Crees que no puedes, pero ¡sí puedes! Es una realidad, una dura realidad, a la que nos enfrentamos los seres humanos, todos los seres humanos, cada día en todas las actividades de la vida. Así como decimos “Cada día trae su propio afán”, también es cierto que “Cada día trae su propio reto” y “Cada día trae su propia oportunidad”. Sin embargo, “del dicho al hecho…”.

Si me conoces o si has asistido a alguno de mis eventos presenciales o virtuales, quizás me habrás escuchado decir que soy terco. Pero, no uno cualquiera: ¡muy terco!, empecinado. Por supuesto, entenderás que esa actitud me llevó a cometer errores, algunos de grueso calibre, y a verme involucrado en episodios en los que no salí bien librado. Algún precio hay que pagar.

Lo bueno, al menos para mí, es que fueron más, muchas más, las veces que me salí con la mía que aquellas en las que salí con el rabo entre las piernas. De hecho, puedo decir con autoridad que no sería quien soy y no estaría donde estoy de no haber sido terco. Que, además, no era una terquedad ciega, sorda y muda, como dice Shakira, sino una convicción, confianza en mí.

Convertirme en emprendedor, por ejemplo. O, antes, dejar las aulas de la facultad de Ingeniería Electrónica por las de Psicología, un drástico cambio que no era fácil de entender (y menos, de explicar). Por fortuna, aun con incredulidad, recibí el apoyo de mis padres y soy feliz de haberme graduado como psicólogo, más allá de que hoy no ejerzo esta profesión.

En el tema del emprendimiento, fue más difícil todavía. Porque en aquella época, finales de los años 90, en Colombia era poco o nada lo que se hablaba de este tema. Y, para rematar, era un oficio que no estaba bien visto: ser emprendedor era ser vago, holgazán. “¿De qué va a vivir?”, era la pregunta más frecuente que me hacían mis familiares y mis amigos. Y no había respuesta.

No la había porque honestamente no sabía en qué me metía. Sí, entendía que esa novedosa tecnología de internet que acaba de llegar a nuestra vida era disruptiva y también, una oportunidad. Sin embargo, no sabía cómo era esa oportunidad, no sabía exactamente cómo se iba a manifestar. A pesar de esto, hice gala de mi terquedad e insistí hasta que lo conseguí.

Para lograrlo, tuve que realizar dos acciones heroicas: desapego y salir de la zona de confort. Me alejé de mis padres, de mi familia, de mis amigos y de todo aquello que me resultaba cómodo y me embarqué en una aventura que me exigió al 1.000 por ciento. Me enfrenté a la soledad, al desarraigo, al reto de ser inmigrante y, en especial, al de comenzar de cero.

Y lo logré. ¿Cómo? Gracias a mi terquedad, por supuesto. Pero, también, a una tercera acción heroica: el cambio de mentalidad. El chip mental con el que llegué a Estados Unidos en 1998 no servía, no era apto para el camino que iba a recorrer, no estaba capacitado para permitirme cristalizar mis sueños. Entonces, no hubo más remedio: lo saqué e instalé uno nuevo, distinto.

Si me sigues, es muy probable que también me hayas escuchado decir que el 80-90 por ciento del éxito está determinado por la mentalidad y el restante 20-10 por ciento por la sumatoria de conocimiento, habilidades y, sobre todo, ejecución (hacer, pasar a la acción). La verdad, creo que fue necesario cambiar el 99 por ciento de mi mentalidad para esa nueva vida.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Crees que no puedes, pero ¡sí puedes! El poder para conseguir lo que deseas está en tu mente. ¡Prepárala para el éxito!


Como psicólogo y emprendedor, la vida me enseñó que el éxito, sea cual fuere la idea que tengas de él, solo es alcanzable si posees la mentalidad necesaria. Todo lo demás será insuficiente (e inútil) si tu mente no está preparada. Ocho cambios que a mí me ayudaron.


