Son tantas las veces que he escuchado esta pregunta, que hace muchos años perdí la cuenta: “Álvaro, ¿qué producto puedo lanzar o qué negocio puedo montar para ganar dinero?”. Es muy probable que tú mismo te la hayas formulado en algún momento. Es un interrogante que inquieta a muchos, les quita la tranquilidad y les perturba el sueño, aunque es la pregunta equivocada.

¿Lo sabías? Entiendo que es un error inducido por el mercado, una pequeña victoria de los vendehúmo, que consiguen llamar la atención de los ingenuos o, en especial, de las personas que no saben de marketing o no conocen cómo funciona internet. Es, así mismo, una de tantas versiones del atajo que muchos eligen en su afán por ganar dinero o, quizás, hacerse famosos.

Lo peor, lo perverso, es que pregonan que “es fácil”, que “es rápido” o, ¡qué barbaridad!, que no se requiere ningún conocimiento. Y no, no es fácil, no es rápido y sí requiere conocimiento. De hecho, y seguro lo has vivido de alguna manera, cualquiera actividad que quieras realizar, por muy sencilla que se antoje, requiere conocimiento. Y las valiosas, además, no son rápidas o fáciles

Veamos un ejemplo: quieres aprender a montar en bicicleta. Es fácil, ¿cierto? Claro, primero debes elegir una bicicleta a tu medida, en la que te sientas cómodo. Luego, que alguien que ya sabe montar te explique la dinámica de la coordinación del pedaleo y, algo importante, cómo activar los frenos (el de atrás primero, ¡siempre!). Y luego requieres algo de ayuda para avanzar equilibrado.

Es probable que en esos primeros intentos te caigas o, al menos, te enredes. Y pedalearás con miedo, con precaución, mientras tomas confianza. Una vez superas esta etapa, le imprimes velocidad, disfrutas el viento en contra y te dispones a vivir las aventuras al ritmo del pedal. Como ves, requirió conocimiento y práctica para desarrollar la habilidad y hacerlo fácil y rápido.

¿Otro ejemplo? Te inscribes a un curso de inglés porque entiendes que una segunda lengua te dará una ventaja competitiva en tu trabajo. Eliges el que consideras adecuado y comienzas el proceso. En las primeras clases procuras llamar la atención, intervienes poco y te intimidas cuando el profesor te pregunta o, peor, cuando te pide que pronuncies algo. ¡Se te traba la lengua!

Es una incómoda sensación que, quizás, puede durar una o dos semanas. Depende de qué tan disciplinado seas con los ejercicios posteriores a la lección y de cuánto practiques. Te parece que es difícil y no experimentas un avance, un aprendizaje rápido, como anhelabas. Después de un par de meses, sin embargo, ya sostienes una conversación sencilla y enriqueciste tu vocabulario.

De nuevo, fue indispensable adquirir el conocimiento, que en este caso va de la mano de la ayuda del tutor o las enseñanzas del profesor. En el proceso hubo momentos difíciles y tuviste que echar mano de la siempre escasa paciencia para no tirar la toalla. Al final, después de un año o dos, ya puedes hablar inglés con fluidez, lees en ese idioma y hasta te animas a escribir algunos textos.

Podría ofrecerte más ejemplos, pero estoy seguro de que entiendes el mensaje. Para cualquier actividad que quieras realizar en la vida requieres un conocimiento, que va acompañado de la tarea de desarrollar habilidades específicas. El proceso implica mucha práctica, que ya sabes es prueba y error, caer y levantarte, además de paciencia, disposición, disciplina y persistencia. ¿De acuerdo?

¿Ya ves por dónde va el agua al molino? Es decir, ¿entiendes por qué te decía antes que la pregunta con la que comencé este contenido NO es la correcta? Lo que debes (necesitas) preguntarte no es qué producto puedes lanzar al mercado o qué negocio puedes comenzar, sino ¿de qué manera puedes ayudar al mercado HOY con ese conocimiento y con las experiencias que ya posees?

Es distinto, ¿cierto? La realidad es que puedes (o debes) elegir. A lo mejor el mercado, a través de alguno de los vendehúmo, te dice que el negocio de moda, el nuevo objeto brillante, la última tendencia o el negocio que te hará millonario es abrir un restaurante de comida asiática. Tú no sabes cocinar, no te gusta la comida asiática y, por supuesto, jamás administraste un negocio de comida.

Sin embargo, te ilusionas con la idea de ser millonario de una manera rápida y fácil. Eso es lo que te dicen los falsos gurús, que te venden un curso de cuatro sesiones al cabo de las cuales “serás un experto”. Al final, quizás lo sabes, ese atajo solo te lleva al precipicio del fracaso: el experimento te salió costoso, perdiste tiempo, dinero, recursos y, lo peor, con la frustración de no saber qué pasó.


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No importa a qué te dedicas: si puedes ayudar a otros, ¡estás sentado en una mina de oro!


