No importa si crees en reyes o si para ti, como para miles de millones de personas en el mundo, la monarquía es una institución en desuso. Lo cierto es que, más allá de las diferencias culturales, a los seres humanos, a la mayoría, nos encantan reyes, reinas, príncipes y princesas. En especial, cuando tras ellos hay una rica tradición y su vida es también parte de nuestra vida.

La última vez que el mundo vio la coronación de un monarca del Reino Unido fue el 2 de junio de 1953, cuando la reina Isabel II asumió el trono. Su padre, el rey Jorge VI, había fallecido el 6 de febrero de 1952. Contaba apenas 25 años y fue sometida a un estricto proceso de preparación de 14 meses antes de ostentar el cargo. Aquel fue un acontecimiento que paralizó al planeta.

¿Por qué? La coronación de Isabel II fue la primera en ser televisada y tuvo una audiencia de 27 millones de personas solo en el Reino Unido, 11 millones más la escucharon en la radio. Carlos Felipe Arturo Jorge, hoy rey Carlos III, era tan solo un niño de 4 años que, desde ese momento, supo que algún día iba a ser el monarca. Sin embargo, tuvo que esperado casi 70 años.

Los mismos 70 años que esperó el mundo para vivir las emociones (¡sí, las emociones!) de una nueva coronación. Una serie de actos solemnes que esta vez no solo fueron transmitidos por la televisión, sino también, por internet. El último y tal vez el más observado fue un multitudinario concierto celebrado en los mismísimos jardines de la famosa abadía de Westminster.

Entre los artistas del concierto figuraron Take That, Katy Perry y Lionel Richie. También, Paloma Faith, Olly Murs, el veterano guitarrista de rock Steve Winwood y Nicole Scherzinger, de The Pussycat Dolls. Así mismo, la estrella italiana de la ópera Andrea Bocelli; el bajo-barítono galés Sir Bryn Terfel; la cantautora Freya Ridings y el compositor de soul clásico Alexis Ffrench.

Toda una constelación, más allá de que algunos de estos nombres no son muy familiares para nosotros en estos lares. Se calcula que había 20.000 espectadores en los bellos jardines del Castillo de Windsor y, por supuesto, en primerísima fila estaba el rey Carlos III acompañado de Camila, la reina consorte. Sin embargo, no fueron los famosos artistas ni los monarcas los que se robaron el show.

¿Quién fue, entonces? Lucy Illingworth, una pianista ciega y autista de tan solo 13 años. ¡Wow, increíble!, ¿cierto? No soy fan de las monarquías, no presencié la coronación de Carlos III y jamás había escuchado de esta niña. Sin embargo, cuando mi radar detecta una historia que inspira, como esta, no la puedo dejar pasar. Y está, sin duda, créeme, te va a inspirar, ¡y mucho!

Lucy nació en Brighouse, en Yorkshire del Oeste, en el norte de Inglaterra. La alegría de su nacimiento pronto se transformó en tristeza y preocupación porque los médicos detectaron un retinoblastoma, un tumor canceroso de la retina, que la dejó completamente ciega. También tiene una duplicación del cromosoma 16, que afectó su desarrollo y provocó problemas de comunicación.

Durante el tratamiento, sin una razón particular, le regalaron a Lucy un pequeño teclado que no soltaba para nada. Lo llevaba, inclusive, cuando iba al hospital a recibir tratamiento. A los 4 años, la niña era capaz de recitar una canción de memoria después de escucharla solo una vez y también podía reproducir la melodía en el teclado. Un talento precoz que ahora el mundo entero conoció.

“Tocaba perfectamente ‘Twinkle, Twinkle Little Star’”, les contó Candice, la madre de Lucy, a los medios de comunicación. Aquella interpretación llamó la atención de una enfermera, que al principio pensó que la melodía estaba pregrabada. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que Lucy había tocado la melodía ella sola, dijo que era ‘¡Espectacular!’”. Era tan solo el comienzo.


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Los nuevos reyes se deleitaron con el inmenso talento de la jovencita Lucy Illingworth.


Ante figuras como Katy Perry, Lionel Richie, Nicole Scherzinger, de The Pussycat Dolls, o Andrea Bocelli, una pianista ciega y autista de tan solo 13 años fue la estrella que más brilló en el concierto que cerró los actos de coronación del rey Carlos III. Te cuento quién es.


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Motivada por este revelador descubrimiento, Candice se dio a la tarea de conseguir un profesor que desarrollara la habilidad de su hija. Encontró a Daniel Bath, que desde entonces la entrena a través de Amber Trust, una fundación patrocinada por la reina Camila, que ofrece oportunidades musicales a niños ciegos y deficientes visuales, así como a niños con necesidades más complejas.

“Las nuestras, por supuesto, no son como clases de piano comunes y corrientes. Como Lucy no puede ver lo que pasa, empecé a utilizar un método para tocar el piano y ella ponía sus manos encima de las mías para sentir qué dedos hacían cada cosa”, explicó Bath. “Nunca he conocido a nadie en mi carrera que tenga la misma profundidad de comprensión de la música que ella”, agregó.

“Ahora, la música es su forma de comunicarse y así es como se hace un lugar en el mundo”, afirmó el orgulloso profesor. Su presentación en sociedad fue en el concurso musical The Piano, emitido por Channel 4, una cadena pública del Reino Unido. El 15 de marzo de 2023, en la final, se enfrentó a Jay, de 25 años, de la Isla de Wight; Sean, de 27 años, de Edimburgo y Danny, de 26 años, de Manchester.

