El 21 de septiembre ya está lejano en la memoria de muchos. Sin embargo, hay muchos otros para los que la vida se detuvo ese día. Para algunos, literalmente; para otros, virtualmente. Ese día, un jueves, Puerto Rico sufrió el paso del temible huracán María, el peor que azotó la isla en los últimos 90 años, según las autoridades.
Los seres humanos tenemos la tendencia a olvidar con rapidez aquello que nos hizo daño, lo que nos provocó dolor. Propio o ajeno. “La vida tiene que seguir” es la frase que justifica esa actitud. Y, sí, la vida sigue, pero no es tan fácil como decirlo para quienes sufrieron en carne propia los rigores de los embates de la naturaleza, que fueron furiosos.
México, con dos terremotos en 12 días; Puerto Rico, República Dominicana, Dominica, Cuba, Haití, Guadalupe, Monserrat y las Islas Vírgenes (británicas y estadounidenses) son algunos de los territorios afectados. La cifra de muertos quizás nunca se establecerá, lo mismo que la cuantía de los daños materiales, que tardarán años en recuperarse.
Porque los daños sicológicos derivados de una tragedia de esta índole nunca se superan. El dolor por los familiares y amigos desaparecidos, por el desarraigo, por la pérdida del trabajo y el hogar, nunca se supera. No queda más remedio, entonces, que aprender a vivir con esa sensación de vacío, de nostalgia, y seguir adelante, como si nada.
Al ver en la televisión los reportes de los medios de comunicación, los testimonios de las víctimas son desgarradores. La tristeza les brota por los poros y los agobia el sentimiento de abandono. Las ayudas no llegan con la prontitud requerida y, peor aún, no llegan a las personas que más las necesitan. Es como si la tragedia se repitiera cada día otra vez.
Como suele ocurrir en estas circunstancias, a medida que pasan los días se pierde el impulso o, cuando menos, el interés. Y poco a poco las víctimas quedan en el olvido, hasta que otra tragedia los lleva de nuevo a los titulares de la prensa. Ese, sin duda, es el dolor más grande, porque sin apoyo efectivo la esperanza de la recuperación se diluye.
Afortunadamente, hay esfuerzos que regocijan, que nos demuestran que en este mundo todavía hay gente de bien que se preocupa por el otro. Es el caso de Royal Caribbean International, la empresa que opera cruceros en el Caribe, también afectada, que dejó a un lado sus intereses y se puso al servicio de los damnificados.
La línea de cruceros afincada en Miami canceló el viaje que tenía programado el ‘Adventure of the Seas’, uno de sus barcos icónicos, para este sábado 30 de septiembre. El barco, uno de los más modernos del mundo, partiría de San Juan (Puerto Rico) con un itinerario de siete noches que comprendía escalas en Curazao, St. Kitts & Nevis y Aruba.
La unión hace la fuerza
Owen Torres, portavoz de la compañía, informó que el barco se dedicará al rescate de las víctimas de los huracanes Irma y María en las islas del Caribe. En la noche del jueves y madrugada del viernes, recogió a 2.200 personas en Puerto Rico, antes de dirigirse a las Islas Vírgenes estadounidenses (St. Croix y St. Thomas). Su destino es Fort Lauderdale.
Este viaje del ‘Adventure of the Seas’ está enfocado en las víctimas de los huracanes: partió cargado de suministros, que irá desembarcando en cada uno de los puertos. Regresará a Estados Unidos el martes 3 de octubre, se reabastecerá y el sábado 7 emprenderá una nueva aventura humanitaria por el Caribe.
Royal Caribbean, y otras compañías que operan cruceros en el área, tuvieron que alterar su programación, especialmente la que incluía Puerto Rico, porque el terminal en el puerto sufrió severos daños. A los pasajeros que tenían programados viajes en este barco durante estas semanas, les será reembolsado el valor completo que habían pagado.
Cuando miles de puertorriqueños hacían fila intentando abordar el barco, sus testimonios dieron cuenta de las dimensiones de la tragedia. La isla permanece sin energía eléctrica, no hay suministro de agua potable, se paralizaron las redes de comunicación y el transporte público. Amplias zonas, así mismo, continúan inundadas.
Puerto Rico está sumido en una crisis económica sin precedentes que lo obligó a declararse en bancarrota el año pasado. Por eso, el golpe recibido por parte de Irma y María resultó devastador y, sobre todo, desesperanzador para los pobladores. De hecho, se espera que se intensifique el éxodo hacia el continente, en busca de oportunidades.
“Lamento salir de Puerto Rico, pero no tengo opción. Prefiero mi hogar, pero es imposible con estas condiciones”, dijo Ada Reyes, de 85 años. Sentada en una silla de ruedas, la acompañaba su nieta, María Fernanda, de 19 años. Ella planea dejar a su abuela en Florida y partir a Boston, en busca de una universidad para continuar sus estudios.
José Izquierdo, director ejecutivo de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, informó que 900 de los rescatados eran turistas varados. Está previsto que 750 personas sean recogidas en St. Croix y otras 250 en St. Thomas. También fueron evacuados residentes que representaban casos de urgencia, en especial adultos mayores.
A los pasajeros no se les cobró el viaje. Es es la segunda misión de rescate organizada por Royal Caribbean, que ya había rescatado a 1.700 personas en St. Thomas y St. Maartin tras el paso del huracán Irma, a comienzos de septiembre. Y antes del paso de Irma por La Florida, evacuó a su personal en tierra y lo llevó a destinos seguros.
Otras empresas, como Carnival, la Fundación de la Familia Mickey, Madeleine Arison, la Fundación de Caridad Miami HEAT y Norwegian Cruise Line, se comprometieron a aportar hasta 100 millones de dólares para la reconstrucción de los territorios afectados en el Caribe. Las autoridades de Puerto Rico clamaron porque más empresas se unan a la iniciativa.
“La vida tiene que seguir”, pero no es fácil levantarse después de que la vida te golpeó de esa manera, dos veces. En medio de un panorama desolador, sin motivos para seguir, los pobladores de las islas del Caribe encontraron en esta iniciativa humanitaria un oasis en la tragedia. Es una luz al final del túnel, una tenue esperanza de que el futuro puede ser mejor.
Así como la solidaridad de los ciudadanos comunes y corrientes de México nos causó admiración y regocijo, este tipo de iniciativas destinadas a paliar el sufrimiento de las víctimas de los desastres naturales nos demuestran que siempre es posible hacer algo por los demás. Esa, sin duda, es una gran enseñanza, la demostración de que la vida tiene sentido.
Muy buena lectura y muy sensible tu posición
Y ojalá q no sean necesarias las tragedias para encontrar actos de solidaridad como los que describiste
Un abrazo