“¡Reinvéntate!”, “¡Cambia tu vida!”, “¡Capacítate!”, “¡Este curso cambiará el rumbo de tu vida!”, “¡Esta es la última oportunidad!”, “¡Ahora o nunca!”… estoy seguro de que tú, como yo, estás harto de escuchar, leer y ver esas premisas por doquier. Desde hace tres meses, cuando comenzó la crisis provocada por el coronavirus, son las cargas explosivas del inclemente bombardeo mediático.

Vamos a convenir, porque la realidad no se puede ocultar, que la cotidianidad (que no es lo mismo que la vida) nos cambió durante la emergencia. El confinamiento, las restricciones de movilidad, el uso de las mascarillas tapabocas, el trabajo remoto, el temor al contagio y la histeria colectiva nos obligaron a cambiar rutinas, a adquirir hábitos, a desarrollar habilidades, en fin, a adaptarnos.

Ha sido (porque aún no terminó) un aprendizaje para todos. Y no podía ser de otra manera, porque no estábamos preparados para esta emergencia; de hecho, como tantas otras veces, creíamos que era algo reservado para otros, lejanos, fuera de nuestro alcance. Sin embargo, más rápido de lo que pudiéramos pensar nos vimos amenazados, seriamente amenazados.

Y no tuvimos tiempo para pensar, solo para reaccionar. Lo hicimos instintivamente, con el único fin de protegernos, de proteger a quienes nos rodean, a nuestros seres queridos. Quizás pudimos mantenernos lejos del alcance del contagio, pero no del bombardeo mediático, que nos sometió, que nos llenó de incertidumbre y zozobra. Estábamos vulnerables emocionalmente y caímos.

Las crisis como esta, lo he mencionado en otras notas, tienen la virtud de mostrar la verdadera cara de cada uno, de sacar a relucir lo mejor y lo peor, lo bueno y lo malo de cada uno. Nadie, absolutamente nadie, está exento de esta premisa. La diferencia radica en que no todos somos conscientes de las manifestaciones, en que algunos saben bien lo que hacen y el propósito que persiguen.

Esos son los que llamamos oportunistas, los que no conocen límites, los que por unos dólares más están dispuestos a sobrepasar la delgada línea que divide lo adecuado y conveniente de lo abusivo y perjudicial. Por supuesto, cada quien es dueño de sus actos (y de las consecuencias de estos) y cada uno decide cómo actúa. Y no soy quien pueda juzgarte, recriminarte o aleccionarte.

Sin embargo, como referente del mercado, como mentor de cientos de emprendedores en América Latina y España durante los últimos 22 años, tengo la autoridad, y la obligación de, al menos, invitarte a la reflexión. Y de eso se trata, justamente, el mensaje de esta nota: que pienses, que recapacites, que no te dejes llevar por las emociones, que midas las consecuencias de tus actos.

No sé cómo era la vida que llevabas antes de que apareciera el coronavirus, no sé si te hacía feliz o si amabas lo que hacías. No sé. Lo que sí sé es que un error no se corrige con otro. ¿A qué me refiero? Si esa vida de antes no te satisfacía, si la querías cambiar, está bien; lo que no está bien es que te desboques a tomar cuanto curso te ofrezcan por internet, que muerdas el anzuelo de los oportunistas.

Tan contagioso y peligroso como el coronavirus es el virus de la urgencia de la formación sin fin. Y que quede claro que me dedico a brindar información, que mi trabajo consiste en educar a otros. Sin embargo, mi compromiso es tu bienestar. Por eso, jamás te engañaría diciéndote que debes formarte más y más, que tienes que comprarme otro curso más. Ese no soy no, no es mi estilo.

Si me conoces, si has seguido mis publicaciones desde hace algún tiempo, sabrás que la premisa fundamental de mi trabajo es la ‘educacción’. ¿En qué consiste? Educación + acción. En otras palabras, todo el conocimiento del mundo no te sirve de nada, no produce resultado alguno, si no entras en acción, si no implementas. Debes actuar, equivocarte, aprender, corregir y repetir.

Y así una y otra vez, y otra más. No hay otro camino, se trata de un proceso. Es el mismo camino que yo recorrí hace más de veinte años cuando decidí convertirme en emprendedor, aunque con una gran diferencia: ahora disponemos de una gran variedad de poderosas herramientas, de recursos maravillosos y, lo mejor y más importante, de personas que nos enseñan y nos guían.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Así es tu cabeza cuando tomas cuanto curso aparece en internet: ¡te volverás loco!


