El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra… y no soy yo, por supuesto. Porque, más allá de que la vida me ha dado el privilegio de ser un modelo digno de imitar, de marcar el camino que otros quieren seguir, de inspirar a otros en esta aventura apasionante de ser un emprendedor, soy un ser humano común y corriente que comete sus pecados y se equivoca.

Por fortuna, ciertamente. Porque detrás de esos pecados, que casi nunca son premeditados o conscientes, detrás de esas equivocaciones está el aprendizaje que me ha permitido ser quien soy. Aprendizaje que en muchas ocasiones ha sido doloroso, penoso, pero valioso. Como bien dice el dicho, “el que peca y reza, empata”, y yo digo mis oraciones con juicio.

El mensaje que quiero transmitirte es que nadie, absolutamente nadie, es perfecto. O, de la misma manera, nadie puede ser perfecto. No es la esencia del ser humano. No solo tienes el derecho a equivocarte, a pecar, sino que está bien que lo hagas de cuando en cuando. Ya te mencioné por qué: porque cada error encierra una valiosa enseñanza para el futuro.

A lo largo de mi trayectoria, he conocido a muchas personas que se esmeran por no errar, por no pecar. ¿Y sabes cuál ha sido el resultado? Que su gran error, su gran pecado, es que nunca avanzaron, nunca lograron lo que se proponían, nunca cumplieron sus sueños. Las paralizó el miedo a equivocarse y ser juzgadas, pero ya sabes que nadie está libre de pecado.

Lo cierto es que en el afán del día a día, inmersos en una rutina a veces agobiante, todos estamos expuestos a equivocarnos. Son errores en los que incurrimos con frecuencia y que nos amargan la vida y echan a perder nuestro negocio. Los más comunes los he tipificado en los siete pecados capitales estipulados por la religión católica, pero aplicados al marketing:

1.- La pereza.
Se la reconoce como ‘la madre de todos los vicios’. Uno de los hábitos más dañinos que puede aprender el ser humano, porque es el comienzo de otros muchos males. Nada bueno surge de la pereza y nunca un perezoso fue feliz o exitoso en la vida o en los negocios, porque estos conceptos son polos opuestos. ¿Cómo se manifiesta la pereza en tu negocio?

De muchas y variadas maneras. Una de ellas, la procrastinación, esa maña de aplazar para mañana aquello que debes hacer hoy. También, siendo negligente, dejando que las cosas pasen sin tomar acción, a la espera de que la vida te dé lo que deseas. O por la falta de disposición, el origen de que todo salga mal. Lo más peligroso es que la pereza se aprende.

La pereza suele ser, también, una manifestación de nuestros miedos. No queremos enfrentar la realidad, deseamos un camino fácil y sin obstáculos, nos creemos el cuento de que en internet es posible hacerse rico de la noche a la mañana, dejamos que nos invada la pereza. Y ese es el final. Ah, y en estos tiempos, la pereza es creer que ChatGPT hará milagros por ti.

2.- La lujuria.
Aunque te parezca raro, sí existe en los negocios. Lo que ocurre es que, por supuesto, se manifiesta de una manera diferente a la convencional. En el fondo, sin embargo, sigue siendo el mismo deseo desmedido por algo material. Que, básicamente, se traduce en buscar a cualquier costo la riqueza exprés, en dejarse tentar por el último objeto brillante del mercado.

Conozco a muchas personas que montaron un negocio propio porque querían ser dueños de su tiempo y ganar mucho dinero. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro. Después de unos meses, descubrieron que eran esclavos de su propio negocio, autoempleados, y la ansiada riqueza se transformó en deudas. Esta, créeme, es una de las manifestaciones de la lujuria.

Se dejaron obnubilar por el físico, se nublaron con el escote, distorsionaron la realidad que les mostraba la minifalda. Cayeron en la trampa de lo fácil, de lo gratuito, de no aprender y no invertir en su conocimiento. La lujuria en los negocios es la tendencia a ir por el atajo, sin una estrategia, sin un plan. Es un camino que, créeme, solo te llevará directo al infierno…

3.- La soberbia.
No se necesita una piedra de un gran tamaño para hacer tropezar a un emprendedor. Basta una pequeña, una de esas resbalosas, para que caigas y sufras un duro golpe. Y una de esas pequeñas piedras es la obsesión por ofrecerle al mercado algo único, un producto distinto a todo lo que existe, una idea inédita que nadie había tenido. ¡Quieren reinventar la rueda!

Si quieres avanzar del punto A, donde estás, al punto B, lo más inteligente que puedes hacer es seguir a quienes ya recorrieron ese camino con éxito. Sí, a las personas que conocen los recovecos, las curvas peligrosas, los descensos resbalosos, las subidas pendientes. Alguien que pasó por punto B y está en el punto C. Y alguien que está dispuesto a enseñarte.

Si eres una de ellas, te sugiero que te despojes del ego, de las ansias de ser reconocido e importante, y te concentres en servir. Tanto como puedas, lo mejor que puedas hacerlo. La vida te recompensará de mil y una formas maravillosas, te lo aseguro. En cambio, si eliges el camino de la soberbia, tarde o temprano el mercado te castigará y lo lamentarás.


