Entre las muchas categorías en las que se puede dividir al ser humano, una de las más comunes es la de personas exitosas y personas que no solo son (que, para nada, significa que sean fracasadas). Y es inevitable mencionarla porque desde que somos niños nos enseñan que debemos ser exitosos, aunque se olvidan de darnos la información más importante: ¿qué es éxito?

Ese, sin duda, es el primer problema, un gran problema. Porque no existe un definición precisa, exacta, de lo que es el éxito. Más allá de que el diccionario nos dice que es el diccionario, que es el “Resultado feliz de un negocio, actuación”, la “Buena aceptación que tiene algo o alguien” y “Fin o terminación de un negocio o asunto”, es imposible ponerse de acuerdo.

¿Por qué? Porque no hay un solo éxito. Es decir, para cada persona es distinto y, además, hay éxito sentimental, laboral, económico, deportivo…, en fin. Lo que sí creo que cada vez está más sentado es que eso que llamamos éxito no está directamente, o estrechamente, ligado a lo material. Es, más bien, una construcción relacionada con lo espiritual y el propósito de vida.

Y algo más: no es un punto final, una cima o un camino que se termine en algún lugar, sino un proceso. Si bien durante muchos años tuve la misma concepción del éxito que la mayoría de las personas, por las enseñanzas de la vida y de mis mentores entendí que se trata de disfrutar el proceso, de ir paso a paso y errar, parar, corregir y volver a empezar, una y otra vez.

Si me preguntaras para mí qué es el éxito, una definición rápida, te diría que es “no darse por vencido, no renunciar a tus sueños”. Que, tristemente, es lo que hacen muchos: tan pronto en que se encuentran con dificultades, pierden el impulso, la motivación y el enfoque, pierden las fuerzas y se van por un atajo, que los desvía del camino, o simplemente dejan el camino.

Cuando miro mi vida en retrospectiva, en especial desde aquel día de 1998 que tomé la genial decisión de convertirme en emprendedor (bueno, la verdad no sabía que ese sería el resultado), veo que lo más meritorio, lo más valiente, fue no haberme rendido. Y tuve todos los motivos que se te ocurran, todas las dificultades, muchas de ellas fruto de mis errores.

Sin embargo, mis sueños eran más grandes, más poderosos. Y aunque tenía mil y una razones para tirar la toalla, no lo hice. A veces, muchas veces, significó pagar un elevado precio, pero hoy sé que bien valió la pena. Y lo agradezco, porque fue eso, precisamente, lo que me permitió llegar a donde estoy hoy, gracias a lo cual pude construir una vida hecha a mi medida.

Que, por supuesto, está lejos de ser perfecta. Y eso, sin duda, es algo que me encanta, que me reta, que me impulsa. Cada día es una oportunidad para crecer, para aprender, para servir más y mejor a quienes confían en mí, en mi conocimiento, en mis experiencias. Por eso, no me distraigo, no acelero el proceso: lo vivo, lo disfruto, lo respeto. Los resultados se dan solos.

Es decir, son una consecuencia. ¿De qué? De lo que haces, de cómo lo haces y, de manera muy especial, de lo que piensas. Es decir, de tu mentalidad. Que, seguramente lo sabes, es la responsable de al menos el 90 por ciento de lo que consigue en la vida, para bien o para mal. Y, para volver a la idea del comienzo, es la razón por la cual algunos somos exitosos y otros, no.

Ahora, por supuesto, no olvides que no hay un solo éxito. La madre Teresa de Calcuta, Albert Einstein, Steve Jobs, Barack Obama, Shakira, Lionel Messi y el escritor Mario Mendoza fueron y son exitosos, cada uno a su manera, cada uno en su área específica. Algunos acumulan mucho dinero y otros, más bien, dejaron un legado en el mundo por el impacto positivo que generaron.


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Una persona exitosa es, en esencia, alguien que no se rindió, que se creció ante las dificultades.


Una persona es exitosa no porque sea extraordinaria, sino porque hace de lo común, de lo que cualquiera tiene o quiere ser, algo extraordinario. La diferencia radica en que cada día se enfocan en avanzar. Te revelo las 7 cualidades de los que son exitosos.


