Si eres uno de tantos que permanentemente experimentan la sensación de que alguien te ve o te persigue, ¡estás en lo cierto! Pero, puedes estar tranquilo porque no son los temibles marcianos que, decían, nos acechaban en el siglo pasado. Ahora, en la era de la tecnología, son Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp los que nos observan y nos siguen todo el tiempo a todas partes.

Desde hace más de 15 años, cuando se dio la masificación de los servicios de internet y pudimos disfrutar de avances como la banda ancha, primero, y la conexión wifi, después, además de los geniales dispositivos móviles, nuestra vida cambió. Y no fue un simple cambio cosmético, un poco de maquillaje aquí y otro poco más allá, sino algo radical. Fue una revolución que no se detiene.

Más allá de las maravillas que la tecnología nos ofrece, para el común de las personas internet es sinónimo de redes sociales. Que son una mínima parte de lo que es la red, pero la realidad es que, tanto en Europa como en América, la mayoría de las personas se conecta a internet para consultar sus redes sociales. Acaso está también la gestión del correo electrónico, y no mucho más.

Para casi todos, las redes sociales comenzaron como un juego. Era divertido encontrar allí a los amigos de la infancia, a los compañeros de colegio a los que no veías desde hace 20 o 30 años, a tus exparejas, en fin. Y, así mismo, resultaba entretenido publicar contenido de tu día a día. Para muchas personas, las redes sociales significaron salir del ostracismo, ser visibles y escuchados.

El problema, porque siempre hay un problema, es que las redes sociales hoy ya no son lo mismo de antes. Aunque se trata de un invento realmente joven, pues las principales aplicaciones que usamos hoy no tienen más de 17 años, el mal uso, el abuso de su poder y la distorsión de esa filosofía inicial las tienen en crisis. De hecho, algunas están enredadas en el ojo del huracán.

La primera red social que existió fue SixDegrees, creada en 1997 y que parte de la base de que cada persona en este planeta está conectada con otra por no más de seis vínculos de relación. En esencia, la idea era posible conectar con otra persona que podía estar al otro lado del mundo y de la que solo conociéramos su nombre a través de no más de seis contactos.

Si bien SixDegrees aún existe, es prácticamente invisible. El siguiente paso lo dio Friendster, en 2002, que surgió como una red de citas, del estilo de Match.com. En vez de utilizar algoritmos, que ya en esa época eran usuales, afirmaba que conseguía conectar a dos desconocidos a través de la recomendación de amigos de los amigos. Fallos técnicos constantes, sin embargo, le cortaron las alas.

En 2003 aparecieron MySpace y LinkedIn, aunque está última no encajaba en el rótulo de red social, porque fue concebida como una aplicación para conseguir empleo, sí, a través de contactos y relaciones, pero estrictamente de carácter laboral, no social. Y luego, en 2004, Facebook se estrenó con gran suceso. En 2006 lo hizo Twitter, WhatsApp llegó en 2009 e Instagram lo hizo en 2010.

Y la lista continúa, porque la tecnología no se detiene: TikTok, Signal y Telegram. Si bien estas dos últimas son más bien aplicaciones de mensajería instantánea, el uso que les dan la mayoría de los usuarios es el de una red social. Y todas están, o van a estarlo en el futuro próximo, involucradas en polémicas, escándalos por fallos en la seguridad, publicación de fake-news o sus algoritmos.

Se las acusa de prestarse para la difusión de propaganda de grupos de extrema derecha, para distorsionar los resultados de procesos electorales y, lo que más afecta al usuario común y corriente, para manipularlo a través de sus datos personales. Todo esto es cierto, pero no completamente cierto y, además, los usuarios tienen una gran responsabilidad.

¿A qué me refiero? Facebook o Twitter, como internet o la televisión, no son buenos o malos: lo bueno o lo malo, lo positivo o lo negativo, lo constructivo o lo destructivo, lo correcto o lo incorrecto es lo que cada persona hace dentro del ecosistema, lo que publica, comparte o sigue en cada una de las redes sociales. En otras palabras: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…

A mi juicio, y por supuesto no es más que una opinión, aquí no hay buenos y malos. Soy usuario de internet desde 1997 y de Facebook desde que se creó. Hace unos meses, por un error mío, me hackearon un perfil en el que acumulaba medio millón de seguidores, pero jamás he tenido algún otro problema en la red. Publico en Twitter, pero no interactúo, y acabo de estrenarme en Instagram.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Lo bueno o lo malo de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea está en el uso que cada uno les da.


