“Estudia, consigue un buen trabajo, forja ya buena carrera y vela por tu familia”. Durante décadas, muchas décadas, ese fue el libreto perfecto que seguimos muchas generaciones. Un modelo que jamás cuestionamos y del que nos sentíamos orgullosos cuando lográbamos hacerlo realidad. Un modelo que, a pesar de los cambios vividos en los últimos 20 años, se resiste a desaparecer.
Lo primero que debo decir es que les agradezco a mis padres, a mis maestro y a la vida por cuanto me enseñaron: hicieron de mí la persona que soy hoy, con muchos defectos y algunas virtudes, con un propósito y una misión, con pasión y vocación de servicio. De hecho, aquello que aprendí en esos años me permitió enfrentar y superar las dificultades que encontré en el camino.
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Sin embargo, no lo olvides, en algún punto de ese camino, le di un giro extraordinario a mi vida. Uno radical, abrupto, además de muy riesgoso: me convertí en emprendedor digital. Cuando vuelvo la vista atrás y recuerdo esa época, me río. Me cuesta entender qué nivel de locura se había apoderado de mí para dar ese paso, que al ciento por ciento representaba un salto al vacío.
Eran pocas, muy pocas, las personas que sabían algo de internet y que podían enseñarte. Eso que hoy llamamos comercio digital literalmente no existía y si te parece que ahora la gente desconfía de internet, ni te imaginas lo que era en 1998. Además, lo menciono con frecuencia porque no es secundario, eso de ser emprendedor era mal visto, como si fueras un holgazán, un vividor.
Ningún banco te prestaba dinero y debías considerarte muy afortunado si te otorgaban una tarjeta de crédito (con un cupo bajo, por supuesto). Y, sin duda lo más importante y lo más difícil, no había escuelas, universidades o academias en las que pudieras aprender: tenías que hacerlo por tu cuenta y riesgo, siguiendo el único camino disponible: prueba y error, una y otra vez, muchas veces.
La única realidad es que hoy, 23 años después, puedo decir orgulloso que cumplí mi sueño, que tengo el estilo de vida que siempre soñé, que mi trabajo me permite brindarles a mis hijas el bienestar que se merecen. Además, tengo el privilegio de hacer lo que me gusta, de amar mi trabajo y, también, de relacionarme con personas maravillosas como tú, que me ayudan a ser mejor.
Por fortuna, con el tiempo aparecieron personas capacitadas y generosas que compartieron conmigo su conocimiento, que me guiaron, que me arroparon. Y tomé mil y un cursos, leí mil y un libros, escuché mil y un audio, asistí a mil y un eventos presenciales y virtuales para fortalecer mi conocimiento, para desarrollar mis habilidades, para potenciar mis dones y mis talentos.
De no haberlo hecho así, estoy completamente seguro de que hubiera fracaso tras el primer tropiezo. ¿Por qué? Porque carecía de las herramientas necesarias para no dejarme vencer por los miedos y para encontrar la salida correcta. Además, me permitió descubrir algo que me encanta: que soy un eterno aprendiz, un apasionado por el aprendizaje, por adquirirlo y por transmitirlo.
Como imaginarás, ese conocimiento es del tipo que llamamos no formal, es decir, no fue una carrera universitaria, ni un posgrado o una maestría. Fue, más bien, aprender a identificar mis fortalezas para potenciarlas y mis debilidades para suplirlas. Y, a partir de ahí, desarrollar las habilidades necesarias para alcanzar los objetivos propuestos, para seguir avanzando.
Si me lo preguntas, a pesar de las dificultades y de las limitaciones, de las frustraciones y de los errores, si pudiera devolver el tiempo y comenzar de nuevo repetiría ese proceso una y otra vez. Claro, procuraría equivocarme menos, intentaría que mis errores no afectaran a otros, tendría más cuidado a la hora de elegir con quién transitar este camino de la vida para evitar traiciones.