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¿Por qué otros tienen éxito (y mucho) y tú no lo alcanzas? Olvídate de creer que esas personas que acabo de mencionar tuvieron una vida fácil, o jamás enfrentaron problemas o que, como es muy común, “tenía un buen padrino”. ¡Nada que ver! Todos comenzaron de abajo, podría decirse que desde cero, y construyeron algo increíble que sobrepasó los límites imaginables.

Confucio, el famoso pensador chino que vivió entre los años 551 y 479 a. C., decía que “el éxito depende de la preparación y sin ella estamos condenados al fracaso”. Eran otros tiempos, está claro, pero coincido en que nada de lo que obtienes de la vida es casualidad, sino causalidad. Es decir, es la consecuencia de lo que haces, de cómo lo haces y de tus pensamientos (repito).

Olvídate también del talento: todos, absolutamente todos los seres humanos, somos muy talentosos. Y recalco el MUY. Todos, además, estamos en capacidad de aprender lo que se nos ocurra, por difícil que parezca. Y todos, absolutamente todos, podemos desarrollar múltiples habilidades que nos ayuden a potenciar el conocimiento adquirir, nuestros dones y talento.

La primera cualidad de las personas exitosas es que salen de su zona de confort. Ese lugar, que para algunos es como vivir en vacaciones permanentes, en realidad es una cárcel para tus sueños. No conseguirás nada de lo que anhelas si permaneces allí. Por supuesto, tendrás que pagar un precio, pero al final te darás cuenta de que bien valió la pena por la recompensa.

Una segunda característica es la visión. Sí, son personas que tienen claro qué quieren de la vida y, en especial, qué quieren hacer con su vida. Son proactivas, creativas y toman la iniciativa sin esperar que la vida les dé: más bien, toman lo que quieren. Son de mentalidad abierta y esto se refleja, entre otras cosas, en su deseo de aprendizaje constante, en su ánimo para cambiar.

Una tercera cualidad es que tienen confianza en sí mismas, que de paso es una de las mayores falencias o debilidades de quienes no son exitosas. Creen en sus ideas y están dispuestas a dar siempre un poco más con tal de hacerlas realidad. Son persistentes, coherentes y pacientes, no se rinden y, más bien, hacen de la terquedad una característica positiva, enfocada al logro.

Una cuarta característica es que pasan a la acción sin dudarlo. No se quedan pensando, no se limitan por sus miedos (que los tienen, sí), no se frenan por el qué dirán los demás. Así mismo, adquieren las herramientas necesarias para obtener lo que desean: conocimiento, habilidades, compañía (socios, aliados), recursos (de diversa índole). Actúan y, por eso, avanzan.

Una quinta cualidad es que aprenden a aceptar el error como parte importante del proceso y, lo mejor, aprenden de esos errores. No se quedan lamentándose y tampoco buscan excusas. Y algo que es muy importante: invierten en sí mismo, tiempo, dinero, recursos, porque saben que solo así podrán aprovechar lo que la vida les brinda. Además, son autoexigentes.

Una sexta característica es que están en permanente evolución. Nunca se conforman con lo que tienen o lo que han conseguido y se ponen metas cada vez más exigente. Dado que se rodean de las personas adecuadas, profesionales de primer nivel en distintas áreas, no dejan de aprender y tampoco se ponen límites. Algo crucial: le perdieron el miedo a cambiar.

Una séptima cualidad es que son ambiciosas, en el sentido positivo. El diccionario lo define como “Deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama” y como “Cosa que se desea con vehemencia”. Son personas ambiciosas porque siempre quieren más, a sabiendas de que cada logro es un triunfo temporal, pero de que lo mejor está por venir.

Una persona exitosa no es, ni mucho menos, perfecta. Es, más bien, alguien que es consciente de su imperfección y que, a pesar de ella, trabaja cada día para construir su mejor versión. Es hacer de lo ordinario (es decir, lo que cualquiera tiene o puede lograr) algo extraordinario. Es, también, un privilegio, un reto y una responsabilidad que no todo el mundo está en capacidad de aceptar.