Las redes sociales o las aplicaciones de mensajería instantánea no son ‘buenas’ o ‘malas’ en esencia: depende del uso que cada uno les da, del contenido que comparte, de las prácticas que sigue en la red. Aprovecha sus poderes y sus beneficios sin afecta a tus clientes, tu más valioso activo.


También estoy presente en WhatsApp, pero porque descubrí que tenía un enorme potencial para lo que me interesa, que son los negocios, y por la misma razón estoy en Telegram. Si bien considero que esta aplicación ofrece mayores ventajas, que es más robusta, su uso es marginal, debido a que su alcance (cantidad de usuarios) es sensiblemente inferior al otras plataformas.

Si algo me ha caracterizado a lo largo de más de 20 años de trayectoria en los negocios, dentro o fuera de internet, es que no soy ajeno a los avances tecnológicos. Probé y utilicé mil y una herramientas y aplicaciones de las que quizás nunca escuchaste hablar o nunca empleaste, y muchas de ellas las descarté porque me pareció que eran útiles para mi propósito.

Tengo dos hijas adolescentes, de la llamada generación digital, de esas que vienen con chip tecnológico incorporado en el cerebro, y por supuesto estoy atento al uso que hacen de internet y, en especial de las redes sociales. No las espío, no las limito: procuro educarlas, les hablo acerca de los peligros potenciales y a través del ejemplo, el mejor de los maestros, intento que hagan un uso racional.

Como hombre de negocios, además, he sufrido (literalmente) los constantes cambios de políticas y del famoso/odioso algoritmo. Con este personaje tengo, como tantos otros, una relación de amor/odio, porque me recuerda aquella vieja premisa de “Cuando por fin descubrimos todas las respuestas, nos cambiaron todas las preguntas”. Y eso, en marketing, es tiempo, trabajo y dinero.

Sin embargo, entiendo que es algo que está fuera de mi control. Y eso es, precisamente, lo que les enseño a mis clientes, a mis discípulos: si las redes sociales contribuyen al éxito de sus negocios, úsenlas. Utilicen aquella que les brinde mejores resultados, aquella en donde están sus clientes, aquella que les permita generar un mayor impacto positivo a través de sus dones y talentos.

Pero, atención, por favor, no permitas que Facebook, Instagram, WhatsApp o cualquier otra red social o aplicación sea tu jefe. Conviértelas en tu socio estratégico, en un empleado que produce por ti mientras tú realizas otras labores o que te facilita las tareas. No obstante, la clave es que tú y solo tú tengas el control de tu negocio, en especial, de la relación con tus clientes.

Con esto, ¿qué quiero decir? Que las redes sociales y las aplicaciones son solo intermediarios. El mayor activo de tu negocio, hagas lo que hagas, estés en la industria que estés, son tus clientes. Y la relación con ellos, así como la información de ellos, debes protegerla como lo que en realidad es: el mayor de los tesoros (que en realidad es). Si no entiendes esto, si no hace esto, corres serios riesgos.

Puedo decirte, con total tranquilidad, que, si mañana se acaban Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Telegram, Tik-Tok, Signal, YouTube y demás redes sociales y aplicaciones, mi negocio bien puede funcionar a través de email marketing y marketing de contenidos. Sí, habría que acomodarse a las condiciones, habría limitaciones, pero mi negocio no se afectaría en mayor medida.

¿Estás en capacidad de demostrarme lo mismo? No te dejes llevar por la corriente, porque no sabes adónde te puede llevar. Sí, es cierto que nos observan, que nos vigilan, que nos siguen. Y no son los marcianos, sino Mr. Google, las redes sociales y las aplicaciones. Es irremediable, algo que está fuera de tu control, de mi control. Concéntrate, más bien, en aprovechar su gran poder.

Por último, a excepción de tu círculo íntimo, de tus hijos, no te alteres por lo que se publica en estos canales. Cada usuario tiene la potestad de restringir o bloquear lo que no quiere ver, así que haz uso de ese derecho. Y, por supuesto, preocúpate más bien por ser parte de la especie de los buenos del ecosistema digital: ten buenas prácticas, sé respetuoso y agradece los beneficios.


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Lamentablemente, de social las redes sociales tienen cada vez menos, pero no es estrictamente una responsabilidad de sus creadores o propietarios. Lo que sí las convierte en un riesgo son los abusos, la tolerancia a los contenidos agresivos o dañinos, como también a las noticias falsas.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Sí, es cierto: nos observan, nos vigilan, nos siguen, pero no los marcianos, sino las redes sociales.