La semana que dejamos atrás nos marcó profundamente. Un terremoto en México, con un centenar de víctimas mortales, y luego el temible huracán Irma, que dejó muerte, destrucción y desolación a su paso por el Caribe y La Florida, antes de perder fuerza en suelo de Georgia. Dos escenarios trágicos que no dejaron lecciones que valen oro.
De las consecuencias de estos desastres naturales los afectados tardarán meses, y hasta años, en recuperarse. Muchos lo perdieron todo, a excepción de la vida, que les dio una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. De nuevo y de cero, porque se quedaron sin techo, sin comodidades de las que disfrutaban, sin con el alma roto y el dolor a cuestas.
Un dolor que, muchas veces, se incrementa por la indolencia de sus semejantes. Porque si algo nos mostraron hechos como el terremoto de México y los huracanes Harvey e Irma, más allá de la fuerza destructiva de la naturaleza, fue que hay seres humanos a los que no los conmueve ni un ápice la suerte que corran otros. Son la peor cara de la tragedia.
Debo confesarte que cuando vi las noticias en los medios de comunicación no pude dejar de ser un poco de rabia, algo más de indignación. Sin embargo, no soy nadie para juzgar las decisiones de otros, por más equivocadas que me parezcan, pero lo que sí puedo hacer es reflexionar y, sobre todo, aprende las valiosas lecciones que nos ofrecen.
Una de las premisas del emprendimiento, uno de sus pilares, es la solidaridad: la verdadera razón por la cual algún día tomamos la decisión de ser emprendedores es porque queremos ayudar a otros. Sí, queremos brindarles nuestro conocimiento, nuestra experiencia, nuestra capacidad de trabajo, para que puedan cumplir sus sueños.
Si eso no es lo que te motiva, no eres emprendedor o vas por el camino errado y más temprano que tarde te darás cuenta. Porque, amigo mío, el emprendimiento es servicio. Sí, servicio en las manifestaciones más variadas que te imagines, pero servicio al fin. Todo lo demás, incluidas las ganancias, es lo demás, es accesorio, la consecuencia de un efecto.
En Houston, tras el devastador paso de Harvey, uno de los locales de la cadena de electrodomésticos Best Buy ofreció la caja de 24 botellas de agua a 42,96 dólares, el triple de su precio habitual. ¡Sí, el triple! ¡Y agua, el elemento vital en esta clase de emergencias! La andanada de críticas fue monstruosa después de que el hecho se conoció.
Lo más triste del caso es que Best Buy se lavó las manos, no reconoció su responsabilidad y atribuyó el error a un “empleado que multiplicó el precio por unidad y puso en venta las cajas”. Al menos hubieran tenido la decencia de reconocer su equivocación, pero no fue así. Ese, sin embargo, no fue el único caso lamentable registrado en Texas.
El fiscal general del estado Ken Paxton dijo a los medios que habían detectado hoteles que triplicaron el precio de sus habitaciones, o estaciones que subieron el precio del litro de gasolina al doble. Eso, a pesar de que existen multas que pueden llegar a 250.000 dólares si el afectado es una persona mayor de 65 años. La avaricia, empero, no sabe de leyes.
Esto nunca se debe hacer
En San Martín, una pequeña isla del Caribe que sufrió el paso de Irma (en ese momento era de categoría 5), fue el hotel Marriott el que quedó en el ojo del huracán. Antes de que el fenómeno natural arrasara la isla, la empresa envió un barco para rescatar a sus empleados y a los turistas que estaban alojados en el hotel. Y ahí fue Troya.
Aunque el barco tenía capacidad para 600 pasajeros y solo se habían copado 300, los encargados no dejaron subir a otras 30 personas que estaban en la isla. El argumento fue que no tenían autorización para subir al barco a quienes no estuvieran alojados en el hotel o no fueran empleados de la cadena, una decisión que provocó indignación y críticas.
El caso se conoció porque la estudiante estadounidense Naomi Michail Ayala, radicada en Dallas (Texas) y que estaba de vacaciones, publicó un video. Ella fue una de las personas que tuvo que permanecer en tierra al paso del huracán. Después, la cadena Marriott emitió un comunicado y culpó a las autoridades portuarias de la isla por el incidente.
En la antesala del arribo de Irma a suelo continental, el turno fue para un local de la cadena Pizza Hut, en Jacksonville (Florida). Fue porque el encargado del lugar publicó en la cartelera interna un memorando en el que daba instrucciones a los empleados para encarar la eventual emergencia. Los términos de la comunicación fueron desafortunados.
“Como el huracán Irma se acerca a Florida, quiero enviar esta nota: nuestra prioridad # 1 es la seguridad y el recaudo de nuestro equipo. Pero, nosotros tenemos una responsabilidad y un compromiso con nuestra comunidad para estar ahí cuando nos necesitan”, decía la nota. Hasta ahí, todo muy bien, con cordura y sensatez.
Sin embargo, luego agrega: “La falta en estos turnos, independientemente de la razón, se considerará una no llamada y quedará registrado. Después de la tormenta, necesitamos que todo el equipo esté disponible para restaurar el local y servir a la comunidad cuando lo necesitan”. La nota fue publicada en Twitter por un empleado y se desataron las reacciones.
Afortunadamente, o al menos los medios de comunicación no lo consignan, no hubo nuevas víctimas producto de estas decisiones administrativas. Lo que sí se produjo fue la pérdida de la credibilidad de las empresas, un riesgo innecesario que se corrió porque intentaron sacar provecho inadecuado en una situación que se sale de lo normal.
A veces, los emprendedores nos dejamos llevar por el afán de recuperar la inversión inicial o por las ansias de atesorar riqueza en tiempos de abundancia. Y corremos el riesgo de olvidarnos de lo importante: el bienestar del cliente. Eso es lo único que debe movernos, el único objetivo que debemos perseguir, más allá de nuestro interés particular.
Intentar sacar provecho en una situación en la que otro está en desventaja es una de las actitudes más ruines del ser humano, un error que tú como emprendedor no puedes cometer. Si llegas a tropezar con esa piedra, la única acción válida es dar la cara, reconocer la equivocación y ofrecer la inmediata reparación. No hay más opciones.
La solidaridad y el servicio son pilares fundamentales del emprendimiento. ¿Por qué? Porque la verdadera razón por la cual tomamos la decisión de ser emprendedores es el deseo de ayudar a otros. Ese es un camino que tiene doble recompensa: nos permite cumplir nuestros sueños y podemos alegrarnos por ayudar a otros a que los cumplan.
A la par de muchas labores y estrategias que debemos aprender, los emprendedores también debemos estar atentos a otras tantas que, por ningún motivo, debemos hacer. Una de ellas, sin duda, es pecar por oportunistas, tratar de sacar provecho de una situación en la que el mercado está en desventaja. Eso, amigo mío, no es emprendimiento.