Estos fueron algunos de los ajustes que le hice a mi configuración:

1.- Nunca es tarde para comenzar.
Estoy seguro de que si volviera a nacer, desde niño sería un emprendedor. En esta vida, sin embargo, comencé después de los 30. ¿Era el momento? Fue MI momento. Y lo he disfrutado mucho estos años. Aprendí que siempre es posible comenzar, sin importar la edad (es tan solo un número), de los fracasos, del camino recorrido. El mejor momento para comenzar es HOY.

2.- Lo más rentable: invertir en ti.
Cada dólar que inviertas en tu conocimiento, en tu formación, en tu crecimiento profesional y personal se verá recompensado más adelante. Soy un eterno aprendiz, pero necesitaba entender que debía aprender de diversas áreas y desarrollar algunas habilidades que, según creía, no eran para mí o no me agradaban. Recuerda: cosecharás lo que hayas sembrado.

3.- Desarrolla la resiliencia.
La vida NO es una competencia, pero sí una prueba de resistencia: solo los que son capaces de sobreponerse a las dificultades, los que aprenden a remar contra la corriente, los que no se dejan llevar por los pensamientos negativos, logran lo que desean. Dificultades y errores siempre habrá, así que tienes que entrenar tu mente para tomar lo positivo y seguir adelante.

4.- No te conformes.
La vida es caprichosa y tiene formas poco agradables de darnos las lecciones más valiosas. Por eso, a veces, creemos que nos niega lo que deseamos, cuando en realidad lo que nos dice es que merecemos más, nos impulsa a no conformarnos. La altura del listón la estableces tú, el límite del techo lo impones tú: todo lo que quieres está al alcance de tu mano, si lo buscas.

5.- Crea tu propio método.
Nunca llegarás a donde quieres si no tienes un plan y una estrategia que te lleven allá. Si lo que deseas es ser exitoso, solo lo conseguirás si creas un sistema que no solo te permita superar las dificultades, sino alcanzar las metas que te propongas. El éxito no es cuestión de talento, ni de conocimiento, ni de experiencia, ni de herramientas o recursos, sino resultado de un método.

6.- Cuida de ti.
Este, lo confieso, fue el cambio que más trabajo me costó implementar. De hecho, lo hice solo cuando la vida me dio un susto, un aviso perentorio. Durante años, cultivé malos hábitos que por poco me cortan las alas. Sin embargo, tuve una nueva oportunidad y alcé un vuelo más alto. Hoy, mi salud es mi prioridad y ese bienestar se refleja en todos los aspectos de mi vida.

7.- El mejor negocio es servir.
Ningún negocio es una ONG o una institución de caridad, es algo que tengo claro, pero si te obsesionas con el dinero la vas a pasar mal. En cambio, si entiendes que la vida te concedió el privilegio de ayudar a otros con tu conocimiento y experiencia, si cumples la misión que te fue encomendada, vas a recibir una recompensa multiplicada de mil y una formas maravillosas.

8.- Cree en ti.
Lo menciono de último, pero debería ser el primer cambio de mentalidad que implementes. Si tú no crees en ti, ¿por qué crees que alguien más lo haría? Tienes todo el potencial que se requiere y si haces lo que se necesita estás en capacidad de conseguir lo que te propongas, por ambicioso que esto sea. Confiar en ti suele marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Crees que no puedes, pero ¡sí puedes! Quizás no lo has intentado lo suficiente, quizás no has aprendido lo suficiente, quizás no te has rodeado de las personas adecuadas, quizás debas hacer una limpieza en tu entorno. Todo esto, sin embargo, no bastará si no logras cambiar tu mentalidad, si no entrenas tu mente para el éxito, si tus pensamientos son un obstáculo.

Por último, debes entender que el éxito, sea cual fuere la idea que tengas de él, no es un destino, sino el proceso. Éxito es que lo disfrutes, que lo compartas, que lo multipliques, que no dejes de aprender, que cada día intentes ser tu mejor versión. Recuerda: la vida NO es una competencia, pero es imprescindible aceptar que se trata de una prueba de largo aliento.


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