Hace muchos años, en la juventud, aprendí que aquello que llamamos crisis en realidad son oportunidades que se disfrazan. No quieren que las percibamos tal y como son porque nos quieren poner a prueba, comprobar de qué material estamos hechos, cuánto podemos resistir. Sin embargo, cuando llega una crisis, una nueva, no entendemos, no vemos la oportunidad.
Cuando vuelvo la vista atrás y miro mi vida en perspectiva, me doy cuenta de que esas crisis que convertí en oportunidades me hicieron mejor. Sí, fue a través de esos aprendizajes que pude construir mi mejor versión, pude sacar lo mejor de mí, pude ofrecer lo mejor de mí. Y hoy, cuando la vida me ha permitido recorrer un largo camino, siempre sazonado con crisis, lo agradezco.
Agradezco, en especial, aquellas personas inspiradoras que la vida puso en mi camino y lo guiaron, que fueron luz en mis horas de oscuridad, que fueron una brújula cuando perdí el rumbo o no sabía a dónde ir. Sin ellas, sin duda, no habría conseguido aprovechar tantas oportunidades, no habría podido atesorar tanto conocimiento, no habría disfrutado tanto.
Mis padres fueron las primeras personas que me inspiraron. Cada uno en un ámbito distinto de la vida, cada uno en su estilo. La señora Julita, mi madre, por ejemplo, me transmitió el ADN emprendedor y la vocación de servicio. Crecí viéndola desarrollar diferentes negocios, que no siempre fueron exitosos, y luchando contra las dificultades con una alta dosis de resiliencia.
Más adelante, cuando la vida me llevó por los caminos del marketing digital, conocí a Dan Kennedy, una leyenda viviente del marketing de respuesta directa y mi mentor. Gruñón, pero brillante y, sobre todo, muy generoso para transmitirme su conocimiento, sus experiencias. Él, sin duda, marcó mi camino y mi vida y marcó una gran influencia en la persona que hoy soy.
Inspirar, según el diccionario, significa “Infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente afectos, ideas o designios”. También, “Sentirse motivado por alguien o algo para el desarrollo de la propia creación”. En otras palabras, es esa poderosa fuerza interna que nos impulsa a seguir a alguien, a tratar de seguir sus pasos, a convertirnos en una versión a su imagen y semejanza.
Uno de los impactos más fuertes que experimenté como emprendedor fue darme cuenta de que inspiraba a otras personas, a muchas personas. Nunca me lo propuse y hasta ese día no lo había percibido. Fue el día en que por primera vez asistí a un evento presencial como invitado. Siempre me había mantenido tras bambalinas, trabajando en solitario desde mi casa.
Cuando llegué al hotel en el que se realizaba el evento, me llevé una de las más grandes sorpresas de mi vida: me recibieron como a una celebridad. Sí, como a un artista de Hollywood o a un cantante famoso. Jamás lo imaginé, jamás lo anticipe y, te lo confieso, no pude dejar de sentirme incómodo: no soy del tipo de personas que gustan ser el centro de atracción.
Ese día, sin embargo, me di cuenta de que había provocado un impacto positivo en la vida de otros, de que los había inspirado. No me lo había propuesto, pero gracias al contenido de valor que publicaba en mi blog y divulgaba a través del email marketing, había conseguido convertirse en un modelo que otros quería seguir, alguien a quien otros querían imitar.
Desde aquel día, como bien lo diría el gran Raphael, el cantante español, me levanto cada mañana con el propósito y el compromiso de honrar ese privilegio que me concedió la vida. A pesar de mis múltiples defectos, de mis numerosos y a veces groseros errores, de mis limitaciones, puedo ser luz en la oscuridad de otros, una respuesta a sus inquietudes.
Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que hoy, con plena seguridad y total convicción, puedo decirte que tú también puedes ser fuente de inspiración para otros. Con tu conocimiento, con tus experiencias, con el aprendizaje de tus errores, con tus defectos y virtudes, eres un modelo para otros. Para alguien eres un héroe, encarnas esa versión maravillosa que desea ser.
Mi vida cambió para bien el día que, sin esperarlo, descubrí que a través de mi trabajo había logrado inspirar a otras personas. Desde entonces, mi trabajo como emprendedor está alineado con mi propósito de vida. ¿Lo mejor? Tú también puedes lograrlo. Te digo cómo.
