¿Te acuerdas de la persona que eras hace 10 años? ¿Hace 5 años? ¿Hace un año? ¿Hace 6 meses? ¿La semana pasada? ¿Ayer? Supongo que te darás cuenta de que ya no eres la misma persona, que en cada uno de esos puntos del proceso de tu vida se produjeron cambios. Algunos, porque entendiste que eran necesarios; otros, más bien, adoptados en virtud de las circunstancias.

Nos guste o no, nos cueste aceptarlo o no, opongamos resistencia o no, los seres humanos estamos sometidos al cambio constante. Esa es la dinámica de la vida y nada podemos hacer, no la podemos modificar. Nuestra tarea fundamental, entonces, consiste en aprender a adaptarnos a esa realidad cambiante, soltar lo que ya nada aporta a nuestra vida y valorar el aprendizaje.

El problema, porque siempre hay un problema, es que constantemente nos resistimos al cambio. Lo hacemos como una reacción automática, inconsciente, que se activa inclusive antes de saber si ese horizonte que se abre ante nuestros ojos es positivo o nos favorece. Es un comportamiento aprendido por el ejemplo de otros, algo que ejecutamos porque es lo socialmente correcto.

Lo que no entendemos es que cada vez que nos resistimos al cambio, lo único que conseguimos es frenar el avance. No es que nos quedamos quietos, porque eso no es posible (es contrario a la dinámica de la vida), sino que retrocedemos. En la práctica, eso se manifiesta en que nos negamos la posibilidad del aprendizaje, del crecimiento, de obtener los beneficios que la vida nos depara.

Por eso, una de las características fundamentales de las personas exitosas y felices, aquellas que cristalizan sus sueños y dejan huella en la vida de otros, es aquella de ser maleables. ¿Sabes a qué me refiero? A que tienen la capacidad de adaptarse a los cambios, entienden las reglas del juego de la dinámica de cambio y saben cómo aprovecharlas en beneficio propio y de su entorno.

Y no se requiere que haya un suceso exterior que nos obligue a cambiar: los cambios positivos, los más enriquecedores, pueden darse en cualquier momento, cuando tú lo desees. No necesitas que haya una crisis global, que la vida te dé un duro golpe o que las circunstancias te fuercen a tomar un camino distinto al que transitas en esa precisa etapa de tu vida. Tú eliges cuando cambiar.

Por supuesto, hay varios factores que debes tener en cuenta, varias asignaturas que debes aprobar porque, de lo contrario, en vez de provocar un bien en tu vida lo que logras es generar caos y desorden. Y eso nadie lo quiere, es claro. Vi en internet una frase que me encantó: “Una persona cambia por 3 razones: aprendió demasiado, sufrió lo suficiente o se cansó de lo mismo”.

¿Cuál de esas premisas se aplica a ti? ¿Cuál es tu situación? No hay más opciones, solo esas tres y siempre vas a estar en alguna de ellas, pasarás por cada una de ellas en diferentes etapas de tu vida. Eso es irremediable. Por eso, entonces, es indispensable cambiar la mentalidad y adquirir una abierta al cambio para que ese cambio redunde en un beneficio y no en agravar un problema.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Convertir un cambio en una oportunidad de crecimiento y de aprendizaje, y no en un obstáculo, es la diferencia entre el éxito y el fracaso.


El cambio es inevitable porque es la esencia de la dinámica de la vida. Lo quieras o no, vas a tener que cambiar. Por eso, es imprescindible desarrollar las habilidades y la mentalidad necesarias para que esa situación adversa se transforme en algo positivo que te fortalezca. Te comparto cinco.


Cuando aceptes el cambio, estos son algunas consideraciones que debes tener en cuenta:

1.- ¿Qué vas a cambiar? Aunque pululan los mensajes del reinvéntate, no es necesario. Quizás solo requieras algunos pequeños ajustes, sacudir un poco por aquí y otro por allá, desaprender algo, incorporar algún hábito y, seguro, alejarte de algo o de alguien tóxico. Establece una jerarquía, prioriza qué necesitas cambiar ya,un aspecto de tu vida en el que obtengas resultados rápidos.

