Quizás alguna vez me haya escuchado decir aquello de que “la vida y el marketing no son una competencia de velocidad, un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón”. Son muchos los que están listas en la línea de salida, pero pocos, muy pocos, los que cruzan la línea de llegada. Es una realidad contra la cual no podemos luchar, así que no queda más opción que resistir.

Este de resistir es un término que todos utilizamos con frecuencia, pero que en el ámbito del emprendimiento tiene una concepción distinta de la teórica, la del diccionario. En esas páginas se la define como “Tolerar, aguantar, sufrir” o “Combatir las pasiones o deseos” (rechazarlas). Sin embargo, prefiero la idea de “adaptarse a las condiciones y saber sacar provecho de ellas”.

Esa, créeme, es una forma de resistir. El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que tolerar, aguantar y sufrir tienen connotaciones negativas. “Soportar”, “Llevar con paciencia” (que no abunda), “Reprimir”, “Contener”, “Experimentar un dolor o un daño”, “Recibir con resignación” o “Satisfacer por medio de la pena”. ¿Entiendes a qué me refiero?

Esa es una de las razones por la cual hay tantos emprendedores y negocios que fracasan a corto plazo, al cabo de uno o dos años. Porque durante ese tiempo se dedicaron a resistir y en algún momento ya no pudieron más y solo les quedó una opción: tirar la toalla. Es un complejo tema de mentalidad, a la que, seguro lo sabes, le atribuyo al menos el 80 % de nuestro éxito.

En la vida, en los negocios, en el deporte, en la cocina, en la actividad que elijas. Por eso, en vez de hablar de resistir, de resistencia, prefiero referirme a resiliencia. ¿Sabes qué significa? El diccionario la define como “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Distinto, ¿cierto? Pero, no termina ahí.

¿Por qué? Porque a mi juicio encierra algo poderoso: menciona una capacidad, una habilidad, algo que todos podemos desarrollar. En otras palabras, ser resiliente no es una cualidad que tenías incorporada de nacimiento, sino algo que desarrollaste en la medida en que las circunstancias te lo pidieron (o te lo exigieron). Esa definición, no obstante, es incompleta.

¿Por qué? De nuevo, porque se enfoca en lo negativo. Y no se necesita que enfrentarte a un hecho como este, a una crisis, a una pérdida o a un gran fracaso, para ser resiliente. También lo puedes ser, por ejemplo, cuando te vas a vivir a otra ciudad o país que son desconocidas para ti o cuando asumes el desafío de adquirir hábitos saludables, practicar ejercicio y comer mejor.

Ahora, hay otro aspecto que vale la pena considerar. La resiliencia es una cualidad que se adquiere poco a poco. No es que un día te despiertas y afirmas “A partir de hoy voy a ser una persona resiliente”, porque así no funciona. La resiliencia es producto del aprendizaje, del autoconocimiento, de tus actitudes, de tus hábitos y comportamientos, de tu mentalidad.

Entonces, aprendizaje, autoconocimiento, actitudes, hábitos, comportamientos y mentalidad deben estar alineados para ser resiliente. Y en relación con este último factor, la mentalidad, es necesario no olvidarnos de las traviesas y caprichosas emociones. Si permites que ellas te dominen, si actúas según sus designios, la resiliencia no te servirá porque estará bloqueada.

Una condición que debes cumplir para desarrollar la resiliencia es vencer la resistencia al cambio. Los seres humanos, todos, nos resistimos a salir de la zona de confort, a dejar atrás lo que nos resulta cómodo y tranquilo, aun a sabiendas de que allí no crecemos, de que estamos estancados. Por eso, el primer paso es cambiar el chip, barajar y dar de nuevo a tu cerebro.

Lo que la vida me ha enseñado es que la resiliencia está un paso por delante de la resistencia. Esta es pasiva, consiste en repeler y esperar que termine la tormenta para volver a respirar con tranquilidad. Aquella, en cambio, comprende acciones en medio de las dificultades: si te quedas quieto, el huracán arrasa contigo, así que debes hacer, implementar, probar.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Libérate, rebélate, escribe tu propio libreto y sigue tus instintos. Desarrolla resiliencia y triunfa.


A veces, muchas veces, las personas evitan asumir nuevas responsabilidades y retos por el temor a fracasar, por el miedo a ser vencidas por las dificultades. Esta situación es fácil de evitar si desarrollas la resiliencia, la habilidad común en los que son exitosos y felices.


La resiliencia, así mismo, incorpora dos valores que no son muy frecuentes: por un lado, la escucha activa y, por otro, la paciencia. Si no escuchas con atención, no podrás conocer la real dimensión de la situación, solo oirás el ruido y te distraerás, te dejarás llevar por el miedo. Si no tienes paciencia, actuarás de manera impulsiva, quizás en el momento que no es adecuado.

Lo importante es que entiendas que no necesitas esperar a estar en aprietos, a que tu negocio llegue a una situación crítica, a que tu vida se caiga a trozos para ser resiliente. De hecho, es una cualidad común en las personas exitosas, en los líderes que marcan las tendencias, en las empresas que son referentes del mercado. No ser resiliente te limita, te impone un techo.

Ahora, ¿qué asignaturas debes aprobar para ser una persona resiliente?

1.- Cree en ti.
Si tú no crees en ti, en tus posibilidades, en tus sueños, ¿por qué otros deberían hacerlo? La confianza en ti mismo te permitirá lograr lo que deseas, inclusive cuando nadie más cree en ti. Es el primer paso para hacer caso omiso de las críticas (que no faltarán), para hacer frente a las dificultades (que siempre aparecerán), para tener cada mañana la motivación que se requiere.

2.- Acepta tu vida.
Que, valga decirlo, es fruto de tus acciones y de tus decisiones. En otras palabras, la vida que tienes es tu responsabilidad. No significa que tengas que conformarte con menos de lo que deseas o te mereces, sino que mantengas los pies en la tierra, seas consciente de tu presente y trabajes para lograr lo que anhelas sin caer en el error de menospreciar los logros intermedios.

3.- Cuida tus emociones.
No te digo que las domines, porque no es posible. Sí, en cambio, que las cuides, que sepas cuáles de ellas representan tus puntos débiles, las que te hacen flaquear. No eres perfecto y no tienes por qué serlo. Si sientes miedo, ¡hazlo con miedo! No temas tampoco al fracaso, ni al éxito, que son circunstanciales, temporales. Haz de las emociones tu aliado más poderoso.

4.- No dejes de aprender.
El punto de partida de la resiliencia es vencer la resistencia al cambio, aceptar de buena gana que el cambio es la dinámica de la vida. El mundo actual nos exige adquirir más conocimiento y desarrollar más habilidades, tener una mentalidad abierta y una actitud proactiva. Esto solo es posible cuando aprendes constantemente, cuando exploras nuevas áreas del conocimiento.

5.- Ten un plan.
Cuando permites que la vida transcurra al vaivén de los sucesos, no sabes dónde terminarás. Si quieres cumplir tus sueños y alcanzar tus metas, debes asumir el control de lo que haces y, no lo olvides, de cómo lo haces. Traza un plan, respáldalo con una buena estrategia y asegúrate de contar con ayuda idónea de personas resilientesque ya están donde tú quieres estar.

Las dificultades no aparecen en tu vida por casualidad: son oportunidades disfrazadas que te ponen a prueba, alertas que te indican cuáles son tus puntos débiles. La resiliencia, además de una habilidad, también es la actitud con la que asumes la vida, con la que enfrentas aquellos momentos difíciles. Desarróllala, utilízala y aprovéchala para conseguir todo lo que deseas.


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