Cada vez que alcanzo una meta o termino un proyecto, o inclusive cuando fracaso, me tomo unos minutos para agradecerle a la vida por esa experiencia, por esa oportunidad. Y, también, para ver los hechos en perspectiva, para analizar los resultados y para extraer el valioso aprendizaje que cada una de esas vivencias encierra y que, por supuesto, es útil para más delante en el proceso.

Uno de los obstáculos que enfrentan las personas en cualquier actividad de la vida, en la vida misma, es aquel de aferrarse al pasado. En algún punto de su existencia tiran el ancla y después no pueden avanzar, por más que quieran. Entonces, su vida se convierte en una incesante y estéril lucha por liberarse de esa carga, pero no pueden hacerlo y solo consumen su energía.

Esta es la razón por la cual tenemos una imagen negativa del pasado, lo vemos como algo que no sirve, de lo cual debemos desprendernos. Y, sí, así debe ser en el caso de las creencias limitantes, de los pensamientos, ambientes o personas tóxicas, de todo aquello que nos impida avanzar y crecer como personas y emprendedores. Sin embargo, esta, como toda regla, tiene su excepción.

Algo que me ha enseñado la vida es que los seres humanos somos el fruto de nuestras acciones y decisiones, que no hay casualidad, sino que la vida que tenemos es el resultado de la ley de causalidad. Pero, y este es el mensaje que te quiero transmitir, no solo situaciones o sucesos que vivimos, las experiencias, sino de manera especial las personas que dejan huella en nuestra vida.

Los seres humanos somos como una roca sobre la que un chorro de agua cae permanentemente. Aunque no tenga demasiada potencia, gota a gota la orada, va dejando su huella. Lo mismo ocurre con todas y cada una de las personas que se cruzan en nuestro camino, aunque sea por un breve tiempo. Todas, absolutamente todas, aparecieron por una razón específica y nos dejaron algo.

Por ejemplo, cada día compruebo cómo soy fruto de lo que mis padres me transmitieron no solo a través de los genes, sino principalmente por medio del ejemplo. La terquedad de mi madre, la señora Julita, por no rendirme en procura de lo que deseo o la capacidad para genera una conexión poderosa con otras personas y establecer relaciones sólidas de mi padre Álvaro.

También soy un poco la generosidad y la vocación de servicio de mi hermana Martha, lo mismo que encarno el espíritu emprendedor y aventurero del abuelo Leonidas. Y la secuencia continúa con mis profesores del colegio y la universidad, mis amigos y, específicamente en mi trabajo, con mis mentores, mis colegas y todos y cada uno de mis clientes, como tú, que me enseñan día a día.

Hace poco, tuve la oportunidad de reencontrarme con buenos amigos de viejas épocas, algunos de los que recorrieron conmigo los primeros pasos como emprendedor. Después de vivir experiencias enriquecedoras, la vida nos llevó por caminos distintos y el contacto se perdió. El contacto, pero no el afecto, no la admiración, no el respeto, no el deseo de vivir otras apasionantes aventuras.

Al volver a conversar con ellos, al reírnos de tantas peripecias que vivimos en el pasado, en esa época en la que internet era un bebé que apenas balbuceaba, me di cuenta de que esas personas dejaron una profunda huella en mí. Positiva, por fortuna. Su resiliencia, su persistencia, su talento, su alegría, su capacidad para adaptarse a las circunstancias y su deseo de servir a los demás.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Si aquello que recibes de algunos lo puedes transferir a otros para ayudarlos serás inmensamente rico de muchas formas.


No solo somos producto de lo que aprendemos de otros, de la inspiración que nos brindan otros, sino también de lo que nosotros dejamos en la vida de las personas a las que tenemos el privilegio de conocer y, sobre todo, de ayudar con nuestro conocimiento y experiencia.


De esas y otras muchas maneras se manifiesta la influencia que esas personas maravillosas marcaron en mi vida, algo que agradezco y que me hace sentir privilegiado. Se trata, sin duda, de un invaluable regalo que la vida me ha dado a través de mi trabajo: cada relación ha significado un aprendizaje, a veces doloroso, pero al fin y al cabo lecciones que me han servido de una u otra forma.

Hay muchas otras personas que se cruzaron en mi camino y también me dejaron enseñanzas que también fueron positivas, aunque no la experiencia haya sido negativa. Me explico: esas personas encarnan aquello que yo no quiero ser, aquello que riñe con mis principios y valores, aquello que es contrario a mi esencia. Entonces, por supuesto, me esfuerzo por no seguir esos modelos.

Ahora bien, lo sabemos, toda moneda tiene dos caras. De la misma manera en que tú tienes un poco de cada una de las personas que se cruzaron en tu vida y dejaron huella, también es cierto que eres un poco de cada una de las personas que se cruzaron en tu camino y en las que dejaste una huella. Esto es particularmente valioso para quienes tenemos como propósito ayudar a otros.

Tristemente, todavía hay muchos dueños de negocios, empresarios y emprendedores con esa mentalidad que quedó anclada en el pasado, la de creer que hacer negocios es vender. Hoy, sin embargo, la realidad es distinta: de lo que se trata es de servir, de generar un impacto positivo en la vida de otros para ayudarlos a transformarse, a crear su mejor versión, a conquistar sus sueños.

Cada vez que haces algo valioso por otra persona, que le das un consejo, que le tiendes la mano cuando está en dificultades, que le das una voz de aliento cuando está a punto de desfallecer, cuando la guías en medio de la oscuridad dejas una huella indeleble. Y, aunque no lo percibas, aunque lo olvides, esa persona llevará en su interior algo de ti, una pequeña parte de ti.

Cobrar por lo que hacemos es algo inevitable porque así funciona el sistema y no lo podemos cambiar. Sin embargo, tengo perfectamente claro que el propósito de mi vida, la razón por la cual me levanto cada día con el compromiso de dar lo mejor de mí es la ilusión de ayudar a otros. Su gratitud genuina es una increíble recompensa que ni todo el oro del mundo puede equiparar.

Saber que pude dejar una huella positiva en su vida, quizás alguna pequeña, ya es satisfactorio. Quiere decir que tu talento, tus dones, tu conocimiento, tu experiencia y tu pasión tienen sentido. Quiere decir que los aprendizajes de otros, la huella que otros dejaron en tu vida, la semilla que otros sembraron no cayó en suelo estéril, sino en uno fértil que, además, la multiplicó.

Si eres emprendedor, sabes perfectamente que una de tus tareas imprescindibles es estar pendiente de los números de tu negocio, de lo que dicen esas cifras. Desde el terreno de lo racional, son los que te permitirán avanzar por el camino correcto o, en su defecto, saber que te desviaste y poder corregir. Los números, sin duda, son tu mejor aliado o tu peor enemigo.

Si eres emprendedor, así mismo, debes saber que hay otro tipo de ‘métricas’ que son valiosas y que no puedes menospreciar. Por un lado, el valor de aquello que otras personas han dejado en tu vida en forma de aprendizaje y lecciones y, por otro, el valor de aquello que tú has dejado en la vida de otros a través de tus enseñanzas y ejemplo. Esta, créeme, es la mayor riqueza que puedas atesorar.


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