2.- ¿Por qué vas a cambiar? La respuesta a este interrogante tiene que ser clara, contundente, que no haya espacio para la duda. ¿Lo haces por convicción, porque te diste cuenta de que hay algo en tu vida que no funciona como te gustaría? ¿Es un capricho? ¿O, más bien, lo haces por la presión de tu entorno? Cambiar no es fácil, pero es más difícil cuando no está clara la justificación.

3.- ¿Adónde quieres llegar? Un cambio es como un viaje: necesitas un punto de partida (¿por qué quieres cambiar?) y uno de llegada. Es necesario porque solo así podrás establecer el objetivo, las metas intermedias y, lo más importante, el plan de acción y la estrategia. Es el momento, además, de definir qué recursos y herramientas requerirás, así como la ayuda y el acompañamiento.

Como ves, un cambio en tu vida no es algo que puedas tomar a la ligera. No, si lo que deseas es que te brinde beneficios, que signifique un crecimiento en lo personal o en lo laboral, que lo puedas aprovechar para dejar atrás algún dolor que te inquieta o, por qué no, para superar un obstáculo que te impide avanzar. No, si no quieres que la medicina sea peor que la enfermedad.

Un cambio, en últimas, no es más que una prueba que aparece en tu camino. Bien sea para que salgas de tu zona de confort (la razón más común), para que descubras y aproveches tus dones y talentos, para que identifiques y potencies tus fortalezas o para que abras tu mente, venzas tu resistencia y asumas la actitud necesaria para recibir lo bueno que la vida tiene preparado para ti.

El mundo actual, por ejemplo, nos exige desarrollar algunas habilidades y talentos que nos serán útiles para enfrentar el proceso de cambio y, sobre todo, salir airosos de él:

1.- La comunicación. Es un concepto transversal en todas y cada una de las actividades de la vida, en lo laboral y en lo personal No puedes alcanzar el éxito si no sabes comunicarte, si tus mensajes no producen un impacto positivo en quienes lo reciben. Una comunicación que, valga resaltarlo, requiere más de escucha activa que de hablar y hablar. Escuchar, pensar y, por último, hablar.

2.- La planificación. Esta característica suele ser la pequeña diferente entre conseguir buenos resultados y no conseguir nada. Así de simple. La improvisación es el peor pecado que puedes cometer porque no es más que un atajo que te llevará por el camino de la perdición. Si no tienes un plan, más temprano que tarde te frenarás y será difícil volver a ponerte en marcha.

3.- La estrategia. El plan no basta, por supuesto. Es una guía, una hoja de ruta, pero no basta. El plan te dice qué vas a hacer, pero necesitas la estrategia que determina cómo lo vas a hacer. Y esto significa, de manera especial, con qué recursos y herramientas cuentas, cuáles te faltan; establecer si posees el conocimiento requerido o debes adquirirlo. Y qué y cuánto hay que invertir.

4.- La flexibilidad. Este es un aspecto que, seguro, nunca habías contemplado y es importante. ¿Por qué? Porque avanzar en la vida o en los negocios no es un camino lineal o plano, sino algo muy parecido a una montaña rusa con subidas y bajadas, también con bucles. Entonces, debes ser flexible para adaptarte a esas condiciones inesperadas y evitar que sean un obstáculo insalvable.

5.- La creatividad. Si algo exige un proceso de cambio es creatividad. No puedes hacer copy+paste y esperar que lo que a otros les funcioné se aplique a tu vida. Así no funciona. Sí puedes modelar, puedes adaptar, pero eso requerirá imaginación, creatividad, para resolver los acertijos que se presentan en tu camino. La creatividad es como tu ingrediente secreto, tu toque personal.

Aunque hayas alcanzado la cima, aunque hayas cristalizado tus sueños, aunque pienses que estás blindado contra los avatares de la vida, en algún momento comprobarás que debes cambiar. Y tal y como lo mencioné de nada te valdrá resistirte: necesitas desarrollar las habilidades a las que me referí, y algunas más, y aprender a fortalecer tu capacidad para ser fuerte ante las adversidades.


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