Ser emprendedor puede ser abrumador. Vaya si lo sé, si lo he vivido a lo largo de 25 años. Lo era cuando comencé y lo es ahora, a pesar de que hoy contamos con la invaluable ayuda de la tecnología. Herramientas y recursos, que no solo nos permiten realizar tareas que en el pasado no estaban a nuestro alcance, sino las facilitan y, además, optimizaron, mejoraron los resultados.

Lo irónico es que antes nos abrumaba la cantidad de tareas manuales que debías llevar a cabo, en épocas en las que la tecnología, como decimos en Colombia, “estaba en pañales”. Hoy, en cambio, nos abruma la cantidad de herramientas, aplicaciones, canales y formatos que se deben gestionar dentro de una campaña de marketing. Antes, porque no las había; ahora, porque hay demasiadas.

Los seres humanos, todos, tendemos a los extremos; sin embargo, sufrimos por los extremos. Por muy poco o por mucho. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que la mayor parte del tiempo nos la pasamos de un extremo al otro, de blanco a negro, de bueno a malo, de positivo a negativo, como si no hubiera puntos intermedios, una abundante escala de grises, una variedad de matices.

Quizás me has escuchado decir que el 90-95 por ciento de los resultados (éxito o fracaso, otros extremos) que obtengas en la vida, en cualquier actividad que realices o labor que desempeñes, están determinados por la mentalidad. Todo lo demás, lo artesanal, lo técnico, lo operativo, se aprende o se delega, pero solo tú eres dueño y responsable de lo que hay en tu mente.

Y, créeme, la mentalidad es la responsable del 99,9 por ciento de los fracasos, de los errores, de tantas ideas que no se cristalizaron, de tantos negocios que comenzaron bien y se fueron a pique. Todo lo demás te sirve, te ayuda, siempre y cuando hayas desarrollado la mentalidad adecuada, siempre y cuando tengas control de tus pensamiento y, por supuesto, de las traviesas emociones.

De hecho, y lo sé, lo he experimentado tanto como ser humano, como emprendedor y como sicólogo, la mente es tu gran aliada o tu peor enemigo (otro extremo). ¿Por qué? Porque la mayoría de los problemas que nos incomodan en el día a día, de los obstáculos que nos impiden lograr lo que deseamos, surgen de nuestra mente. Es decir, son una creación de nuestra mente.

Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que prácticamente todos esos problemas o preocupaciones responden a factores externos que, para colmo, no tenemos la capacidad de controlar. ¿Por ejemplo? El precio del petróleo, la cotización del dólar, el cambio climático, algún suceso de la naturaleza (un huracán, un temblor), la inestabilidad política de tu país, el vaivén de la economía…

Sí, por supuesto, son factores que de una u otra manera, en mayor o menor medida, nos afectan. Por lo general, su impacto en nuestros negocios o emprendimientos es negativo. Sin embargo, y esto lo aprendí después de sufrir mucho, dado que es imposible controlar estos factores la mejor decisión que puedes adoptar es ignorarlos. Sí, hacer de cuenta que no existen y seguir tu camino.

El problema, ¿sabes cuál es el problema con estos factores externos? Que nos distraen, ocupan nuestra mente en algo que está lejos de nuestro alcance, de nuestro control. Así, entonces, no le prestamos atención a lo que realmente es importante: nuestro trabajo, nuestras estrategias y, sobre todo, nuestros clientes (los potenciales y los actuales). Y después lo pagamos caro.

En su famoso libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, publicado en 1989 y del cual se han vendido más de 15 millones de ejemplares, Stephen Covey nos ofrece dos conceptos que, además de ser interesantes, son importantes: el círculo de influencia y el círculo de preocupación (sí, otros extremos). Es un libro que, si aún no lo leíste, te lo recomiendo (impreso o en audio).

El círculo de influencia es todo aquello que nos importa y en lo que podemos influir, lo que está bajo nuestro control. El círculo de preocupación, mientras, son todos aquellos factores que, como lo mencioné antes, nos generan preocupación (el dólar, el petróleo, el cambio climático), pero que están fuera de nuestro control. Factores que tendrán tanto poder como tú se los concedas.

Dado que están fuera de nuestro control, que no las podemos cambiar, no nos queda más remedio que invisibilizarlas para evitar que nos afecten: bloquearlas, no prestarles atención (salvo en casos excepcionales que en realidad lo ameriten). Si no lo conseguimos, si permitimos que nos afecten, el resultado no será agradable: nos producirán inestabilidad emocional, ansiedad y agobio.

Por la educación que recibimos, por el ejemplo (comportamiento) y hábitos de las personas que conformar nuestro círculo íntimo (personal y laboral), tendemos a enfocarnos en el círculo de preocupación. Es una creencia tan arraigada, que si no te preocupas por las mismas cosas que afectan a los demás, si haces caso omiso de ellas, te miran mal, te ganas la desaprobación de otros.

Cuando te enfocas en el círculo de influencia, estás en capacidad de asumir el control de tu vida. Es decir, tú eliges tu vida. Tomas las decisiones en función de lo que necesitas y te interesa, más allá de lo que piensan otros, de que impliquen un riesgo. Ese es el punto de partida de una mentalidad proactiva, positiva y constructiva que te permite crear la vida que deseas, una hecha a tu medida.

