Lo que vas a leer en las siguientes líneas quizás se te antoje obvio o, a lo mejor, una simple estupidez. Créeme, sin embargo, que no es así. Primero, porque ya sabes que los seres humanos pasamos por alto lo obvio, lo que está frente a nuestras narices. Segundo, porque eso que llamamos estupidez no es más que una voz de alerta para prestar más atención.
La vida es una búsqueda permanente, solo que a veces no encontramos lo deseado porque no sabemos qué es. Te lo advertí: parece estúpido. Si no sabemos qué buscamos, ¿cómo lo vamos a encontrar? Es obvio que, si lo encontramos, será un golpe de suerte. Algo así como encontrar un gran tesoro debajo de una piedra mientras caminamos por el bosque.
Un ejemplo: todos, absolutamente todos, buscamos la felicidad. Un concepto que no solo cambia con el paso del tiempo, con las experiencias y los aprendizajes, sino que es muy distinto para cada persona. Es decir, no hay una sola felicidad. Y dado que no es material, que no es algo que puedas obtener en el supermercado o la farmacia, su búsqueda es compleja.
Y lo mismo sucede con el éxito, con el amor, con la paz y con el propósito, que es el motivo de este contenido que comparto contigo. El diccionario lo define como “Ánimo o intención de hacer o de no hacer algo” y también como “Objetivo que se pretende perseguir”. Además, en los últimos años se lo asume como la razón, el porqué de lo que haces, el para qué lo haces.
Cuando comencé mi carrera como emprendedor digital, por allá en 1998, mi intención (que aún no era mi propósito) era ganar dinero. No grandes cantidades, sino algo recurrente y, sobre todo, suficiente para darme el estilo de vida que deseaba. Venía de una época difícil en Colombia, con trabajo inestable, con ingresos inciertos, con pocas oportunidades.
Entonces, mi prioridad era ganar dinero. Además, era inmigrante en un país en el que si bien es posible cristalizar los sueños también es muy fácil fracasar, no tenía mucho margen de maniobra. Asumía que mi propósito era ganar dinero para cumplir con mi objetivo, pero no tardé en darme cuenta de que no era así, gracias también a las enseñanzas de mis mentores.
“Servir, no vender”, me dijeron una y otra vez, cientos de veces. “Servir, no vender”. Poco a poco lo grabé en mi mente y lo puse en práctica. Cuanto más vendía, es decir, cuanto más dinero ganaba, me di cuenta de que producía un impacto positivo en la vida y en los negocios de mis clientes. Y esa satisfacción valía más que el dinero: fue cuando descubrí mi propósito.
Que es ayudar a emprendedores, empresarios y profesionales independientes a construir negocios sólidos, a monetizar su conocimiento, a través del servicio a los demás. Porque, seguro lo sabes, llegamos a este mundo para ayudarnos. El que no sirve, estorba, dicen por ahí. Así, de lo que se trata es de aportar, de sumar, de construir.
La pregunta lógica, entonces, es ¿sabes cuál es tu propósito? En términos sencillos, es la razón por la cual cada día, aunque llueva, haga frío, estés enfermo o tengas pereza, te levantas y cumples con tu trabajo, con tus responsabilidades. En mi caso, ese propósito se representa por una doble vía: mis hijas Nichole y Laura, por un lado, mis clientes, por el otro.
El tema del propósito en los negocios es reciente. Hace 20 años no se hablaba de eso. Hoy, sin embargo, en virtud de los cambios del mercado y, en especial, de los cambios que han experimentado los clientes (otras prioridades, otras necesidades, otros deseos), este concepto pasó a los primeros planos. Sin embargo, el tema es mucho más profundo.
¿Por qué? Cansado de ser tan solo una moneda de cambio para las marcas, el consumidor ahora utiliza el propósitocomo un filtro para elegir a quién sigue y, sobre todo, a quién le compra. “Dime por qué haces lo que haces” es la premisa. No importa el producto o el servicio que ofreces, sino el objetivo que persigues y, algo muy importante, lo que hay detrás.
¿Sabes a qué me refiero? A los principios y a los valores. Si estos no se identifican con los de tu cliente potencial, ¡no te comprará! Y no solo te exige identificación: en especial, pide que ese propósito del cual hablas se refleje en acciones concretas. Es decir, que no se quede en el papel, en la web, sino que se traduzca en iniciativas efectivas y, en especial, coherentes.
