Nota: Para descargar el libro, haz clic aquí, sin embargo, considero importante que leas la nota completa.

Me encantan las sorpresas, en especial cuando son agradables. Me encanta cuando la vida nos da un respiro y nos permite sonreír, nos da la posibilidad de compartir pequeños grandes momentos con quienes son importantes para nosotros. Sin embargo, lo que más me encanta es cuando la grata sorpresa es para mí, cuando personas que aprecio me demuestran con hechos su gratitud.

Cuando eres mentor, lo primero que debes entender, y asumir, es que tu éxito no es tuyo, sino de las personas a las que acompañas en esta aventura de la vida. Mejor dicho, de nada sirve tu éxito, sea cual fuere la idea que tengas de él, si no consigues transferirlo a otros para crear una poderosa cadena de transformación positiva. Este, créeme, es un asunto que algunos no entienden.

Conozco personas que han alcanzado eso que la sociedad llama éxito: son multimillonarias, poseen riqueza material, son reconocidas y por lo general conquistan sus sueños. Sin embargo, carecen de la capacidad de transferir ese éxito a otros y, entonces, cuando ya no están en la cima, cuando ya no ganan millones, cuando pierden reconocimiento, la sociedad los relega, los ignora.

La razón es que son personas que se concentran en su éxito, en sus sueños, en alcanzar sus objetivos y se olvidan de aquellos que tocaron su puerta, que solicitaron su ayuda. Por fortuna, el camino que he seguido en al vida es distinto gracias a lo que aprendí a través del ejemplo de mis padres y, más tarde, de las enseñanzas de mis mentores. Ah, y por supuesto, de mis clientes.

A lo largo de los más de 23 años que llevo en el mercado, un largo tiempo en el que la vida me dio el privilegio de dejar una huella positiva en la vida de otras personas, he recibido múltiples muestras de gratitud. Algunas, inolvidables. La más reciente, sin embargo, ocupará un lugar muy especial en mi vida porque no solo no la esperaba, sino que es también un sueño cumplido.

Te cuento la historia: hace unos días, fue mi cumpleaños. No soy de grandes celebraciones y en esta ocasión, dado que estoy en el proceso de organización de la próxima edición del Congreso Somos Emprendedores Digitales (a propósito, acá puedes comprar tu entrada), hasta se me olvidó la fecha. Aunque era un domingo, tenía planeado trabajar en la promoción del evento.

Sin embargo, algunos de mis discípulos del Círculo Interno, mi comunidad privada de emprendedores exitosos, me sorprendieron al final de la habitual reunión de los viernes. ¿Qué sucedió? Me dieron un regalo de cumpleaños, pero no uno cualquiera: un libro. Pero, no un libro cualquiera: uno llamado Gracias, Álvaro – Gracias, Padrino, con los testimonios de 11 de ellos.

Si me preguntaras cuál es el regalo soñado para mí, te diría que este, exactamente este. Si me preguntaras qué regalo esperaría recibir de cumpleaños, te daría mil y una opciones y jamás se me ocurriría esta. Por eso, la sorpresa fue tan grande y tan agradable; por eso, sentí una felicidad que no tengo palabras para describirla. Solo puedo decirte que estoy inmensamente agradecido.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Ni en el más feliz de mis sueños hubiera imaginado recibir un regalo como este. ¡ES-PEC-TA-CU-LAR!


Celebré mi cumpleaños de una manera muy especial, inesperada. Recibí un regalo ES-PEC-TA-CU-LAR que quiero compartir contigo. Se trata del libro ‘Gracias, Álvaro – Gracias, Padrino’, que reúne los valiosos testimonios de 11 discípulos del Círculo Interno, mi comunidad privada de emprendedores.


Una de las circunstancias a las que uno se enfrenta cuando trabajas como mentor es aquella de que en ocasiones la persona a la que mentoreas no se da cuenta de lo importante que es para ti. No se da cuenta de cuánto deseas su éxito y que alcance sus sueños. No se da cuenta de tu nivel de compromiso, al punto que a veces haces más de lo necesario, más de lo que es conveniente.

