¿Alguna vez intentaste avanzar tu auto con el freno de mano (hand brake) activado? Si se trata de un vehículo potente, como una camioneta 4×4, probablemente avanzará un poco, pero seguro tendrás que pagar un costo alto: el de las piezas que se dañen. ¿Por qué? Porque esta máquina no está fabricada para moverse en esas condiciones, no es lo que se recomienda.

Esta es una premisa muy sencilla que cualquier instructor de conducción te enseña en la primera clase. Y no se te olvida jamás, a pesar de que eventualmente algún día intente poner en marcha tu auto y no puedas; entonces, te das cuenta de que el freno de mano está activado. Lo retiras y se termina el problema: puedes ir a donde quieras, de inmediato.

Lo mismo sucede en la vida, ¿lo sabías? Sin embargo, muchas veces de manera inconsciente, nos empeñamos, tercamente, en intentar avanzar con el freno de mano activado. Y no lo conseguimos, por supuesto. Lo único que hacemos es desgastar la máquina, la mente y el cuerpo, y maltratar las piezas que la componen. Y nos ocurre muy seguido, tristemente.

En todos los ámbitos de la vida: las relaciones personales, laborales y amorosas; en el trabajo, en el deporte o cuando nos enfrentamos a esos enemigos que son los vicios, los malos hábitos. Hacemos el propósito de enmienda y muchas veces, la mayoría de las veces, nos quedamos ahí, frenados. Tozudamente pisamos el acelerador, sin darnos cuenta de que el freno de mano está activado.

La realidad, y te lo digo tanto por mi experiencia como sicólogo como por mi aprendizaje como emprendedor, cada vez que los seres humanos intentamos algo ponemos el freno de mano. Es una manifestación de los miedos que sentimos, o quizás por el síndrome del impostor, o a lo mejor porque nos preocupa el qué dirán los demás. Son diversos mecanismos de defensa.

Otras manifestaciones son las consabidas excusas: el precio del dólar, la inflación, el efecto invernadero, los conflictos bélicos, la situación política de tu país, el Mundial de fútbol, en fin. Siempre hay eso que llamamos una buena excusa para procrastinar, para aplazar nuestros sueños o, en su defecto, para renunciar a ellos. Todos, de alguna manera, son frenos de mano.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que todos, absolutamente todos esos factores, esos miedos, esos frenos, están en ti, dentro de ti. O, dicho de otra forma, son una creación tuya, propia. Nos creemos que es parte de la naturaleza humana, pero la realidad es que son aprendizajes, modelos que imitamos, ejemplos y comportamientos que seguimos, hábitos adquiridos.

El problema de fondo es que nos encariñamos con esas excusas y las convertimos en el as bajo la manga. Sí, esa carta ganadora que exhibimos en los momentos de mayor presión, cuando hay que jugársela al todo o nada. Y, por supuesto, fallamos, perdemos. Sin embargo, dado que no tenemos el antídoto, seguimos aferrados a esos hábitos y los repetimos una y otra vez.

Ahora, ¿cuáles son las manifestaciones de ese freno de mano que nos impide avanzar en la vida o en los negocios? Actitudes y respuestas automáticas, inconscientes, que hemos incorporado y que nos permiten una salida fácil, rápida, para eludir el problema. No para solucionarlo, sino para eludirlo. ¿Sabes a cuáles me refiero? Estas son las más comunes:


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Encomendarte a la suerte no es una buena idea: no tendrás el control y puedes lamentarlo.


La mayoría de los obstáculos a los que nos enfrentamos en la vida, en cualquier actividad, en realidad son ‘frenos de mano’ que nosotros mismos activamos. ¿Cuáles son los principales? ¿Qué hacer para evitarlos? Te revelo los 10 más comunes y sus temibles manifestaciones.


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1.- El perfeccionismo.
Nada, absolutamente nada, es perfecto en la vida. Y esa, precisamente, es la característica más poderosa de la vida, porque significa que siempre hay un margen para mejorar, que siempre hay algo para mejorar. ¿Entiendes? Cada día es una oportunidad para mejorar, para crecer. Si buscas la perfección, además, nunca estarás conforme con lo que logras, siempre faltará algo.

