¿Recuerdas aquella época en la que cursabas el último año de la escuela secundaria y tenías que elegir qué ibas a estudiar en la universidad? En ese momento, sin duda, no sabías que es una de las decisiones más importantes de tu vida y, quizás por eso, la tomaste a la ligera, siguiendo el plan de vida trazado por tus padres, aunque eso significara ir en contra de tus dones y talentos.

En mi caso, tuve la fortuna de identificar claramente, y con suficiente anticipación, lo que quería hacer: ser un sicólogo. Además, y esto fue muy importante, siempre tuve el apoyo incondicional de mis padres, cuya premisa era que escogiera aquello que me permitiera desarrollarme como persona y como ser humano y que, ojalá, me hiciera feliz. Sin embargo, esta no es la norma.

Por lo general, bien sea por el modelo educativo en que crecimos o por la carga de las costumbres y la cultura de nuestros países, los hijos se someten a los designios de sus padres, siguen el camino trazado por ellos. ¿El resultado? El día de mañana son profesionales insatisfechos, que no disfrutan lo que hacen, que no son felices en lo que hacen, y eso la vida tarde o temprano lo cobra.

“Por eso Rafael Santos yo quiero
Dejarte dicho en esta canción
Que si te inspira ser zapatero
Solo quiero que seas el mejor
Porque de nada sirve el doctor
Si es el ejemplo malo del pueblo”

Esta estrofa pertenece a la canción Mi muchacho, del fallecido cantante colombiano Diomedes Díaz, uno de sus más grandes éxitos. No te imaginas cuántas veces, en reuniones con amigos y mi familia, canté estas frases en mi juventud, sin percibir que hoy, 30 años más tarde, me iba a servir para ayudar a las personas que quieren convertirse en emprendedores, pero tienen dudas.

En los últimos meses, producto de la crisis provocada por el COVID-19 y que derivó en que se perdieran millones de empleos en todo el mundo (en Estados Unidos, no menos de 40 millones), muchas personas ven el emprendimiento como la única salida. Ese, sin duda, ya es un gran riesgo, porque si la alternativa no funciona el único resultado que vas a conseguir es ahondar la crisis.

Además, y te lo digo con conocimiento de causa por lo que viví y por lo que he visto en el mercado a lo largo de más de 20 años de trayectoria, ese salto al vacío puede ser como suicidio. Algo que la mayoría de las personas no sabe, o no acepta, es que ser emprendedor no es para todos, no es para cualquiera: hay quienes no reúnen las condiciones para elegir este estilo de vida.

Y está bien, de la misma manera que, por ejemplo, no todos nacimos para ser ingenieros, o médicos, o abogados, o profesores. Depende, en primera medida, de tus dones y talentos, pero también del conocimiento que adquieras y las habilidades que desarrolles. Y, fundamentalmente, de tu pasión, de tu propósito de vida: si no es algo que produce fuego en tu corazón, no es para ti.

Ahora, si lo ocurrido en los últimos meses lo interpretas como una señal de la vida para que cambies tu estilo de vida, para que dejes atrás ese trabajo que no te satisface ni te aporta lo que deseas y sueñas con ser emprendedor, entonces, hay algo que debes saber antes de dar el primer paso. ¿De qué se trata? De tratar de evitar el error más común, el que frustra a tantas personas.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Enfócate en la educación que te permita aprovechar tus dones y talentos y, además, conseguir resultados a corto plazo.


Un emprendedor no tiene que saberlo todo sobre todo. Ese es el as bajo la manga de los vendehúmo. Elegir bien la formación que más te conviene y, en especial, en manos de quién pones tus sueños y tu proyecto de vida. Te digo qué debes tener en cuenta para no fallar.


Una de las tendencias del mercado, que no es reciente, es aquella de vender la idea de que “tienes que aprender todo sobre todo para garantizar el éxito de tu negocio”. Esa frase encierra varias mentiras a las que hay que quitarles la máscara porque son dañinas, porque pueden dar al traste con tus ilusiones y, además, pueden provocar que pierdas tu dinero y tu tiempo. ¡Auch!

NO, no tienes que aprenderlo todo. Estamos en la era del conocimiento y esto significa, en otras palabras, que hay expertos en cada tema. Está bien que conozcas lo básico, por referencia, por cultura general, pero no tienes que ser especialista de todo. De hecho, nadie lo es. Lo que sí debes hacer es determinar cuáles son tus necesidades de aprendizaje, en qué área está tu debilidad.

NO, nadie puede garantizarte el éxito en tu negocio. ¿Por qué? Porque finalmente las decisiones las adoptas tú, porque el que sostiene contacto con tus clientes eres tú, porque el que necesita establecer un vínculo basado en la confianza y la credibilidad eres tú. Si no puedes hacerlo por ti mismo, nadie, absolutamente nadie, lo hará por ti. El éxito, entonces, depende de ti, solo de ti.

NO, lo que funciona en mi negocio no necesariamente será efectivo en el tuyo. ¿Por qué? Porque tus clientes son distintos de los míos, porque tu mensaje es distinto del mío, porque yo acredito una experiencia de más de veinte años y quizás tú no lo puedas hacer. Lo que necesitas hacer es establecer qué de lo que hago y de cómo lo hago te sirve y luego adaptarlo a tu negocio.

Por otro lado, por favor, NO te desboques a comprar cuanto curso te ofrezcan por internet, no te inscribas a todos los webinarios sobre marketing, ventas o redes sociales. ¡Enfócate! Elige aquellos cursos cuyos promotores o mentores estén alineados con tus principios y valores, cuyo propósito se identifique con el tuyo y que, además, estén donde tú quieres estar, que ya tengan resultados.

Uno de los principales errores de los aprendices de emprendedores es que eligen al mentor de moda, al que más seguidores tiene en redes sociales, al que el grita al mundo que acumula millones de dólares en su cuenta corriente. Después, lamentablemente, se dan cuenta de que es solo otro charlatán, uno de tantos vendehúmo que hay en el mercado, y pierden tiempo y dinero.

Una buena formación es aquella que te permite aclarar el camino, acortar la curva de aprendizaje y que, especialmente, te permite entrar en acción a corto plazo. Como lo he repetido tantas veces, pon a volar el avión y luego lo construyes (puedes leer esta nota, que te ayudará). En marketing, se hace camino al andar: si esperar a tenerlo todo listo, completo, nunca darás el primer paso.

Una alta porción de mi éxito radica en que elegí bien, en que trabajé con los mentores adecuados. Y, por supuesto, en que jamás dejé de aprender. De hecho, lo hago cada día gracias a mis clientes, gracias a ti, que son mis mejores maestros. Tengo un plan que ejecuto desde hace años con disciplina y que me permite consolidar lo que sé y adquirir más conocimientos.

Pero, y ahí está el detalle (como diría el gran Cantinflas), me enfoco en seguir aprendiendo de marketing, en profundizar en las estrategias para atraer tráfico, hacer más conversiones y, por ende, más ventas. El resto, honestamente, lo miro por encima: para eso están los especialistas y me apalanco en ellos. Este, amigo mío, es uno de los secretos de mi éxito, y espero que te sirva.

Recuerda la premisa de Diomedes Díaz: “Si te inspira ser zapatero, solo quiero que seas el mejor. Porque de nada sirve el doctor si es el ejemplo malo del pueblo”. La formación que necesitas es la que te permita crecer como persona y como emprendedor, la que potencie tus dones y talentos y te permita conseguir resultados efectivos a largo plazo. Lo demás, amigo mío, es un albur…


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