“Nadie es eterno en el mundo” es el título de una canción muy conocida en Colombia, en especial, y en el resto de Latinoamérica en la voz del fallecido cantante Darío Gómez, ídolo de la música popular, el recordado Rey del despecho. Un mensaje que se ajusta a la perfección a un caso mediático que nos deja grandes lecciones para la vida y los negocios: la relación del golfista Tiger Woods y la marca Nike.

La noticia, de la que se rumoraba desde hacía semanas, finalmente se confirmó: después de 27 años de una fructífera y lucrativa relación, Woods y Nike parten cobijas. Lo hacen de forma amistosa, sin conflictos de por medio, simplemente porque ya se cumplieron los objetivos que se habían trazado. Las dos partes coinciden en que es mejor partir en este momento, por las buenas.

Ahora, volvamos el tiempo atrás. En 1962, el corredor universitario Phil Knight, que terminaba su MBA en Stanford (California), elaboró una tesis sobre la introducción de las empresas japonesas de calzado en EE. UU. No era un momento de éxito evidente: la Segunda Guerra Mundial formaba parte de la historia reciente y la hostilidad hacia Japón continuaba. Las heridas no sanaban aún.

Por eso, cuando Knight voló a Japón para convencer a una empresa para importar sus zapatillas, debió de parecer una locura. De hecho, sí, era una locura. Ese fue el origen de Nike, que en aquel momento fue conocida como Blue Ribbon Sports. Knight importaba zapatillas ‘atléticas’ de Onitsuka (que después pasaría a convertirse en Asics), las llevaba en el maletero de su auto y las vendía.

No tardó en encontrar un socio: su entrenador Bill Bowerman, que según cuenta la historia era obsesivo tanto por sus atletas como por el equipo que estos utilizaban. La marca salió al mercado en 1972, cuando dejaron de ser intermediarios de la fábrica japonesa Tiger (sí, Tiger, vaya ironía) y se convirtieron en propietarios. No tardaron en llamar la atención de sus clientes potenciales.

¿Por qué? Las zapatillas incorporaban una innovación interesante: la suela era más ligera y suave que las tradicionales. Ya habían dado el primer paso, pero faltaba el fundamental: que el mercado conociera la marca. ¿Qué hicieron? Un convenio con el atleta Steve Prefontaine, que las utilizó en los Juegos Olímpicos de Múnich en aquel año. Entonces, Nike se convirtió en rey de las zapatillas.

Faltaba un pequeño empujoncito, que se dio en 1985 de la mano de uno de los más deportistas más famosos de la historia: el basquetbolista Michael Jordan. Un año más tarde se popularizó el eslogan Just do it! (¡Hazlo!), que inmortalizó la marca. Sin embargo, habría un capítulo más de la historia, uno lleno de gloria y, por supuesto, de millones de dólares. Uno que acaba de terminar.

El comienzo, por cierto, fue inesperado. El domingo 25 de agosto de 1996, un jovencito Tiger Woods alzó por tercera ocasión consecutiva el trofeo del U.S. Amateur Championship, el torneo más importante del golf amateur en Estados Unidos. Un hecho inédito que, valga decirlo, nunca se repitió. Dos días más tarde, anunció su salto al profesionalismo y a la lista de los millonarios.

¿Por qué? Aún no había dado su primer golpe como profesional, pero ya había estampado su firma en un contrato con Nike, por 40 millones de dólares. Un suceso que estremeció los cimientos del golf, un deporte conservador y tradicionalista. El anuncio también dejó huella: “Hola, mundo. Dicen que no estoy preparado para ti. ¿Estás preparado para mí?”, preguntaban el joven Woods.

Hasta entonces, Nike jamás había tenido afinidad alguna con el mercado del golf, irónicamente liderado por Adidas, su principal competidor. Phil Knight, fundador Nike y gestor del convenio, lo justificó: “El mundo no ha visto nada como lo que él hará por el deporte”. Tenía razón, lo sabemos, porque Tiger no solo cambió el golf, sino el deporte profesional. Una visión multimillonaria.

Esa misma semana, Woods debutó como profesional en el Greater Milwaukee Open y lo demás es historia conocida: 82 victorias en el PGA Tour, 15 ‘Majors’ y una estela inolvidable que revolucionó, literalmente, la industria del golf. Un multimillonario negocio que significó una fuente de la cual brotaron cientos de millones de dólares: se calcula que Woods recibió entre 500 y 600 millones de dólares.

Nike multiplicó por 10 sus ingresos, de los 30 millones anuales antes de la era de Woods a los 300 solo dos campañas después de su fichaje. Por ponerlo en perspectiva, en 1984, cuando ató a Michael Jordan, la compañía le entregó un cheque de 250.000 dólares más un porcentaje de las ventas de las zapatillas Air Jordan para convencerle de no se marchara con Adidas.

En 1996, el golfista que más recaudaba por patrocinios era el australiano Greg Norman. Reebok le pagaba dos millones, 20 veces menos que lo que Nike le dio al nuevo ídolo. Tiger rompía todos los esquemas. Una apuesta arriesgada, sin duda, dado que entraba en terrenos ajenos que, hasta ese momento, eran desconocidos. Una apuesta arriesgada que, ya sabemos, resultó ser la ganadora.