2.- Tratar de complacer a otros.
Un camino equivocado, sin duda. Desde la niñez, nos enseñan a hacer lo que a otros les dé felicidad y después no sabemos cómo cortar ese cordón umbilical. Entiende que no puedes cumplir las expectativas de los otros simplemente porque tu vida es tuya, única y distinta. Elegir este camino solo te llevará a una gran decepción que tarde o temprano enfrentarás.

3.- Creerte un superhéroe.
En estos tiempos en los que el empoderamiento está de moda, asumimos responsabilidades y cargas que después no podemos llevar. Un poco por la sumatoria de los dos anteriores puntos (perfeccionismo + complacer a otros), también por el síndrome del emprendedor solitario o, algo peor, simplemente porque nos cuesta pedir ayuda. Y todos, absolutamente todos, la necesitamos.

4.- Fiarte de la suerte.
Que, a mi juicio, no existe. Cuando llegue la inspiración (un de las caras de la suerte), que me encuentre trabajando”, dijo Pablo Picasso, el genial pintor español. En Latinoamérica, sin embargo, somos dados a dejar los resultados en manos de la diosa fortuna, de Dios (o del ser supremo en el que creas), de los astros, de las cartas… La buena suerte es trabajar bien.

5.- Creerte invencible.
O el mejor, don Perfecto. Esta actitud lo único que nos dice es que tienes pánico del error, cuando esos tropiezos son los que nos brindan el más preciado aprendizaje. Si no te equivocas, no aprendes y, si no aprendes, no creces. Entiende y acepta tus limitaciones, potencia tus talentos y fortalezas. Si caes, sacúdete, respira profundo y vuelve a caminar, una y otra vez.

6.- Creer que no puedes.
La otra cara de la moneda. Sentirte derrotado aun antes de comenzar o, de otra forma, tirar la toalla en la primera dificultad. Si es fácil, si es sencillo de alcanzar, quizás ese sueño que persigues no tenga el valor que imaginas. Lo verdaderamente valioso cuesta y, a veces, caro. Si estás dispuesto a pagar el precio, la vida sabrá recompensarte de mil y una formas increíbles.

7.- Resistirte al cambio.
Si quieres avanzar, tienes que cambiar. Es una premisa que se aplica a todas las circunstancias de la vida, toda la vida. Para conseguir lo que quieres necesitas salir de tu zona de confort, desaprender y volver a aprender, soltar y liberar la carga. Resistirte al cambio es, quizás, la manifestación más elocuente de que el freno de mano está activo en tu vida. ¡Cuidado!

8.- No capacitarte.
Aprender, en especial cuando es algo de valor, toma tiempo. Y hoy reina la premura, hoy se impone la búsqueda del éxito exprés. Que, por si no lo sabes, es un peligroso atajo que jamás te llevará a donde quieres ir. Necesitar profundizar tus conocimientos, desarrollar habilidades complementarias y darte la oportunidad de ingresar a nuevos y retadores escenarios.

9.- No tener un mentor.
Es una actitud curiosa del ser humano, que desde que nace tiene mentores: sus padres, sus abuelos, sus hermanos mayores, los maestros en la escuela y así sucesivamente. Sin embargo, aun a sabiendas de su importancia, cuando más los necesitamos prescindimos de ellos. Y nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario, nadie logró el éxito en solitario.

10.- Decides ir solo.
Una variación del anterior. Así como requieres un mentor que te guíe, alguien que ya recorrió ese camino y llegó a donde quieres estar, también necesitas compañía. Sí, la de otras personas que están en tu misma búsqueda, de las que te puedes soportar y con las que el miedo a la soledad se disipará. Además, serán una motivación adicional, ese plus que a veces nos urge.

Moraleja: te lo digo por experiencia, porque lo he vivido en distintas circunstancias y ámbitos de la vida: si no avanzas, si sientes que estás estancado, si ves que tus sueños se alejan, no mires afuera, no busques un culpable donde no está. Respira profundo y mira tu interior: allí encontrarás los motivos, te darás cuenta de que el freno de mano de tu vida está activado.

Si es así, no te preocupes: a todos, absolutamente a todos, nos sucede. Lo malo es querer avanzar en esa condición, porque, tal y como lo mencioné al comienzo, solo conseguirás dañar la máquina. Tan pronto percibas la manifestación del mal, busca el origen del problema y extermínalo. Es posible que sea doloroso, incómodo, pero te aseguro que valdrá la pena.