¿Me aceptarías una invitación? Una que, seguro, puede cambiar el rumbo de tu vida, el de tu familia, el de tu negocio y el de tu entorno para siempre y para bien. ¿Te interesa? ¿Crees que es algo que te mereces? Se trata de realizar la mejor inversión de tu vida, una que, si la manejas de la manera correcta, no solo te brindará el bienestar que deseas, sino que te recompensará de manera increíble.

“¿Cuánto dinero tengo que invertir, Álvaro?”, supongo que es la pregunta que te inquieta en este momento. La respuesta es sencilla: depende de ti. Depende de cuánto quieras recibir de retorno, depende de cuáles y cuántos beneficios esperas obtener, depende de cuál es el sueño de tu vida, depende de si tus dones y talentos están alineados con el propósito de tu vida, con tu razón de ser.

“Ah, Álvaro, ahí no entiendo: estamos hablando de invertir poco dinero y obtener unas buenas ganancias, ¿cierto?”. La respuesta es sencilla: no, exactamente no. Puedes empezar con una cantidad pequeña e ir incrementando, aunque, como dice mi buen amigo Hyen Uk Chu, el gurú de las inversiones en la Bolsa de NY, no esperes ganar un millón de dólares si solo inviertes 100.

Antes de continuar, permíteme hacerte una pregunta: ¿cuál crees que es la inversión más rentable que puedes realizar? Por favor, no respondas de manera automática. Tómate unos segundos para pensar, respira profundo y, luego, respóndete a ti mismo. En mi caso, desde hace un tiempo tengo unas pequeñas inversiones destinadas, específicamente, a generar ingresos pasivos recurrentes.

Pero, dejémonos de rodeos. Eso no es lo que tengo hoy para ti, esa no es la invitación que quiero formularte. ¿Entonces? Vamos al grano: ¿te interesaría convertirte en un inversor emocional? El retorno a la inversión (ROI) puede ser fabuloso, como mencioné antes, y si bien una opción es ganar dinero lo que en verdad vas a ganar es bienestar, abundancia, paz y tranquilidad en tu vida.

Un inversor emocional es alguien que, por voluntad propia y con la ayuda de las personas adecuadas, invierte en sí misma. Básicamente, se trata de aprender a rodearte de personas positivas que te alimenten con su conocimiento y experiencias, de saber gestionar los riesgos de tus acciones y decisiones, de crear un ambiente propicio para tu desarrollo personal y profesional.

¿Cómo te parece? ¿Te interesa? ¿Crees que vale la pena? Algo que aprendí a lo largo de más de 23 años de trayectoria es que los resultados de lo que obtienes en tu negocio, en tu trabajo, son fruto directamente proporcional de lo que eres como persona. En otras palabras, si tu vida es un caos, si no tienes disciplina, si te dejas dominar por las emociones, tu negocio será el que pague el precio.

El conocimiento es un elemento muy importante del proceso, imprescindible. No solo lo que aprendiste en el pasado, sino lo que aprendes cada día, tu capacidad para estar actualizado, para adquirir nuevos hábitos, para desarrollar otras habilidades. Tus experiencias son una gran ayuda porque te aportan el valor de los errores y de los aciertos y te sirven para evitar más obstáculos.

También es necesario dominar las herramientas y los recursos que hoy nos ofrece la tecnología y, en el caso de los negocios, las técnicas y las estrategias que nos brinda el marketing. Sin embargo, y este es el mensaje que me interesa que te quede grabado con estas líneas, nada de esto te servirá, nada de esto te permitirá alcanzar tus metas si no desarrollas la mentalidad adecuada.

La mentalidad, amigo mío, es el plus que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso, entre los que consiguen lo que desean y los que solo reciben frustraciones. Si tienes mentalidad de escasez, avanzarás hasta que se presente la primera dificultad y ahí te rendirás. En cambio, si desarrollas una mentalidad de abundancia (prosperidad, crecimiento, plenitud), no habrá límites para ti.

Antes que sicólogo de profesión y que emprendedor de éxito soy un ser humano común y corriente. Tengo miedos, tengo telarañas mentales, tengo prontuario de fracasos, cometo errores (algunos, groseros) y, por supuesto y afortunadamente, acredito alegrías, éxitos y grandes logros. Y producto de todo ello aprendí que la diferencia entre el bien y el mal es la mentalidad.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Todo lo que esperas de la vida llegará en la medida en que tengas la mentalidad adecuada y ames lo que haces.