El impacto de Woods en el mundo del golf fue arrollador. Un ejemplo: aquel Greater Milwaukee Open en el que debutó ofreció una bolsa de premios de 1,2 millones de dólares, de los cuales 180.000 estaban reservados para el ganador (fue el estadounidense Loren Roberts). Woods terminó empatado en el puesto 60 y recogió un modesto cheque de 2.544 dólares.


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Por cuenta del vínculo con Tiger Woods, Nike entró al golf, un terreno dominado por su enemigo (Adidas).


Para la temporada 2024, la bolsa más baja en el PGA Tour son los 4 millones de dólares que se reparten el Puerto Rico Open, el Corales Punta Cana Championship, el Myrtle Beach Classic y el Barracuda Championship. El ganador recibirá 684.000 dólares. El The Players Championship (que no es ‘Major’), mientras, reparte 25 millones, de los cuales 4,5 millones serán para el campeón.

A partir de esa meteórica irrupción, Nike creó la división de golf y comenzó a fabricar y vender bolas, palos y talegas de golf, además de ropa y zapatos, por supuesto (la especialidad de la casa). Era habitual que al día siguiente de cada una de las victorias de Woods en el PGA Tour las tiendas de Nike se abarrotaban de aficionados ansiosos por adquirir las prendas que había utilizado en ese domingo triunfal.

La relación de Woods y Nike, además, sobrevivió a los problemas personales del deportista. Cuando se destaparon los líos extramatrimoniales (que le costaron el divorcio de su esposa Elin Nordegren, en 2010), Nike fue el único de los grandes patrocinadores que se mantuvo a su lado. Otros, como AT&T, Accenture, Gatorade, Gillette y Tag Heuer decidieron dar un paso al costado.

No era solo cuestión de dinero, sino de principios, de valores: Nike entendió que, más allá de sus errores, reprochables, Woods era un ser humano que había inspirado a millones y que merecía no solo su apoyo, sino una segunda oportunidad. Repitió esta estrategia en 2016 con la tenista Maria Sharapova, acusada de dopaje, o el basquetbolista Kobe Bryant, en 2003, acusado de violación.

El primer quiebre de la relación Woods-Nike se dio en 2016, cuando la marca decidió cerrar su división de golf: no más palos, no más bolas, no más talegas. Eran momentos en los que Woods luchaba contra los problemas personales y las lesiones y en los que su retorno a los campos de juego eran incierto. Con Tiger en horas bajas, las ventas se desplomaron y el negocio flaqueó.

Según la revista Forbes, Woods, Michael Jordan (94 millones en salarios en la NBA) y LeBron James son los tres únicos deportistas de la historia que han superado los 1.000 millones de dólares netos en ingresos entre sus nóminas deportivas, sus negocios y sus patrocinios (Tiger alcanza los 1.700, de los cuales 120 corresponden a premios por sus actuaciones en los campos deportivos).

“Tiger, desafiaste a tu competencia, los estereotipos, las convenciones, la forma de pensar de la vieja escuela. Desafiaste a toda la institución del golf. Nos desafiaste a nosotros. Y, sobre todo, a ti mismo. Y por ese desafío te estamos agradecidos, expresó Nike en el comunicado que anunció el fin de la multimillonaria alianza. “Rompió barreras para todo el deporte”, agregó más adelante.

Woods, por su parte, agradeció a la marca: “Hace más de 27 años, tuve la suerte de iniciar una asociación con una de las marcas más emblemáticas del mundo. Los días transcurridos desde entonces han estado llenos de tantos momentos y recuerdos increíbles que, si comenzara a nombrarlos, no tendría fin”. Y agradeció a Phil Knight, exdirector ejecutivo de Nike, por “la pasión y la visión”.

¿Qué podemos extraer de esta historia que nos sirva a los emprendedores?

1.- La visión. Solo en la mente innovadora e inquieta de Phil Knight germinó la idea de apostar por un talentoso jovencito afroamericano en un deporte que, por tradición, solo jugaban los blancos

2.- La oportunidad. Knight creyó en el talento de Woods y apostó por él antes de que se convirtiera en profesional. Una jugada maestra, porque meses después ese convenio habría sido a otro precio

3.- Valores y principios. Ningún negocio es rentable si el producto (Woods) no conecta con la forma de pensar y sentir de los potenciales clientes. Millones se identificaron con él

4.- Asumir el riesgo. La relación pasó momentos difíciles, hubo dificultades y los problemas de Woods amenazaron la reputación de la marca, que corrió el riesgo y, al final, salió fortalecida

5.- Nada es eterno. Hasta los mejores negocios, los más lucrativos, tienen punto final. Así es la vida y así son los negocios. No puedes enamorarte de tu producto porque el mercado cambia

“Lo vimos establecer récords, desafiar el pensamiento convencional e inspirar a generaciones de personas en todo el mundo”, afirmó Nike en el comunicado que causó conmoción el mundo del deporte. El golf fue uno antes de Tiger y otro, muy distinto, después de su aparición. Lo mismo sucedió en el ámbito del patrocinio deportivo, cuando Nike apostó por aquel talentoso jovencito.

A lo largo de mi trayectoria lancé productos muy exitosos que, como la relación de Nike y Tiger Woods, cumplieron su ciclo. Con dolor y nostalgia, no tuve más remedio que aceptar la realidad, agradecer los beneficios obtenidos y seguir adelante. Como lo harán Woods y Nike, porque esa es la vida: las cosas hay que aprovecharlas mientras las tenemos, porque nada (ni nadie) es eterno en el mundo…


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