por el que fallamos en esta tarea es que somos reactivos, cuando lo que se nos exige es ser proactivos. ¿Sabes cuántas veces me prometí, cuántas veces le juré a la señora Julita (mi mamá) que iba a dejar de fumar? Millones de veces. Sin embargo, solo lo hice cuando la vida me obligó, cuando mi cuerpo dijo “¡No más!” y terminé con un infarto, en la cama de un hospital.

Los seres humanos estamos convencidos de que podemos pedirle todo a la vida sin darle nada a la vida. Es decir, queremos ser saludables, pero sin llevar hábitos saludables. Y así no funciona. Para cumplir tus metas y propósitos, no puedes esperar que las cosas sucedan: ¡debes hacer que sucedan! Plan+Estrategia efectiva+Acción es la fórmula del éxito. No hay otra, te lo aseguro.

Una tercera piedra con la que tropezamos frecuentemente en este camino es la falta de una mentalidad adecuada. Seguramente sabes que atribuyo el 80 por ciento del éxito en la vida, en el trabajo o en cualquier otra actividad, a la mentalidad. El resto, como se dice en la calle, es pura carpintería. ¿Por qué? Porque lo que hacemos está determinado por aquello que pensamos.

Por eso, es indispensable que visualices tu meta cumplida, tu propósito realizado. ¿Eso qué quiere decir? Que tienes que indicarle a tu mente, de manera clara, precisa y contundente, cuál es la tarea que vas a emprender y adónde quieres llegar. De esa forma, la mente pondrá a tu servicio todo su poder; de lo contrario, traviesa y caprichosa, se dedicará a jugar contigo, a molestarte.

La falta de enfoque es la cuarta razón y, como imaginarás, está estrechamente relacionada con las tres anteriores. El ser humano en general, y más en estos tiempos en los que nos bombardean inclementemente a través de los medios de comunicación e internet (en especial, redes sociales), se distrae con facilidad. Hay mil y una distracciones fáciles que en verdad son solo excusas fáciles.

Vivimos inmersos en una realidad frenética que nos avasalla, que nos ahoga. Una realidad en la que a duras penas tenemos la posibilidad de gestionar lo urgente y, por ende, sacrificamos lo importante. Entonces, hay que romper paradigmas, despojarnos de las cadenas que nos atan y hacer justo lo que es necesario para alcanzar las metas, para hacer realidad los propósitos.

El quinto y último factor es la soledad o, dicho de otra manera, la falta de acompañamiento. En la historia de la humanidad, nadie, absolutamente nadie, subió el Everest en solitario. Y seguro sabes que la aventura de la vida y los negocios es, en muchas formas, muy parecido a escalar una gran montaña. ¿En qué sentido? Para llegar a la cima (y sostenerte en ella) necesitas de otros.

“Solo llegarás más rápido (si llegas); acompañado llegarás más lejos”, reza una popular frase. Si te rodeas de las personas adecuadas, si te permites la oportunidad de ser guiado por un mentor, la tarea de alcanzar tus metas, de hacer realidad tus propósitos, ya no será una asignatura pendiente y se transformará en un feliz hábito en tu vida. El resultado dependerá de lo que elijas.

Durante años, formé un pequeño lago (afortunadamente, solo un pequeño lago) con las gotas de agua de mis metas incumplidas, de mis propósitos fallidos. Por fortuna, la vida, mis padres y mis mentores me enseñaron cuál era el camino adecuado y hoy celebro con frecuenta mis logros. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que tú también puedes hacerlo, si quieres, puedes hacerlo.


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