La edad de oro de la magia está registrada entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX, un período en el que este arte disfrutó de sus mejores exponentes. Fu-Manchú, Harry Houdini, Jean Eugene Robert-Houdin (considerado el primer mago moderno), Richiardi Jr., Juan Tamariz, Arturo de Ascanio o David Copperfield son algunos de los que hicieron de este un espectáculo popular.

La palabra magia, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española (DLE), significa “Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales”, por un lado, y “Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo”. Sin embargo, la concepción popular es distinta.

Sí, porque se la asocia con otros términos como ‘ilusión’, ‘irrealidad’, ‘engaño’, ‘fraude’, ‘truco’, ‘hechicería’ o ‘brujería’, varios de ellos cargados con connotaciones negativas. Etimológicamente, significa “ser capaz, tener la capacidad”. Y es justamente esta última acepción con la que más me identifico, especialmente por la idea de magia que se incrustó en el vocabulario del marketing.

Desde hace unos años, el mundo del marketing, sobre todo en internet, se llenó de magos o, como los conocemos popularmente, de payasos digitales. Aquellos nefastos personajes que prometen lo que no pueden cumplir, como hacerte millonario en un mes, o tres meses, pero solo te dan una plantilla o un mapa que no te sirve de nada. Luego, ahí sí por arte de magia, desaparecen.

Tristemente, muchas personas ingenuas y necesitadas han sido engañadas por esta especie tóxica, que se escuda en sus habilidades de comunicación para hacer magia (engaño o fraude). El problema es que han enrarecido el ambiente del marketing, han sembrado desconfianza, han ensuciado el camino de quienes somos honestos correctos, de quienes sí cumplimos lo prometido.

Por eso, son tantas las personas que dudan de los resultados que pueden recibir al trabajar con un mentor. Que, volviendo al DLE, es definido como “Consejero o guía” y también como “maestro, padrino”. En lenguaje común, es una persona con mayor conocimiento y experiencia en un área determinada de conocimiento que aprovecha sus dones y talentos para ayudar a otras personas.

Como ves, no existe similitud alguna entre un mago y un mentor. Son oficios completamente distintos. No te niego que hay trucos de magia que me fascinan, que me provocan una gran curiosidad y que me gustaría aprender. Sin embargo, eso no es lo mío: lo mío es ser un mentor, un guía, un maestro, de ahí que el mercado me conozca desde hace muchos años como El Padrino.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Al único mago de verdad que conozco en el marketing es a Borja Montón. El resto son impostores…


En su afán por salir de una situación que es incómoda, muchas personas caen en manos de quienes prometen hacer magia, pero solo saben un truco: esfumarse cuando tienen tu dinero. El único camino seguro es contar con la asesoría de un mentor. Te comparto los 5 pilares de mi programa.


Lo más cercano que he estado a la magia en el marketing fue en las ocasiones en las que acudí a mi amigo Borja Montón. Él sí es mago, además de un excelente presentador de eventos presenciales. Borja primero fue mago y, después, emprendedor o marketero: llevó su conocimiento a internet, dicta cursos virtuales (Domina La Magia) y hasta escribió un libro.

Antes de que te confundas, lo aclaro: Borja hace magia en el escenario y marketing, en internet. Son dos especialidades distintas, dos conocimientos distintos que pueden asociarse (no mezclarse) para producir un espectáculo agradable, atractivo. Por eso, si eres de los que piensan que un mentor es una especie de mago, lamento decirte que estás equivocado y, lo peor, en riesgo.

Sí, en riesgo de caer en manos de uno de los payasos digitales que, como buen encantador de serpientes, te obnubile, te enrede, te quite tu dinero y luego, ya sabemos, se esfume. Si lo que deseas en tu negocio o en tu vida es crecer de manera consistente, con bases sólidas y resistentes y con resultados ciertos y verificables, lo que necesitas es tener un mentor, un guía, un padrino.

Lo primero que debes entender es que un mentor no hace milagros (y ya vimos que magia, tampoco). La esencia de un proceso de mentoría es el acompañamiento. Por favor, lee y escucha muy bien: a-com-pa-ña-mien-to. ¿Eso qué significa? Que el trabajo duro, el trabajo sucio, corre por tu cuenta. El mentor te guía, te apoya, te transmite su conocimiento, pero tú eres el responsable.

Es como cuando tú vas al médico porque no te sientes bien, porque sabes que tienes sobrepeso. El especialista (el mentor) te indica que debes hacer ejercicio, que debes cambiar tus hábitos, que debes mejorar tu alimentación, que debes evitar altos niveles de estrés, en fin. El responsable de que esto se dé eres tú, no el médico. Es decir, el responsable de los resultados eres tú, solo tú.

Si son positivos o negativos. Por eso, antes de elegir un mentor (inclusive, si te lo recomiendan), debes saber en qué consiste su programa, en qué forma puede ayudarte, cuáles son los resultados que acredita (casos de éxito) y si esto encaja contigo, con tus valores, principios y tus creencias. Si, por ejemplo, volverte millonario de la noche a la mañana es tu obsesión, no puedo ser tu mentor.

Los pilares sobre los que se soporta mi programa de mentoría, y que aplico en mi comunidad privada Círculo Interno, en las asesorías que brindo a empresas o a emprendedores, son estos:

1.- La mentalidad. La tuya, ¿es de abundancia o de escasez? ¿Ya sabes qué es abundancia para ti, cuál es la abundancia que quieres en tu vida? ¿Dinero o bienestar? ¿Libertad o riqueza? Mi trabajo se enfoca en tu mentalidad, en quitar las telarañas mentales que te impiden avanzar, en superar los miedos que no te dejan crecer. Si no trabajas tu mentalidad, tus cimientos serán débiles.

2.- La planificación. De nada te sirve el mejor mentor del mundo, o todos los buenos mentores, si no sabes qué quieres, adónde quieres ir, qué quieres conseguir. Tienes que establecer un objetivo final y una metas intermedias (a corto y mediano plazo) que puedas medir. Deben ser realistas y, en especial, estar conectadas con tus dones y talentos, conocimiento, pasión y vocación de servicio.

3.- La estrategia. El primer paso es el qué y el adónde y el segundo, el cómo. Es decir, qué acciones vas a implementar, qué herramientas y recursos requieres, cuáles son tus fortalezas y debilidades (y cómo vas a potenciar unas y minimizar las otras), en qué debes invertir para conseguir lo que deseas. En este punto es cuando el acompañamiento del mentor cobra mayor importancia.

4.- La acción. Nada, absolutamente nada de lo que hagas, te servirá o te llevará adonde quieres si no actúas. Actuar es hacer magia, es llevar a cabo lo que parecía distante, inalcanzable. Deberás armarte de paciencia, de tolerancia, de fortaleza, porque enfrentarás mil y un obstáculos que te harán el camino complicado. Y, en especial, deberás aprender de cada error que cometes.

5.- El aprendizaje. Por lo general, los procesos de mentoría fallan porque omiten este paso. ¿En qué consiste? En seguir aprendiendo, en desarrollar más tus habilidades y aprender otras, en potenciar tus fortalezas, en establecer alianzas estratégicas, en hacer networking. El mejor alumno no es el que más sabe, sino el que nunca deja de aprender. El mejor mentor, el que nunca deja de enseñar.