“Lo que es esencial es invisible a los ojos” es una popular frase autoría del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor del libro El Principito. Tradicionalmente, se la interpretó como que el verdadero valor de las cosas, de las situaciones o de las experiencias no siempre es evidente, pero estoy completamente seguro de que se aplica perfectamente a la historia que te voy a relatar.
Esta frase aparece en una narración relacionada con la importancia del amor y de la amistad. Y fue precisamente este vínculo, el de la amistad, el que sirvió como punto de partida de esta historia. La amistad de Aitor Carratalá y Roberto Mohedano, a los que vida unió no solo por su pasión el fútbol, sino también por sus discapacidades. A ellos se unió un tercer socio, Diego Soliveres.
Aitor fue diagnosticado con fibrosis quística, un trastorno heredado potencialmente mortal que daña los pulmones y el sistema digestivo. Roberto, por su parte, sufrió trasplante de riñón, mientras que Diego tiene una discapacidad visual del 75 %. Son jóvenes comunes y corrientes, con sueños, con muchas ganas de vivir la vida, pero también con una gran sensibilidad y compromiso social.
Son los fundadores de Timbers, una empresa afincada en Alicante (España), dedicada a fabricar y comercializar zapatillas deportivas. “Lo que importa en este caso son nuestras capacidades, no nuestras discapacidades”, dicen. La compañía fue fundada en 2018 y poco a poco ganó un lugar en un mercado ultracompetido, en el que lograron destacarse por la calidad y el diseño de sus productos.
Diego comenzó a estudiar derecho, porque era de aquellos a quienes les gusta defender las causas de los pobres e indefensos, pero pronto se dio cuenta de que había un cortocircuito. “El concepto de justicia que pretendían enseñarme reñía con el mío, iban por caminos diferentes”. Entonces, se retiró y decidió dedicarse a su otra pasión: la música. Formó una banda de rock en honor de Queen.
Sin embargo, después de un tiempo, y por “diferencias irreconciliables”, la banda se disolvió. De un momento a otro, su vida se encontraba en un callejón sin salida y las dos actividades con las que siempre soñó le habían provocado una gran frustración. La única opción que le quedaba era buscar la ayuda de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), a la que estaba afiliado.
Comenzó, entonces, a vender cupones (billetes de la lotería) de ONCE. “No era el plan que había trazado para mi vida, pero llevaba un buen tiempo dando bandazos y había que comer”, asegura. Y, dado que le encantaba formar parte de grupos y hacer amigos, se apuntó en el equipo de fútbol 5, del que Aitor y Roberto formaban parte como miembros del equipo técnico. Así se conocieron.
“Ellos, con mentalidad emprendedora, habían creado una marca de zapatillas y las llevaron a un entrenamiento para que las viéramos los ciegos del equipo, básicamente para intentar vender algo. Sin embargo, no fue una buena experiencia, porque les chocó un montón la forma que teníamos de verlas, tocando los materiales, comprobando la flexibilidad, los cordones…”, explica.
Pero, no todo fue negativo. Se dieron cuenta de que había un mercado potencial, de que sus dirigidos podían ser sus clientes si conseguían ofrecerles un producto hecho a su medida, que se ajustara a sus necesidades. Fue, entonces, cuando Diego se les unió. “Yo, que nunca he sabido decir que no a nada y que soy una persona inquieta, les ayudé con un diseño”, cuenta.
Diego, sin embargo, no podía darse el lujo de volver a fracasar, de seguir dando tumbos. “Fue mi madre la que me hizo entender que, si esto iba bien, era una forma de dejar ese trabajo, tan digno y tan duro a la vez, para vivir más tranquilo. Igual, si no funcionaba, siempre podía volver y pedir de nuevo la venta. Hubo muchas personas que dudaron, pero yo recibí mucho apoyo también”.
Diego Soliveres es un joven ciego al que su pasión por el fútbol 5 lo unió con Aitor Carratalá, el DT del equipo, y Roberto Mohedano, el guía. Juntos crearon Timpers, una empresa integrada en su totalidad por personas con alguna discapacidad que fabrica zapatillas deportivas, diseñadas por invidentes.
El siguiente paso fue presentarse a un concurso de emprendimiento social, con el objetivo de validar su idea de negocio y hacerse visibles a los inversionistas, y lo ganaron. En ese proceso, se dieron cuenta de que era mejor tomar otro camino: ya no especializarse en zapatillas para ciegos, sino, más bien, en ofrecerle al mercado zapatillas hechas por ciego para el público en general.
Y comenzaron las satisfacciones, como entrar en Lanzadera, la aceleradora de empresas impulsada por Joan Roig, presidente de Mercadona. “Cuando eso se dio, dejamos Alicante y nos trasladamos a Valencia. Fue un paso duro, pero también fue un avance importante saber que una aceleradora de ese prestigio, equipos e instalaciones se fijara en nuestro proyecto. Fue brutal”, afirma.
Así fue como nació Timpers, una empresa con carácter social. “En Timpers somos personas con discapacidad y queremos contratar a gente capacitada como nosotros para demostrar que se puede, que sabemos hacer un negocio y tener éxito. Nuestra lucha es por romper las barreras y estereotipos por la normalización de las personas con discapacidad en el ámbito laboral”, explica.
La idea del diseño es que las zapatillas evoquen diferentes sensaciones, situaciones y lugares que son familiares a las personas comunes y corrientes. “Son zapatillas que nos hacen sentir”, dice. Cada modelo está elaborado con materiales y tejidos distintos. Por ejemplo, con fieltro verde que al tocar recuerda la naturaleza o corcho que simula la textura del tronco de un árbol.
Aunque es claro que los zapatos son productos que “entran por los ojos”, se esmeraron en que el sentido del tacto marcara la diferencia, que fuera un nuevo modo de ver las zapatillas. “Intentamos poner el tacto al servicio del diseño”, explica. Y lo lograron: él elige el material, “me quedo con los que me sugieren algo especial, que evocan un lugar, un recuerdo o una situación familiar”, agrega.
Además de un diseño atractivo y de unas texturas de calidad, en un costado aparece la marca bordada en braille y, aunque parezca contradictorio, se preocupan por el contraste de los colores. “Hay personas que tienen baja visibilidad y que pueden percibir combinaciones que les resulten agradables”, explica. “Son zapatillas para el público general, pero queremos que sean inclusivas”.
Si bien los logros han sido significativos y se han dado en corto tiempo, Diego y sus socios quieren más. “Nuestro objetivo es conseguir vivir de la calidad de las zapatillas y no de la caridad. No queremos que nos compren porque es una empresa formada por personas con una discapacidad y eso solo podemos conseguirlo haciendo un producto 10”. En eso están concentrados ahora.
“Somos una empresa joven y a veces nos sorprende lo rápido que crece. Tenemos los pies en la tierra y sabemos que podemos alcanzar las metas previstas con trabajo y humildad”, dice. Quieren ampliar su equipo y dar un paso efectivo hacia el objetivo de la normalización de la discapacidad y el mundo laboral. También, “ser referencia en España, tanto por lo social como, sobre todo, por nuestro producto”.
Y nos deja una lección poderosa: “No podemos permitirnos ponernos límites porque ya tenemos suficiente con resolver o superar los que la vida misma nos va poniendo en el camino. Por tanto, no se puede caer en el error de ceder a los límites a los que haya que enfrentarse, en especial si son los que nosotros mismos nos imponemos. Importan más nuestras capacidades que nuestras discapacidades”.
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