En el 99,9 por ciento de los casos, la diferencia entre el éxito y el fracaso, la felicidad y la tristeza está en la mentalidad. Vale aquella premisa de ‘cosechas lo que sembraste’, así que solo podrás conseguir lo que deseas si eres un ‘inversor emocional’. ¿De qué se trata y cómo lograrlo?


En otras palabras: solo podrás recibir de la vida lo que deseas si antes aprobaste la asignatura de la mentalidad. Por eso, es absolutamente necesario que entiendas que debes convertirte en un inversor emocional. En esencia, de lo que se trata es de aprender a gestionar las emociones para que, a diferencia de lo que les sucede a muchas personas, no sean el obstáculo que las detiene.

Una adecuada gestión de las emociones es la clave para tomar buenas decisiones, para superar los momentos difíciles, para mantener la motivación cuando no se obtienen los resultados esperados y, de manera especial, cuando el éxito toca a tu puerta. Es tan negativo dejarte llevar por la ira o la frustración como resbalar y tropezar en el terreno de la euforia y la victoria. ¿Entiendes?

El mundo de los negocios, dentro o fuera de internet, así como la vida cotidiana está plagado de incertidumbre, crisis, dificultades, logros y momentos de felicidad que nos pueden llevar a pasar malos ratos. De tu capacidad para gestionarlos adecuadamente dependerá que te mantengas enfocado, que no caigas en la tentación de tirar la toalla y que alcances las metas previstas.

Además, y este no es un detalle menor, ser un inversor emocional te representa beneficios como estar en paz, estar en equilibrio, ser agradecido y, sobre todo, ser proactivo para aprovechar las oportunidades que te brinda la vida. No se a ti, pero a mí este ROI se me antoja muy valioso y, en especial, más útil que el dinero (que se necesita, por supuesto). Por eso, cuido mi mentalidad.

Ahora, es posible que te preguntes “¿Cómo se invierte en las emociones?”. La clave está en aceptar y llevar a la práctica que tú mismo eres tu prioridad. No es egoísmo, es entender cuánto vales. Si estás mal, no solo te afectas tú, sino que afectas a tu pareja, a tus hijos, a tus compañeros y a tus clientes. Por fortuna, esta premisa se aplica también para lo positivo, la otra cara de la moneda.

Invertir en tus emociones significa descansar bien, alimentarte sanamente, practicar algún ejercicio, leer, aprender constantemente, disfrutar de las actividades que te apasionan (música, baile, deporte) y, en suma, preocuparte porque haya un equilibrio entre lo personal y lo laboral. La espiritualidad o ser parte de actividades benéficas también son inversiones muy convenientes.

Otro aspecto importante es que sepas que, así como hay inversores emocionales, existen los gastadores emocionales. Son los que se pasan la vida derrochando sus emociones, peleando con todo y contra todos, reaccionando de manera instintiva (y casi siempre agresiva) y enfocados en lograr venganza por lo malo que sucede en su vida (alguien, distinto a ellos, debe pagar el precio).

El gastador emocional vive a la defensiva, ve enemigos donde no los hay y malgasta sus energías en situaciones tóxicas que, además, le impiden conseguir lo que anhela. Son pesimistas, siempre ven el vaso medio vacío, nunca están conformes con lo que reciben y se perciben a sí mismos como víctimas. En sus vidas no hay paz, no hay tranquilidad, no hay prosperidad, no hay felicidad.

Elegir bien las personas a las que les permites ser parte de tu vida es la primera decisión para que tu inversión emocional sea rentable. Otra acción necesaria es pasar tiempo con quienes amas y haciendo lo que amas, así como cuidar tu diálogo interno, los mensajes que envías a tu mente. Por último, debes sembrar y cultivar la semilla de la gratitud, de cuyo árbol florecerán la abundancia y la prosperidad.

Por supuesto, para que esa inversión emocional rinda los frutos que deseas debes diseñar un plan que te permita cumplir con los objetivos, uno en el que puedas medir el avance y corregir en caso de ser necesario. Y, como en el mundo de los negocios, requieres la guía de un mentor y el apoyo de aliados estratégicos que te ayuden a acortar a curva de aprendizaje y a disfrutar de la aventura.


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