Pocos inventos del ser humano han pasado de mano en mano, de generación en generación, como los juguetes de LEGO. Sin importar el idioma, la cultura o el nivel de educación, millones de niños de todo el mundo han jugado alguna vez con este singular reto a la creatividad. La historia de la empresa, además, es un cúmulo de valiosas lecciones.
Más de un siglo ha pasado desde que en 1916, en la pequeña localidad de Billund, el carpintero Ole Kirk Christiansen abrió un taller. Se dedicaba a construir muebles y casas para los agricultores de la región. El negocio daba lo justo para que la familia viviera sin comodidades, pero tampoco sin limitaciones. Sin embargo, no faltaban las dificultades.
En 1924, de manera accidental, los hijos del viejo Ole provocaron un incendio que arrasó con el taller. Lejos de amilanarse, aprovechó esta oportunidad para construir uno más grande que le permitiera satisfacer la creciente demanda del mercado. Pero, y otra vez el infortunio se interpuso en su camino, la Gran Depresión de 1929 lo golpeó muy duro.
Dado que sus habituales clientes ya no tenían dinero para comprar sus productos, Ole tuvo que reinventarse. Durante varios meses, estudió el mercado y descubrió que las familias, a pesar de que a veces no había qué servir en la mesa a la hora de la comida, no dejaban de comprar juguetes para los niños. Ese fue, entonces, su nueva ruta.
Apoyado apenas por siete empleados, todos carpinteros, comenzó a fabricar juguetes ensamblados en madera, una línea de producción que alcanzó 40 modelos diferentes y que, junto con los muebles, le permitió superar el duro escollo. Además, en 1934 tuvo un respiro cuando su hijo Godfred se sumó a la empresa y revitalizó el negocio.
Fue la época en la empresa comenzó a llamarse LEGO, abreviatura de leg godt, que significa jugar bien en danés. Sin embargo, fue una década más tarde que la historia dio un giro inesperado. Por allá en 1947, a Billund llegó un vendedor británico que ofrecía máquinas de moldeado en plástico. Tras ver unas pruebas, Ole supo cuál era el camino al futuro.
De hecho, fue aquel anónimo vendedor inglés el que le sugirió que el ladrillo podía ser una gran idea para su negocio. Ole consultó con sus empleados y con sus hijos y todos dijeron que era mejor seguir con la madera. “No tienen fe, ¿lo ven? Si lo hacemos bien, podemos vender ladrillos a niños de todo el mundo”, les dijo. Y se puso a la tarea, así no más.
Con un ingenioso sistema de interconexión de las piezas, más un casi ilimitado número de potenciales combinaciones, LEGO se instaló en la cultura popular y pronto traspasó las fronteras de Dinamarca y llegó, literalmente, al resto del planeta. En 1949 apareció Automatic Binding Bricks, el primer juego de ladrillos de plástico de LEGO.
A pesar de que muchos lo juegan en dispositivos electrónicos, el ladrillo LEGO,
la piedra angular de la compañía, sigue cumpliendo con su misión: inspirar y
desarrollar a los creativos del futuro. Mucho más que un juego de niños.
Aunque fueron muy bien acogidos por el público infantil, los ladrillos tenían problemas de encaje. Después de varios intentos fallidos, en 1954 la fortuna le dio una mano. En un viaje en ferry de regreso de Inglaterra, Godfred conoció a Troels Petersen, gerente de una tienda de juguetes de Dinamarca, le hizo caer en cuenta de este defecto, de origen.
A pesar de ello, LEGO se convirtió en el juego preferido de chicos y grandes. En 1955, además, salió al mercado LEGO Town Plan, que incorporó un concepto innovador: aprender mientras se juega. Así, entonces, de ser un simple juego para los ratos libres, se transformó en un valioso material didáctico. ¡Wow! Un juguete para toda la familia. ¡Wow!
Tras muchas largas noches de búsqueda y prueba, finalmente en 1957 se solución el problema. Se construyó un ladrillo con tres tubos en el interior, que se unen de manera perfecta en tres puntos de la parte superior. Y el proceso de perfeccionamiento continuó hasta que se logró el producto que en 1958 sustentó la solicitud de patente.
Cuenta la historia que el reloj marcaba las 13:58 horas del 28 de enero de 1958 cuando Godfred presentó la solicitud. La concesión del registro le dio a LEGO un impulso increíble y sentó las bases del que décadas después sería galardonado dos veces como ‘Juguete del Siglo’. Ese mismo año, falleció el viejo Ole y Godfred asumió el control de la empresa.
Bajo su mando, LEGO sufrió un nuevo percance: en 1960, la mayor parte del inventario de juguetes de madera, que todavía se producían, se quemó en un incendio. Ese suceso motivó que Godfred impulsara la producción en plástico ABS (acrilonitrila butadieno estireno), más resistente a la deformación y a la decoloración. Ese fue otro acierto.
Grandes lecciones
En 1968, en Billund, se inauguró Legoland, un parque temático con cuatro montañas rusas, dos paseos acuáticos, atracciones familiares y un mundo en miniatura construido en Lego. Así, esta pequeña localidad, que en el siglo XVIII apenas contaba con ocho granjas, se instaló en el mapamundi. Actualmente, hay sucursales en Inglaterra, Alemania, EE. UU. y Malasia.
La década de los 70 marcó un nuevo rumbo para la compañía, con llegada de Kjeld Kris Kristiansen (escrito así, por un error, en el acta de nacimiento), hijo de Godfred y nieto de Ole. Especialista en administración, creó un departamento de investigación y desarrollo que cimentó las bases de la positiva transformación que LEGO sufriría años más tarde.
En 1979, KKK lanzó el sistema dentro del sistema, una revolucionaria idea diseñada para diferenciar los productos LEGO. Así, entonces, creó líneas como Legoland Castillo, Legoland Espacio y Legoland Ciudad. La intención era proporcionarle el juego correcto a cada niño según su edad: algo así como juegos personalizados para cada grupo de edad.
En los últimos años, debido a la creciente popularidad de los juegos de computador y dispositivos móviles, LEGO perdió una parte de su tajada en el mercado y tuvo que reinventarse para sobrevivir. El salvavidas de lo ofreció Disney, un gigante del entretenimiento, con el que se asoció para producir juegos temáticos y películas.
Luego, coo lo hizo su abuelo Ole, Kjeld encontró una solución duradera: lanzó un software de diseño digital y juegos interactivos, y luego el LEGO Universe, en 2010. Así, a pesar de la fuerte competencia de fabricantes como Mattel (la muñeca Barbie) y Hasbro (Monopolio), sigue siendo el preferido del público y sus finanzas están robustas.
La base del éxito de LEGO es la calidad del producto, pero su asombrosa capacidad de adaptación a las exigencias de un mercado cambiante a lo largo de un siglo y su visión para establecer alianzas estratégicas le han permitido superar las dificultades. En los últimos años, con presencia en redes sociales, además, amplió su mercado al público general.
Así mismo, el servicio al cliente es una de sus grandes fortalezas. Son famosos los casos de niños que perdieron una pieza y la empresa se las repuso, o la de usuarios a los que la caja les llegó incompleta y se la repusieron. No cabe duda de que en LEGO entienden que marketing es más que vender: se trata de brindarle al cliente una experiencia única. Y ellos, sin duda, saben cómo proporcionarla.