“Eres el resultado del promedio de las cinco personas con quienes pasas más tiempo”. Esta es una frase de Jim Rohn, un empresario, autor y orador estadounidense que falleció en 2009. Se lo considera el impulsor de las carreras de, entre otros, Tony Robbins, Mark V. Hansen, Brian Tracy y Jack Canfield, además de un referente en el ámbito del liderazgo, tan de moda por estos días.

No sé cuándo fue la primera vez que la escuché, pero sí recuerdo que me produjo un gran impacto. Fue como regresar el tiempo y volver a aquellos últimos años de los 90 cuando mi vida era como un barquito de papel que trataba de mantenerse a flote en medio de una temible tormenta en alta mar. Vivía en una incertidumbre terrible, sin saber qué rumbo darle a mi vida.

No hacía mucho había recibido el diploma que me acreditaba como sicólogo clínico de una de las más prestigiosas universidades de Colombia y me lancé al mercado laboral en procura de construir una carrera. Esa era la idea que habían grabado en mi mente cuando niño, el libreto que los padres les inculcaban a sus hijos, como sus padres lo había hecho con ellos, y así sucesivamente.

Sin embargo, no tardé demasiado tiempo de darme cuenta de que esa no era la vida que deseaba para mí. Sí, amaba la Sicología, y aún la amo, pero el ejercicio de la profesión era muy distinto a lo que me había imaginado. La inestabilidad laboral era terrible, los ingresos eran insuficientes y la competencia era feroz. Además, en mi corazón ya latía la idea de buscar algo diferente.

Desde la adolescencia, había tenido contacto con los computadores y había desarrollado una pasión por la tecnología, por las oportunidades que nos brindaba. Luego llegó internet, del que me enamoré a primera vista. Si bien el de aquel entonces era un mundo muy distinto al actual, no sé porqué en mi cabeza se metió la idea de que esa era la herramienta que iba a cambiar mi vida.

Creé una página web (un directorio de temas relacionados con el escritor colombiano Gabriel García Márquez) cuando prácticamente nadie, cuando ninguna empresa tenía una. Muy pocos de mis amigos y conocidos sabía qué era internet y, la verdad, casi nadie en Colombia lo sabía. Por eso, cada vez que hablaba de mis intenciones, de mis sueños, se burlaban de mí y me creían loco.

Eran tiempos en los que eso de ser emprendedor no se veía bien. Se creía que era algo de los vagos, de los que no querían trabajar en algo formal, de los que no deseaban adquirir compromisos y preferían una vida fácil. Recuerdo que no pasaba un día sin recibir algún comentario irónico, sin que alguien soltara la frase “mejor, búsquese un buen trabajo”.

Dado que la conexión a internet se realizaba a través de la línea telefónica, trabajaba en las noches, cuando estaba libre. Y en esa soledad, en ese silencio, me di cuenta de que para poder hacer realidad mis sueños, de que para ser emprendedor tenía que alejarme de ese ambiente. Sí, tenía que soltar las amarras que me ataban a un pasado y a un entorno que eran un lastre.

Por fortuna, conté con el apoyo de mis padres, que si bien no entendían qué era eso de internet y tenían sus reservas acerca de aquello de ser emprendedor, siempre me apoyaron y me animaron a seguir mis sueños. Fue, entonces, cuando armé mis valijas, tomé un avión y me vine a los Estados Unidos. La idea era estar uno o máximo dos años y regresarme, pero ya llevo 22 años en este país.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Para triunfar en la vida, necesitas que quienes te rodean estén alineados contigo.


Cada día que pasa, más en circunstancias de dificultad e incertidumbre como las actuales, cobra vigencia la famosa frase de Jim Rohn “eres el resultado del promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasas”. Aplica para todas las facetas de la vida y es imprescindible.


Esa fue la decisión más difícil y más dolorosa de mi vida: dejar atrás a mis padres, mi familia, mis amigos, mi vida, para comenzar de cero en medio de la incertidumbre. Gracias a Dios, la vida me fue llevando por el camino correcto, tuve la bendición de formarme con los mejores del marketing digital y con gran esfuerzo, pero también con mucha satisfacción, me establecí y creé mi empresa.

Hoy, estoy completamente seguro de que no habría llegado a ser lo que soy si me hubiera quedado en Colombia o si, después de formarme en Estados Unidos, hubiera regresado a mi país. Lo que más me ayudó, lo que me impulsó a seguir a pesar de las dificultades, lo que me sirvió como espejo para fijar mis objetivos y no tirar la toalla, fue el entorno del que me rodeé aquí.

No soy un gran aficionado al baloncesto, pero cuando vives en Estados Unidos es imposible no saber quién es Michael Jordan, la leyenda viviente del baloncesto profesional. En los años 80 y 90, con la camiseta de los Chicago Bulls, dejó una huella indeleble y marcó un antes y un después en la NBA. Hasta entonces, los Toros eran un equipo más, uno del montón, pero la historia cambió.

La mayoría de los registros le atribuyen la responsabilidad a Jordan, que ciertamente fue un jugador fuera de serie, pero también es cierto que sin el aporte de otros excelentes deportistas como Scottie Pippen, Horace Grant, John Paxson, Toni Kukoc o B.J. Armstrong, entre otros, escribir la leyenda no habría sido posible. Jordan era solo la punta del iceberg, la cara visible de la magia.

¿Por qué te refiero esta historia? Para que comprendas que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera alguien superlativo en su actividad como Michael Jordan, logra el éxito en solitario. Y nadie, absolutamente nadie, puede aspirar al éxito si las personas de las que está rodeado no están en sintonía con su pasión, con sus sueños; si no hay objetivos comunes, si no hay empatía.

Una de las razones ocultas por las que muchos emprendedores no consiguen empezar o, peor, se quedan a mitad del camino, es porque están mal rodeados. El promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasan, de las que habla Jim Rohn, no son las correctas: se trata de personas que las envidian, que en silencio desean su fracaso, que se esfuerzan por dificultar su camino.

¿Es ese tu caso? Conozco a personas muy valiosas, con pasión, con conocimiento y con vocación de servicio que terminaron frustradas porque su entorno las limitó, les cortó las alas. Su pareja, su familia, sus amigos íntimos, sus compañeros de trabajo son quienes determinan ese desenlace. En vez de ayudar a construir, a incentivar, a inspirar, a acompañar, se convierten en un lastre.

Esa fue una de las razones por las cuales creé Círculo Interno, mi exclusiva comunidad de emprendedores, en la que nos ayudamos unos a otros. Es el entorno ideal para aprender, para desarrollar habilidades, para formarnos como personas y emprendedores, para darles alas a nuestros sueños. Es donde construyes los cimientos de esa vida feliz y abundante que anhelas.

Tener la vida que sueñas implica a veces pagar un precio alto, como romper vínculos cercanos, como dejar amigos, como alejarte de personas a las que quieres. Esa es una circunstancia que nos atemoriza, pero puede decirte, porque lo viví, que por cada persona maravillosa que dejes atrás la vida te compensará con otras más increíbles. Cuida al elegir tu entorno, porque este determina tu futuro…


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