Bueno, déjame decirte ¿qué paso? Que carecías del conocimiento, que no constaste con el apoyo y el acompañamiento adecuados y que eso que parecía tan fácil y rápido no lo fue. Y, la verdad, no tenía por qué serlo. La vida me enseñó, de múltiples formas y en diversas ocasiones, que nada de lo valioso que deseo o de lo que ella me puede brindar es fácil, o sencillo o barato. ¡Nada!

Ahora, por favor, no te vayas para el otro extremo: que no sea fácil, sencillo o barato no significa que sea difícil, complicado o costoso. A veces, sí, a veces. Dependerá de cuán complejo sea el tema, de qué tanto conoces (al menos, lo básico) y, por supuesto, de tu disposición para aprender y, sobre todo, para poner en práctica ese aprendizaje. Y, claro, para para aprender continuamente.

Desde hace más de 25 años, cuando la vida me dio la oportunidad y me bendijo para cambiar el rumbo y construir un camino hecho a mi medida, conectado con mis dones y talentos, mi pasión y mis sueños, comencé una cruzada. Aquella de transmitirles a otros el mensaje que, si lo reciben y lo llevan a cabo, les permitirá seguir ese camino, construir su vida propia y cumplir sus sueños.

A eso es a lo que me dedico: a transmitir mi conocimiento, mis experiencias y el aprendizaje de mis cuantiosos y a veces groseros errores. Y aprendo cada día, procuro desarrollar otras habilidades y, algo que me distingue, pruebo y corrijo. Además, honro mi compromiso de guiar a las personas que me brindan el privilegio de entrar en su vida, en su negocio, a cumplir sus sueños.

Volvamos al comienzo, entonces. La pregunta adecuada, que debes responder sí o sí antes de dar el siguiente paso, es ¿con el conocimiento que poseo hoy a quién puedo ayudar? Dicho de otra forma, ¿puedes ayudar a otros con eso que sabes, con lo que la vida te ha dado el privilegio de conocer, de experimentar, de vivir? Una vez conozcas la respuesta, podrás comenzar a avanzar.

Por supuesto, vale le pena recalcar que no importa a qué te dedicas o cuál es tu profesión u oficio. Si ese conocimiento es valioso, si sabes de esa actividad más que el promedio de la gente, si tienes experiencia (tiempo y resultados comprobables) y te apasiona la idea de compartir todo esto con otros, vas por buen camino. Sin embargo, déjame decirte que este es tan solo el comienzo.

Hoy, en las actuales circunstancias, después de duras vivencias y gracias a los beneficios que nos brinda la tecnología, el mercado busca soluciones efectivas. No promesas que no se van a cumplir o propuestas que encierran una trampa. Y, sobre todo, el mercado busca personas genuinas, honestas y transparentes que, a partir de si conocimiento, ofrezcan esas soluciones efectivas.

No importa si eres cocinero, coach, abogado, médico, economista, contador, escritor o un entrenador personal. Si eso que sabes, si ese conocimiento que atesoras, es útil para otros y les ayuda bien sea a satisfacer una necesidad o a cumplir un deseos, tienes un negocio en potencia. O, como quizás me has escuchado decirlo, ¡estás sentado en una mina de oro y debes explotarla!

Entiende que ese conocimiento, esas valiosas vivencias y el aprendizaje de tus errores son un préstamo que te hace la vida. ¿Lo sabías? Es decir, tú no eres el destinatario final, tú no eres la razón de ser de ese conocimiento, de esas vivencias y de ese aprendizaje: tú eres un canal, un intermediario, el mensajero al que la vida le dio el privilegio de transmitir todo esto a otros.

Un préstamo que, no sobra decirlo, se multiplica, se nutre y regresa a ti en forma de múltiples bendiciones en la medida en que lo compartes, en que lo transmites. Ese, créeme, es el mejor negocio del mundo, el más rentable. ¿Y el dinero? Vendrá por añadidura. Será la consecuencia lógica de tus acciones, de tus decisiones y del impacto positivo que generes en la vida de otros.

¿Ahora entiendes por qué la pregunta que me han formulado cientos de veces no es la correcta? La clave radica en que entiendas que el mejor negocio del mundo es servir. Y servir es utilizar tu conocimiento, tus experiencias y aprendizajes, conectarlos a tus dones y talentos, para ayudar a otros a solucionar sus problemas y a cumplir sus sueños. La recompensa, créeme, es invaluable.

Si eres uno más de tantos que, porque tu etapa en el mundo laboral convencional terminó, porque la vida te señaló nuevos camino a raíz de los últimos acontecimientos o, simplemente, porque le quieres dar alas al sueño de crear tu negocio, te felicito. ¡Bienvenido a la familia! Ya sabes cuál es la pregunta correcta, la primera que debes formularte antes de dar otro paso. ¡No te equivoques!

Ah, por supuesto, si crees que puedo ayudarte, por favor, no dudes en contactarme. Será un privilegio guiarte por este apasionante camino y compartir contigo mi conocimiento.


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