Tanto en la vida como en mi negocio, elegí enfocarme en el círculo de influencia. Así, por ejemplo, lo que no sé hacer, lo que no me gusta hacer o lo que es secundario (aunque necesario) lo delego o contrato a un especialista que lo haga mejor y más rápido. Igualmente, para no contaminar mi mente, evito ver noticieros, leer los periódicos, y solo en contadas ocasiones veo películas/series.


circulo-de-influencia

Son tus pensamientos, lo que cultivas en tu mente, lo que determina tus resultados en la vida.


Soy obsesivamente organizado y metódico. Tengo una estrategia y un plan de acción, en procura de uno o más objetivos específicos, para todas y cada una de las actividades que desarrollo. Soy obsesivo también con el aprovechamiento de los tiempos muertos, que me permiten sacarle tiempo al tiempo y exprimir al máximo las 24 horas del día, hacer que sean más productivas.

Como ves, son todos factores, actividades, que puedo controlar.  A veces, por supuesto, no lo logro, pero te aseguro que mi porcentaje de conversión en este tema es muy alto en comparación con el promedio. Soy proactivo (exageradamente inquieto, diría) e intento irradiar una energía positiva que contagie a los que me rodean, que sea una onda que se amplifique y crezca.

Actúo de acuerdo con los principio y valores que me inculcaron mis padres, con las enseñanzas que recibí de mis mentores y de los aprendizajes surgidos tanto de mis múltiples errores como de mis clientes y colegas. A veces, muchas veces, no logro el control absoluto, pero minimizo el impacto y el poder de lo negativo, tóxico y destructivo, al restarle importancia al círculo de preocupación.

El otro extremo, la otra cara de la moneda, es el círculo de preocupación. Te confieso que, como cualquier ser humano, lo sufrí en alguna etapa de mi vida. Y hay vestigios de él todavía, porque es imposible sacarlo de tu vida al ciento por ciento. En mi caso, por ejemplo, por mis hijas: claro que me preocupa su bienestar, lo que les pueda ocurrir, pero me enfoco en lo que puedo brindarles (lo que controlo).

Las personas que eligen habitar en el círculo de preocupación son reactivas, agresivas, negativas y tóxicas de diversas formas (manipuladoras, mentirosas). Viven en función de los demás, atentos a los errores y defectos de los demás. Son eficaces para eludir responsabilidades y también para culpar a otros y al entorno por lo que les sucede. Además, suelen asumir el rol de víctimas.

Ahora, ¿cómo enfocarte en el círculo de influencia? Veamos:

1.- Descubre tu propósito. Si aún no sabes cuál es, siempre estarás distraído. En mi caso, saber a qué llegué a este planeta me permitió dejar de lado todo aquello que me desviaba de esta tarea, una estrategia que, además, me sirvió para potenciar mis resultados. El propósito te marcará un camino y, además, te servirá para mantener la motivación cuando aparezcan las dificultades.

2.- Supera tus miedos. Miedo siempre habrá, porque somos seres humanos, pero en la medida en que logres dejar atrás los que te impiden moverte y avanzar, ya será una ganancia. Desoye lo que otros dicen, alimenta tu mente con pensamientos positivos y constructivos y esas vocecitas que hacen eco de tus miedos se irán apagando hasta desaparecer. Quítales el poder a tus miedos.

3.- Elimina tus creencias limitantes. Que son aprendidas, que son copiadas y modeladas de lo que ves en otros (tu familia, por ejemplo), y sustitúyelas por creencias adaptadas a tus principios y valores, conectadas a tus dones y talentos y, en especial, enfocadas en construir el proyecto de vida que te permita llevar a cabo tu propósito. El aprendizaje continuo es un buen antídoto.

4.- Rodéate bien. Recuerda que los seres humanos somos el resultado del promedio de las 5 personas con quienes más tiempo pasamos: ¡elige bien! Aléjate de las personas tóxicas, de las negativas y destructivas. Haz de tu entorno un santuario al que solo puedan entrar aquellos con quienes compartes principios y valores y, en especial, que contribuyen a sacar lo mejor de ti.

5.- Aprende constantemente. La vida, quizás lo sabes, es un proceso de aprendizaje continuo que solo termina el día que morimos. El día que no aprendes es un día perdido. Aprovecha esas 24 horas para avanzar en ese apasionante proceso de construir tu mejor versión. Sé humilde, valora, agradece y aprende de tus errores y déjate guiar por quienes ya están donde tú quieres estar.

Desde que me conozco, soy una persona alegre, positiva, inquieta, curiosa y decidida (terca) que asume riesgos, que no elude sus responsabilidades y a la que le gusta ir contra la corriente (y salirse con la suya, claro). Más adelante, mi formación como sicólogo y mi quehacer emprendedor me señalaron el camino y, sobre todo, me ayudaron a enfocarme en mi círculo de influencia.

No tengo una vida perfecta y, honestamente, tampoco la deseo. Tengo, eso sí, una vida que me hace feliz, que me permite disfrutar lo que hago y que me ha dado el privilegio de provocar un impacto positivo en la vida de otros a partir de mi círculo de influencia. A algunos les parecerá poco, pero en realidad es mucho. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que la aventura no termina…


Lecturas recomendadas:
Por qué, muchas veces, el ‘pensamiento positivo’ también es tóxico
Aquello que coseches dependerá de lo que siembres en el jardín de tu mente
¿Zona de confort? Cuidado: puede ser una zona de fracaso y frustración