No se da cuenta, así mismo, de que si el proceso no llega a feliz término, si no se cumplen los objetivos previstos, tú eres el primer perdedor. No es que no te importe, que das vuelta la página y ya está. No, así no sucede. Por lo menos, en mi caso no sucede así. Me entristece, me preocupa cuando las cosas no se dan, cuando el tiempo invertido en esa persona no rinde sus frutos.

Son los gajes del oficio: no siempre se gana. Lo que más duele es la impotencia porque quieres hacerlo todo, porque quieres darlo todo y a veces, aunque lo hagas todo, aunque lo des todo, no es suficiente. Eso son los insondables caminos de la vida, uno de los aprendizajes más difíciles y una de las realidades con las que los mentores tenemos que lidiar con demasiada frecuencia.

Sin embargo, por fortuna, está la otra cara de la moneda, la positiva, la feliz. La que tuve la oportunidad de vivir, de disfrutar, con este regalo inesperado de mis discípulos del Círculo Interno. Lo primero que puedo decirte es que sé perfectamente que no es fácil que 11 personas se animen a dar un testimonio, ¡y mucho menos por escrito! Esto, sin duda, es algo muy satisfactorio.

Otro aspecto que me genera mucha alegría es que a la mayoría de las personas que participaron en el proyecto no las conozco en persona. Algunos me siguen desde hace tiempo, otros lo hacen desde hace poco, pero las circunstancias de la vida no han permitido que nos desvirtualicemos, que nos demos un abrazo, que riamos a carcajadas mientras tomamos un café o una cerveza.

Sin embargo, y esto es lo que me llena de felicidad, hemos podido establecer un vínculo fuerte, sólido. Algunos, por sus obligaciones laborales, no pueden asistir en vivo a las reuniones del Círculo Interno, pero ven las grabaciones y hacen sus aportes a través del grupo privado de WhatsApp. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que aunque sea a la distancia aplican lo aprendido.

No soy del tipo de personas a las que les gusta ufanarse de su éxito, pero sería hipócrita si no reconociera cuán feliz me hace saber que he dejado una huella positiva en la vida de otros. Ese es el propósito de mi vida, la razón por la que, además del bienestar de mis hijas, me levanto cada mañana a trabajar. Es maravilloso comprobar que la semilla que sembraste sí germinó y dio frutos.

Es indescriptible la emoción que siento al recordar tantas anécdotas, tantos momentos felices que se van refundiendo en la memoria. Al conocer tantos pequeños aportes realizados que con el paso del tiempo dejaron una huella positiva en la vida de otros. Al comprobar que, a pesar de la distancia que nos separa, nos une el propósito de ayudar a otros, de crear un mundo mejor.

Como soy del tipo de personas que, como dice un amigo, “lo que no se comparte, no se disfruta”, quiero compartir contigo estas páginas escritas por 11 de mis discípulos. No para regocijarme por lo que me corresponde, sino para que te sirvan de inspiración. Ellos tocaron mi puerta con la ilusión de crear o hacer crecer su negocio, de cristalizar sus sueños, de mejorar su vida, y lo lograron.

Y tú también puedes hacerlo. De hecho, podemos hacerlo juntos, si me permites ayudarte. Quizás el día de mañana sea tu testimonio el que me provoque esta alegría inmensa que siento hoy, el que me brinde la oportunidad de sentirme orgulloso por el trabajo realizado. Quizás lo que te falta para dar el primer paso esté en la historia de alguno de estos 11 emprendedores exitosos.

Sin imaginármelo, sin haberlo planeado, este fue uno de los cumpleaños más felices de mi vida. Solo me resta agradecer, de corazón, a Carlos González, Susana Jacques, Ana María Carrasco, Blanca García, Haideé Ibarra, Juan Manuel Gómez, Magdiel Sánchez, Manuel Mora, María Carolina Albán, Richard Estrada y Rodrigo Chicharro, los autores de Gracias, Álvaro – Gracias, Padrino.

Si haces clic en este enlace, podrás descargar una copia del libro en formato pdf.

Que lo disfrutes tanto como disfruté yo al recibirlo.

ÁLVARO


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