Elon Musk, el hombre más rico del planeta, asegura que no es necesario acreditar estudios o títulos universitarios para optar a un trabajo en sus empresas. Una visión que todos deberíamos aprender en estos tiempos en los que el ‘viejo modelo’ no te garantiza vivir la vida que deseas.
¿Sabes por qué? Porque soy feliz con mi vida. Porque descubrí que aquella decisión controversial que tomé en 1998, y que tuvo un gran impacto en mi vida, la de mi familia y amigos, fue sin duda la más acertada. Porque a partir de ese momento pude labrar mi propio camino, no el que otros me señalaban, y pude escribir mi propia historia, no limitarme a seguir un libreto ya definido.
Te comparto esta reflexión porque hace pocos días vi en internet una declaraciones de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, propietario de Tesla, entre otras empresas, en las que decía que para ingresar a su empresa no es necesario un título universitario, o ser bachiller. “No necesitas ir a la universidad para aprender, ese conocimiento está disponible de forma gratuita”, afirmó.
Según Musk, que sí es profesional y que abandonó a mitad del camino un doctorado en Stanford, una de las universidades más prestigiosas del mundo, “uno de los principales valores de asistir es que los estudiantes pasen tiempo con personas de su misma edad antes de unirse a la fuerza laboral. Son básicamente para divertirse y demostrar que puede hacer tareas, pero no aprender”.
Y ofreció algunos ejemplos irrefutables: Bill Gates, de Microsoft; Steve Jobs, de Apple, y Larry Ellison, de Oracle, que abandonaron la universidad para comenzar sus propias empresas. “Por ejemplo, Gates es bastante inteligente y se retiró; Jobs, es muy brillante, se retiró; Larry Ellison, es un innovador y también se fue. ¿Shakespeare incluso fue a la universidad? Probablemente no”, dijo.
Y, para demostrar que es coherente con lo que predica, aseguró que los aspirantes a trabajar en Tesla o SpaceX no requieren acreditar estudio alguno. “Un doctorado definitivamente no es necesario para ingresar a mis empresas. Lo único que importa es una comprensión profunda de la inteligencia artificial y la capacidad de implementar de una manera que sea realmente útil”.
Una de las realidades más contradictorias del mercado es aquella que viven personas que se enfocan en aprender, aprender y aprender, que se dedican a tomar cursos y cursos de cuanta especialidad les ofrece, pero jamás toman acción. Jamás dan el primer paso y siempre están a la espera del momento adecuado (que es hoy) y se les pasa la vida sin cristalizar sus sueños.
Entiendo que la presión social, empezando por la de la familia, es muy fuerte y no es fácil cortar ese cordón umbilical. Además, porque fruto del modelo educativo en que nos criamos creemos que requerimos la aprobación de otros para construir la vida que deseamos. Y nos produce pánico pensar que vamos a tener que pagar un alto precio para ser felices: enfrentarnos a la soledad.
Esa, amigo mío, es una telaraña mental que debes quitarte de los ojos para poder ver la realidad. Y la realidad es que el conocimiento SÍ es necesario, pero siempre y cuando sea el combustible que te impulse a conseguir lo que deseas, que te lleve adonde quieres estar. Recuerda: pon a volar el avión y lo construyes mientras avanzas. Eso significa que en el camino aprenderás lo necesario.
“Estudia, consigue un buen trabajo, forja ya buena carrera y vela por tu familia”, nos decían. Esa es una premisa que funcionó durante décadas, muchas décadas, pero que quedó en el pasado, en el siglo pasado. Hoy, créeme, es posible construir la vida que deseas a partir de tu conocimiento y de tu experiencia, de tus dones y talentos, de su pasión y vocación de servicio, de tus habilidades.
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Excelente, es la pura verdad, fui uno de aquellos que quería aprender algo y mi papá me obligó a aprender lo que él quería.
Excelente enseñanza que nos compartes Álvaro. Apesar de los cambios tecnológicos que se visualizan en un futuro cercano; los sistemas educativos no cambian y siguen predominando los medios de entretenimiento de los jóvenes para que estos,no se preocupen, ni se ocupen en prepararse adecuadamente.