En tiempos de coronavirus, hay otras amenazas muy peligrosas. La de la ‘urgencia de la formación sin fin’ es una de ellas. Ten cuidado, porque es muy contagiosa y dañina. No entres en esa carrera de la rata que no te lleva a ningún lado. Estas son las 5 tareas que debes cumplir.


Una de las primeras lecciones que aprendí en el proceso, y que no cambió, es que para comenzar solo requieres un conocimiento básico: lo demás lo aprenderás en el camino. Si no entiendes esto, si no lo aceptas, corres el riesgo de contagiarte con el virus de la urgencia de la formación sin fin. Que, además, se manifiesta de una forma dolorosa: nunca crees estar listo.

Esa es una creencia limitante y un costoso error en un mundo como el actual, en el que los cambios se dan con rapidez, en el que sucesos como el coronavirus aparecen sin aviso y nos trastornan la vida. Sin embargo, tristemente, son muchas las personas que se han dejado contagiar y ahora su vida es como la carrera de las ratas: aprenden y aprenden, pero no avanzan.

Otra vertiente del problema es que pican por aquí y por allá. ¿Entiendes? Es como si en la universidad tomaras una clase en la facultad de Derecho; otra, en la de Administración; una más, en la de Sicología y, por último, una en la de Comunicación. No solo te vuelves loco, sino que al final no eres abogado, no eres administrador, no eres sicólogo, no eres comunicador.

¡No eres nada! Esa es la triste realidad. Y eso es lo que ocurre con esas personas que están contagiadas con el virus de la urgencia de la formación sin fin, un mal que aqueja al mercado desde hace tiempo, pero que en tiempos de coronavirus se transformó en otra epidemia. Si lo que deseas es evitar ser víctima de este oportunismo, te digo cinco tareas que debes cumplir:

1.- Establece un plan. Lo primero es saber dónde estás, cuáles son tus fortalezas y tus debilidades, cuáles son las áreas que debes mejorar y, luego, saber a dónde quieres llegar. Haz de cuenta que se trata de un viaje: requieres un itinerario claro antes de comprar el pasaje de avión. Determina prioridades, porque no puedes atacar todos los frentes al tiempo o vas a terminar perdido.

2.- Establece la estrategia. Una vez sabes qué quieres y adónde deseas llegar, lo que sigue es el cómo vas a conseguirlo. Cuál de tantos cursos que hay en el mercado es el que más se ajusta a tus intereses, cuál es el maestro o mentor que comulga con tus principios y valores, cuáles es el método de aprendizaje que más te conviene. Un buen plan sin la estrategia adecuada no funciona.

3.- Establece los recursos. Desarrollar la estrategia implica entrar en acción y entrar en acción significa que requerirás herramientas y recursos que te permitan avanzar, a través de los cuales alcances los resultados que te propones. Contempla no solo lo relacionado con dinero, sino también con el activo más valioso: tu tiempo. ¿Cuánto te demorarás en llegar al objetivo?

4.- Elige un mentor. No me cansaré de repetirlo: nadie, absolutamente nadie, en la vida o en los negocios, logró éxito en solitario. Todos, absolutamente todos, necesitamos la ayuda de otros, de los que ya recorrieron el camino que deseamos andar, de los que ya superaron las dificultades, de los que ya están allí donde queremos estar. Elige un buen mentor y no habrá nada que te detenga.

5.- Entra en acción. Repito: todo el conocimiento del mundo de nada te servirá si no entras en acción, si no implementas. Te equivocarás, sí, pero aprenderás; te dolerá, sí, pero avanzarás; te volverás a equivocar, pero te fortalecerás. Como bien dice el cantautor español Joan Manuel Serrat, “se hace camino al andar”. Aplica para la vida, aplica para el marketing, no lo olvides.

Además del coronavirus, cuídate de la otra epidemia, de la de la urgencia de la formación sin fin. No caigas en las redes de los oportunistas. Está bien que reflexiones, que analices tu vida, que tengas es legítimo deseo de cambiar para mejorar. Sin embargo, no entres en esa carrera de la rata que no te lleva a ningún lado. Si consideras la opción de la ‘educacción’, acá estoy a tu servicio.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La vida es un proceso y, como tal, hay que seguir una reglas. No entres en la peligrosa carrera de la rata.


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