¿Y qué crees que sucedió? Sí, ¡ganó, Lucy ganó! Ante un abarrotado escenario en el Royal Festival Hall, con una magistral ejecución de Arabesque Número 1, de Claude Debussy, Lucy impresionó a la multitudinaria audiencia y, lo mejor, conquistó el corazón de los jurados, el cantante de pop Mika y el pianista virtuoso Lang Lang. “Es un verdadero genio”, fue lo único que atinó a decir este último.

Lo insólito es que los finalistas  no estaban allí, en el teatro. Entonces, ¿dónde estaban? En distintas estaciones de tren de Londres, Birmingham, Leeds (Inglaterra) y Glasgow (Escocia). En uno de los videos, con cientos de miles de reproducciones, se ve que Daniel guía a Lucy hasta el piano de la estación de Birmingham New Street, la ayuda a subirse al taburete y a encontrar las teclas.

“Es un verdadero genio”, fue lo único que atinó a decir Lang Lang, pianista chino que ha actuado con las principales orquestas de China, Norteamérica, Europa y otros países. En activo desde la década de 1990, fue el primer pianista chino contratado por las filarmónicas de Berlín y Viena. “Es increíble que pueda tocar esta pieza. ¿Cómo estudia? Dios mío, Dios mío, esto es imposible”, agregó.

Candice dijo que había inscrito a su hija en el concurso porque quería mostrar a los demás lo “increíble” que es y concienciar sobre su enfermedad. Añadió que, más allá del triunfo, fue “una experiencia única que ninguna de las dos olvidará. Le cambió la vida, literalmente”, dijo. Desde entonces, Lucy ha aprendido piezas de Mozart, Beethoven, Schubert, y Stevie Wonder, entre otros.

Tras esa meteórica irrupción, le llegó la oportunidad de presentarse ante el mundo. Y nada menos que en Coronation, el concierto que cerraba los festejos por la coronación del rey Carlos III. El Palacio de Buckingham había prometido una velada repleta de “iconos de la música mundial y estrellas contemporáneas”, pero nadie imaginó que la pequeña Lucy sería la estrella más brillante.

Con su madre Candice sentada a su lado, la espectacular interpretación de Lucy del Preludio en do mayor de Johann Sebastian Bach asombró a decenas de miles de espectadores que vieron el evento en vivo y en directo. Los recién coronados reyes, por supuesto, se rindieron a su talento. De inmediato, las redes sociales estallaron con cientos de mensajes de televidentes maravillados e incrédulos.

“Lucy, me has hecho llorar. Qué talento tan maravilloso y qué joven tan guapa. Bravo”, publicó un fanático, mientras que otro solo atinó a decir “Lucy Illingworth, eres asombrosa”. Los cientos de medios de comunicación de todo el mundo que seguían las actividades reales también quedaron prendados con la asombrosa actuación de Lucy, que brilló entre las más grandes estrellas.

Entiendo que puedas preguntarte qué tiene que ver contigo, emprendedor o empresario, la inspiradora historia de Lucy Illingworth. Honestamente, MUCHO (así, en mayúsculas). La mayor frustración de mi trayectoria ha sido ver incontables casos de personas llenas de talento, con todo a su favor, que terminaron frustradas, que renunciaron a sus sueños, que tiraron la toalla.

Ninguna de ellas tenía discapacidad alguna, pero se dejaron vencer por los miedos, por el temor al qué dirán los demás, por las creencias limitantes. Tenían todo, absolutamente todo, para triunfar y no pudieron hacerlo. Perdieron tiempo y dinero, pero lo más doloroso fue que desaprovecharon los dones y talentos que la vida les dio, se dieron el lujo de permitir que la llama de la pasión se extinguiera.

Cada vez que conozco la historia de alguien como Lucy Illingworth siento un poco de pena. No por ella, claro, sino por mí mismo. Por las veces que dudé, por las veces en que me dejé llevar por el miedo o por las emociones. Por las tantas veces en las que no saqué el máximo provecho de tantos dones y talentos, de tantas bendiciones que me ha regalado la vida. Gracias a Dios, no me falta nada.

Pienso, también, en todas aquellas ocasiones en las que me quejé por las dificultades que encontré en el camino, por los intentos fallidos, por los proyectos que no salieron como esperaba. Historias como la de Lucy Illingworth me ayudan a poner los pies en la tierra, a agradecer que lo tengo todo (todo lo que necesito). Y me ayudan a entender que soy una persona bendecida.

Los emprendedores solemos ser injustos con la vida al no valorar lo que esta nos ofrece. Nos quejamos por todo y por todos, cuando en realidad somos privilegiados al vivir de lo que nos gusta, al hacer lo que amamos y, de paso, ayudar a otros. Por eso, justamente por eso, la historia de Lucy Illingworth es inspiradora, nos enseña a apreciar y valorar lo que somos, lo que tenemos.

Es muy probable de, en virtud de su condición, la pequeña Lucy no sea consciente del impacto que ha generado, de tantos corazones que ha impactado y conmovido. Y no importa, porque lo más probable es que no le interesen el reconocimiento y la aprobación de los demás. Tan solo quiere que el mundo sepa que, a pesar de sus limitaciones, nada le ha impedido ser la estrella que más brilla.