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Son muchos los frutos prohibidos que se cruzan en el camino del emprendedor.


4.- La gula.
La riqueza producto de tu trabajo en internet es posible. Pero, producto de tu trabajo, no de un golpe de suerte, o de magia. Igual que tu salud: el resultado dependerá de tus hábitos. Y hoy, tristemente, se ha cultivado el hábito del atajo, de la riqueza exprés, de la mentalidad a corto plazo. Son personas a las que solo les interesa ganar dinero, como sea, pero mucho.

La riqueza, la prosperidad, el éxito y la felicidad en la vida y los negocios son fruto de un proceso. No hay caminos alternos, no hay atajos. No permitas que los encantadores de serpientes que pululan en internet te lleven a adquirir el hábito de la gula. Este, créeme, es un desorden que lleva a la persona a perder el control de sus propios actos. Y te pesará.

La gula es el pecado capital que caracteriza a los vendehúmo, a los que te dicen que basta con dominar una herramienta para obtener los resultados esperados. Al final, es como si a un diabético le dicen que puede comerse un dulce pastel luego de caminar 10 o 30 minutos: es un engaño, una trampa. El dinero llegará en la medida en que sirvas más y sirvas mejor

5.- Avaricia.
En la vida, hay dos momentos que te definen como persona: tu paciencia cuando no tienes nada y tu actitud cuando lo tienes todo (o no te falta nada). Esta es una premisa que aplica a cada actividad de la vida, inclusive a los negocios. Por experiencia, sé que es más profunda la huella en este segundo caso, porque habla a las claras de cuál es tu condición humana.

El avaro es aquel que tiene desmedido afán de riqueza. Y una vez la posee, la quiere solo para él y, además, cree que es suficiente y que no necesita hacer nada más para multiplicarla. Sin embargo, la vida y los negocios son un ciclo permanente y si estás arriba en algún momento estuviste abajo, o vas a estarlo. Esa es la cruda realidad, de la que nadie está exento.

El éxito en los negocios está determinado por lo que haces cada día. Sin descanso. Por tu convicción, tu terquedad para perseguir tus sueños, tu decisión para sobreponerte a las dificultades. Por tu inteligencia para alejarte de lo que te perjudica. Por tu habilidad para sacar provecho de tus talentos y, sobre todo, por cuánto inviertes en ti a largo plazo.

6.- La ira.
Un buen día descubres una realidad aterradora: tu única compañera, la única que no te abandonó, es la soledad. Y, claro, cunde el pánico. El ser humano no está enseñado a estar solo y encontrarse en esa situación lo hace muy vulnerable, una de las mayores dificultades a las que enfrenta un emprendedor porque el ser humano no está hecho para la soledad.

Por eso, no sabemos lidiar con ella y por lo general es simplemente una escala hacia la ira. Que, seguramente lo sabes, es muy mala consejera. Tu peor enemigo si le otorgas el poder de destruirte a ti y a tu negocio. O un aliado incondicional si aprendes a dominarla, si controlas sus efectos y empleas sus alertas para corregir lo que no funciona bien. ¡Tú eliges!

Es indispensable aprender que el fracaso no es un destino, el punto final, sino una parte del proceso. La que mayor aprendizaje encierra, por cierto. Y todos estamos expuestos. Por eso, hay que saber rodearse de las personas adecuadas, evitar la soledad y, sobre todo, contar con la ayuda idónea para obtener los resultados que deseas. Ese es el antídoto contra la ira.

7.- La envidia.
Que, más que de los emprendedores, es el pecado capital por excelencia de internet. Los emprendedores, con frecuencia, somos objeto de envidia y, por eso, debemos aprender a lidiar con ella. ¿Por qué nos envidian? Porque nos atrevemos a ir contra la corriente, luchamos por nuestros sueños y, en especial, logramos el éxito que otros no consiguen.

Aprende que provocas envidia cuando actúas, dejas atrás tus miedos, te atreves a buscar tus sueños y asumes riesgos. Sentir envidia es un mecanismo de defensa. El envidioso, en el fondo, es una persona perezosa que desea un camino fácil, sin obstáculos, con atajos. No está dispuesto a esforzarse, a invertir en su formación, a compartir su conocimiento.

La envida, amigo mío, es muy dañina: tiene un gran poder destructor. Si quieres evitar caer en sus redes, ¡actúa! Mírate en el espejo de los que ya estamos más allá del bien y del mal. Elige un mentor que te inspire, cuyo credo comulgue con tus valores y visión de la vida, y sigue su consejo. Rodéate de personas generosas, capacitadas, proactivas y con vocación de servicio.

Moraleja: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra… Como seres humanos que somos, todos estamos expuestos a equivocarnos, a tropezar con alguno de estos pecados capitales. Tropezar y caer le pasa a cualquiera, pero no cualquiera se levanta, se sacude el polvo y sigue adelante en procura de sus sueños. Ese es el emprendedor de éxito…


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