“Una barra de hierro tiene un valor de $ 5. Si se convierte en herraduras, tiene un valor de $ 12. Si se convierte en agujas, tiene un valor de $ 3.500, pero si lo convierten en resortes para relojes tendrá un valor de $ 300.000. Todos estamos hechos de lo mismo, pero el valor está en lo que te puedas convertir”. Ahora, déjeme preguntarte, ¿en qué te quieres convertir?, ¿quién quieres ser?
Esta reflexión la tomé del muro de Facebook de mi buen amigo Pablo Vallarino, el creador del Método Alfa y él comenta: “Todos estamos hechos de lo mismo, pero el valor está en lo que te puedas convertir”. Él, que vive en Tandil (Argentina), es un emprendedor ejemplar con una increíble capacidad de resiliencia, que ha sabido recuperarse una y otra vez después de caer.
Y lo ha hecho muchas veces, en ocasiones producto de sus propios errores y en otras ocasiones porque la vida lo enfrenta a situaciones que están lejos de su control. Lo importante, lo valioso, es que nunca se rindió. Creó empresas que quebraron, tuvo negocios que fracasaron y, sin embargo, lo sigue intentando. Una y otra vez, siempre con buena actitud, con alegría y buen humor.
Durante un tiempo, fue miembro de mi Círculo Interno y hasta tuvimos el placer de conocernos en persona hace unos años, cuando me visitó en mi casa junto con su linda familia. Es una persona a la que admiro y aprecio mucho, porque como tantas otras, quizás como tú, no ha tenido una vida fácil y, a pesar de ello, se las ha arreglado para gozarla y, en especial, darles bienestar a los suyos.
La verdad, cuando vi esta publicación en Instagram me impactó de inmediato. Sin que pudiera evitarlo, sin que lo hubiera planeado, la mente me llevó a otra época de mi vida, hace más de 23 años, cuando me convertí en emprendedor. En aquel momento, sin duda, más allá de mis ganas, de mi entusiasmo y de mi determinación, no era más que una barra de hierro con un valor de $ 5.
¿Por qué lo digo? Porque, como lo acabo de mencionar, tenía muchas ganas, mucho entusiasmo y una gran determinación, pero nada más. Y con esto, amigo mío, no llegas a ningún lado. No, al menos, como emprendedor. Y eso fue algo que aprendí más tarde, mientras hacía camino al andar: descubrí que había tomado un rumbo que me exigía aprender cada día, sin falta.
También descubrí que me encanta aprender, que soy un eterno aprendiz, y que además en encanta enseñar, transmitir mi conocimiento. De hecho, llegué a Estados Unidos porque quería aprenderlo todo sobre internet, quería aprender cómo hacer negocios a través de esa poderosa y en aquel entonces misteriosa red de la que muy pocos conocían y en la que casi nadie creía.
Las ganas de aprender fueron las que me llevaron a tomar la radical decisión de dejarlo todo atrás, mi familia, mis amigos y la vida que había llevado hasta ese momento. La intención era estar aquí uno o dos años, como máximo, y luego regresar a Colombia a poner en práctica eso que había aprendido. Han pasado 23 años y sigo en los EE. UU., pero cumplí mi sueño. Y sigo aprendiendo.
En algún momento, después de un tiempo, me di cuenta de que me había transformado en una herradura y de que mi valor había crecido hasta los $ 12. Fue algo increíble, revelador, porque comprobé que ese camino que había tomado era justo el que deseaba, esa era la vida que quería para mí. Por supuesto, me di cuenta de que era apenas un esbozo de ese gran proyecto.
Todos los seres humanos estamos hechos de lo mismo, como lo dice mi buen amigo Pablo Vallarino, emprendedor y, sobre todo, modelo de resiliencia y persistencia. En consecuencia, estamos en capacidad de conseguir lo que queramos, sea lo que sea. ¿En qué te quieres convertir?
¿Eso qué quiere decir? Que entendí que no podía conformarme, que debía aprender más y de más temas relacionados con los negocios, dentro o fuera de internet. Además, la propia dinámica del mercado, que cambiaba con frecuencia y a una velocidad increíble, me obligaba a desaprender y volver a aprender. Así mismo, porque ya había mejores oportunidades, más conocimiento.
Pude conocer y relacionarme con varios de los referentes del mercado anglo en Estados Unidos, conseguí mentores que me ayudaron, que me transmitieron su conocimiento y experiencia, que me enseñaron sus estrategias y me brindaron sus consejos. Fue algo maravilloso, justo lo que un día había soñado y parecía imposible. Por fortuna, no me rendí y obtuve una recompensa.
Entonces, me di cuenta de que esa herradura se había transformado en agujas valoradas en $ 3.500. ¡Wooowww! Sin proponérmelo, después de un tiempo de poner en práctica aquello que había aprendido, me había convertido en un referente del mercado hispano, en uno de los pioneros del marketing digital en español. Un gran privilegio y también una gran responsabilidad.
Por eso, precisamente, entendí que no podía bajar la guardia: necesitaba aprender más. No porque estuviera obsesionado, sino porque así lo exigía este camino que había tomado. Comencé a vender, conseguí buenos clientes (algunos de ellos siguen siendo clientes hoy) y abrí un camino por el que otros comenzaron a transitar. Una experiencia fascinante, enriquecedora, apasionante.
Y, claro, al estar a tono con la dinámica del mercado, continué evolucionando, creciendo. Aquellas valiosas agujas finalmente se transformaron resortes para relojes que valen $ 300.000. El mercado me identifica como un referente, mis clientes, aliados y colegas me bautizaron como el Padrino de los negocios por internet, gracias a que muchos de ellos fueron mis discípulos, mis alumnos.
Como lo consigné en esta nota (Cómo descubrí nuevas y apasionantes cimas), que es también el texto de mi capítulo en el libro ¡TÚ PUEDES!, que escribí junto con otros seis emprendedores, todos miembros de mi Círculo Interno, me preocupé por mantenerme en la cima una vez llegué a ella. Y, lo mejor, como un alpinista, descubrí otras cimas más altas, más retadoras, más exigentes.
Y, ¿sabes qué? La barra de hierro sigue transformándose. La vida nos impone nuevos retos, nos enfrenta a nuevas dificultades, nos marca nuevos objetivos. Por eso, en estos tiempos de cambios constantes, en los que cada día son más las personas que se lanzan a la aventura de hacer realidad el sueño que yo acuñé hace más de 23 años, ser emprendedor, honro mi compromiso y mi misión.
Además de disfrutar de mis hijas y de esforzarme por brindarles el bienestar que se merecen, cada día me levanto con el firme propósito de ayudar a otros a transitar este apasionante camino del emprendimiento. Y, por supuesto, con la mentalidad abierta para aprender más, actualizarme y aprovechar los increíbles beneficios de compartir conocimientos y experiencias con otros, contigo.
“Todos estamos hechos de lo mismo, pero el valor está en lo que te puedas convertir”, dice mi querido amigo Pablo Vallarino y no puedo estar más de acuerdo. Créeme que tú tienes lo mismo que yo, estamos hechos de lo mismo, así que tú también puedes convertirte en lo que deseas. Aunque hoy seas tan solo una barra de hierro de $ 5, tú puedes convertirte en lo que deseas.
El único fracaso posible es dejar de intentarlo, tirar la toalla. Haz como el bueno de Pablo Vallarino, que después de levantarse y limpiarse el polvo tras una caída le sonríe a la vida y sigue adelante. Con más entusiasmo, con más ganas, con más buena energía, siempre con buen humor. Si persistes, si desaprendes y vuelves a aprender, seguro te transformarás en algo muy valioso.
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