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Una de las características de los emprendedores es que muchos partimos de la idea de querer transformar el mundo, ayudar a construir un mundo mejor. Creemos que lo conseguiremos si nos convertimos en un modelo de éxito, pero esa es una visión equivocada. En verdad, solo lo lograremos si somos capaces de construir nuestra mejor versión, una que sea inspiración para otros.
¿Cómo lograrlo?, te preguntarás. Carl Gustav Jung, uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX, nos enseñó que la clave es descubrir lo que él llamó el daimon, el ser divino que está oculto en nuestro interior. Es todo aquello (conocimiento, experiencias, virtudes, valores) que te hacen único y especial y que, sobre todo, provocan que otros quieran ser como tú.
Según, estas son las características de una persona inspiradora:
1.- Motivación y compromiso.
Van de la mano: sin motivación, es imposible sostener el compromiso a largo plazo. Sin compromiso, la motivación se diluye. Podemos reunirlas en una palabra que se ha puesto de moda en los últimos tiempos: enfoque. Cada pensamiento, cada acción, cada plan, está alineado con la meta propuesta y, además, enmarcado en los límites de la coherencia.
2.- Integridad y humildad.
Las personas inspiradoras no solo nos impulsan a través de sus acciones, sino especialmente con sus logros. Además, por la forma en que asumen esos logros, esos triunfos, sin permitir que el ego se rebose, con humildad para saber que todavía hay mucho camino por recorrer, con la sencillez necesaria para aceptar que eventualmente se van a equivocar varias veces.
3.- Autoconocimiento y gestión de las emociones.
Dado que el daimon es una fuerza interior, solo podrás identificarla y aprovecharla en la medida en que conozcas tus fortalezas y debilidades, que desarrolles las habilidades requeridas para cumplir tus objetivos. Así mismo, las personas inspiradoras gestionan sus emociones, no se dejan llevar por ellas y, sobre todo, no toman decisiones en función de ellas.
4.- Invierten en sí mismas y se preparan.
Las personas inspiradoras son eternas aprendices y, además, nunca están conformes, siempre están en busca de ser su mejor versión. Entienden que solo así pueden convertirse en un modelo digno de imitar y que solo así su mensaje está revestido de poder. Para ellas, la premisa fundamental es inspirar a través del ejemplo, de la coherencia, de los resultados.
5.- Son exigentes, sin llegar a la obsesión.
Para estar en capacidad de inspirar a otros primero debes asegurarte de dar lo máximo cada día, a pesar de las dificultades, de los errores que cometes, de las críticas. Entienden sus límites, pero se esfuerzan por superarlos y subir el listón. Y, algo muy importante, no se resisten al cambio, desarrollan nuevas habilidades y competencias en distintas áreas.
6.- Son de mente abierta y disciplinados.
Aprendieron a enfrentar sus miedos, superarlos y dejarlos atrás, a sabiendas de que son más fuertes y de que no están dispuestas a renunciar a sus sueños. Aceptan la incertidumbre, la contradicción y los retos como una oportunidad. Aprenden de sus errores y fracasos, sin buscar culpables, y son disciplinados a la hora de seguir el plan que trazaron.
7.- Comparten lo que son y lo que saben sin restricciones.
Jamás podrás inspirar a alguien si piensas en recibir algo a cambio o si tasas lo que brindas. Las personas inspiradoras no solo son auténticas, sino que además son generosas, a sabiendas de que aquello que dan regresa a ellas multiplicado de diversas formas. La gratitud es otra de sus características poderosas, una que le permite esparcir la semilla de sus acciones por doquier.
El mundo, otras personas, necesita de ti, de tu poder, de tu conocimiento, de tu inspiración. No te niegues el privilegio de ayudar a otros, no te niegues las recompensas que la vida tiene preparadas para ti. Si eres emprendedor, inspirar a otros es quizás el camino adecuado para conectar el propósito de tu vida con tus dones y talento, con tu conocimiento y experiencia.
Nunca me lo propuse y no me di cuenta de que lo había hecho hasta aquel día en que llegué a ese hotel, a participar por primera vez en un evento presencial de marketing. Decenas de personas a las que jamás había visto me agradecieron haberlas inspirado. Desde entonces, con orgullo y responsabilidad, dedica cada día de mi vida a honrar ese inmenso privilegio.
Qué bonita historia! Muy agradecida de recibir en mi correo estas palabras de motivación. Bendiciones.
Gracias, palabras que ayudan
Gracias
Maravillosa tu experiencia, digna de meditación y acción. Dios te bendiga.