Originalmente, cuando se empezó a hablar de propósito en los negocios, se restringía a temas como el cuidado del medioambiente, el respeto de los derechos humanos, la equidad social, la inclusión y el cuidado de los animales, principalmente. Hoy, la aplicación de este término es amplia y abarca todas las áreas: el mercado exige un propósito de verdad.
Y no solo eso: se les exige a las empresas y marcas de todo tipo, de cualquier industria. Y, por supuesto, a las marcas personales, los profesionales independientes. Recuerda: el propósito se utiliza como un filtro, en este caso para no caer en la trampa de los vendehúmo. Y ha adquirido tal importancia, que es considerado uno de los diferenciales más relevantes.
En la práctica, el propósito se aplica como un ‘todos ganan’. Eso significa que la tarea de un negocio, de una marca (empresarial o personal) no se restringe a lo económico, a ganar dinero. De lo que se trata, fundamentalmente, es de aportar valor, de que todos los involucrados obtengan alguna ganancia y, no lo olvides, de producir un impacto positivo.
Tanto en la vida de las personas (tus clientes) como en la sociedad. Como ves, eso del propósito no es una moda o una opción: si careces de él o si, quizás, es confuso, el mercado te mirará con recelo, te ignorará o te bloqueará. Por eso, es crucial que respondas a la pregunta de ¿cuál es tu propósito? Y, además, que lo comuniques al mercado con acierto.
Tú y tu negocio, así como tus clientes, lo agradecerán, créeme. Estos son algunos de los beneficios de establecer un propósito:
1.- Identificación.
A través de los principios y de los valores, de los sueños comunes, de las metas compartidas. No olvides que, por naturaleza, el ser humano está hecho para vivir en comunidad y, por ende, se requiere la identificación para aunar esfuerzos con quienes están en la misma línea.
2.- Vínculo.
A través de compartir un propósito, es más fácil establecer sólidas relaciones que en la práctica se traduzcan en un valioso intercambio de beneficios. Relaciones basadas en la confianza y la credibilidad, enriquecidas además por la autenticidad y la generosidad.
3.- Enfoque.
Una empresa/persona con un propósito claro avanza y crece más rápido, con consistencia y coherencia. Y no solo eso: produce un mayor impacto positivo en su entorno. Además, y esto es muy valioso, está en capacidad de tomar mejores decisiones (y a un menor costo).
4.- La estrategia.
Producto de los tres anteriores, un propósito claro es la base también de una estrategia de éxito. Gracias a él es posible crear sistemas efectivos, potenciar las habilidades individuales y colectivas, optimizar los procesos, potenciar al equipo. Y, claro, lograr buenos resultados.
5.- La alineación.
Que es distinta de la identificación. ¿En qué sentido? Se refiere a mantener las acciones de la empresa/persona alineada con las necesidades del mercado con el fin de satisfacerlas, de solucionarlas. Y, también, a la capacidad de adaptarse a la dinámica de cambios constantes.
Ahora, esto no quiere decir que el propósito sea la panacea. Este es tan solo uno de los componentes de la ecuación, una de las piezas del complejo engranaje. Si no aprendes, si no desarrollas nuevas habilidades, el propósito de poco te servirá. Si no entras en acción para aprovechar lo que la vida te otorgó, el propósito será tan solo un adorno, una arandela.
La clave del propósito radica en las acciones que emprendes, en lo que haces. Y, claro, en cómo lo haces. Dado que la vida y tu negocio o profesión no son muy distintas, necesitas establecer métricas que te permita establecer cuánto has avanzado, o si avanzaste. Y que te sirvan para corregir, para mejorar, para escalar al siguiente nivel cuando sea el momento.
Una última reflexión: si careces de un propósito (o si el que tienes no es el adecuado), serás como un barco en la inmensidad del océano. Mientras las aguas estén calmas, la pasarás bien; cuando se crispen, cuando aparezcan las tormentas y las fuertes lluvias, quedarás a merced de ellas y lo sufrirás. Y cuando navegues, lo harás a la deriva, sin un rumbo fijo…
Lecturas recomendadas:
Orquesta Cruz Diez, los inmigrantes venezolanos que conmueven a España
Roger Federer se ‘graduó’ del tenis y nos dio 5 increíbles lecciones
Esto es todo lo que requieres para comenzar un negocio en internet