A este lugar solo se puede llegar en ferry, yate o helicóptero. Es la comunidad más exclusiva de los Estados Unidos, conformada por unas 1.300 personas pertenecientes a las 700 familias más ricas del país. De acuerdo con una investigación de Bloomberg, el promedio de ingresos anuales de los residentes de Fisher Island es de 2,5 millones de dólares. Es real, no una creación de Disney.
Con un área aproximada de 875.000 metros cuadrados (216 acres o 87,5 hectáreas), este oasis de multimillonarios está conformado por 30 condominios en el que los apartamentos, con un área promedio de 400 metros cuadrados, valen no menos de 100 millones de dólares. Es el paraíso del lujo, la exclusividad, la privacidad y, aunque no lo creas, de valiosas lecciones de marketing.
Esta isla privada se encuentra justo frente a South Beach y es administrada por la empresa Fisher Island Holdings y a ella solo se logra acceso mediante una membresía. Para ser aceptado, además de unas condiciones que son reservadas, hay que pagar un fee de 250.000 dólares, más una cuota anual de modestos 22.500 dólares. No es, por supuesto, un lugar diseñado para cualquiera.
A comienzos del siglo pasado, lo que hoy es Fisher Island era la punta de una inexplorada península de Miami Beach, una zona silvestre. Se separó de la porción continental por cuenta de la construcción de un canal que diera acceso al puerto de Miami; quedó una isla de 8 hectáreas. Fue en 1919, cuando la adquirió el multimillonario Carl Fisher, que comenzó la historia de fantasía.
Fisher, por si no lo sabías, era un fanático de los automóviles deportivos y de carreras, coleccionista de piezas valiosas. También fue el creador de Miami Beach. Él se encargó de ampliar los terrenos antes de vendérselos a William K. Vanderbilt II, otro fanático de los bólidos y miembro de una de las familias más ricas del país. La transacción se hizo por un yate de 75 metros de eslora.
Durante varias décadas, el terreno fue ampliándose mientras pasaba de una mano a otra, hasta que en los años 80 comenzó el desarrollo inmobiliario que sirvió como cimiento de lo que hoy es Fisher Island, con sus 87,5 hectáreas. Por esa época se construyó el Fisher Island Club, que incluye la mansión que acrecienta la leyenda del lugar y se definió el estilo que sustenta su exclusividad.
A diferencia de otros lugares similares, Fisher Island no tiene grandes casonas privadas al estilo búnker, sino edificios medianos con apartamentos. Los más baratos, tipo apartaestudios de una sola habitación, cuestan un millón de dólares. Lo increíble es que solo el 30 por ciento de los propietarios reside allí, mientras que el resto la usan como segunda, tercera o cuarta vivienda.
Los residentes son, por lo general, prestigiosos abogados, constructores, directores generales de grandes empresas, acaudalados inversionistas financieros y algunas de las familias más ricas de los EE. UU. Más que una isla para ricos, Fisher Island es una verdadera ciudad, que cuenta con todas las comodidades que se pueden pedir y que son la razón por la cual estas personas están allí.
La arena de las playas es traída desde las Bahamas y hay un ejército de operarios que todas las mañanas, antes de que los residentes salgan a disfrutar del sol y del mar, las rastrillan para limpiarlas y suavizarlas. Hay ocho restaurantes (gourmet, por supuesto), un campo de golf, dos piscinas de aguas profundas, un spa 18 canchas de tenis (con tres tipos de superficie) y más.
La intención que es que las personas que viven allí no tengan que desplazarse hasta Miami, salvo que sea su voluntad, de ahí que Fisher Island cuenta con estación de bomberos, hospital, banco, oficina de correos, parque para perros e incluso una escuela para estudiantes de preescolar y escuela primaria. La atención en estos lugares corre por cuenta de unos 600 empleados.
Dado que no es posible ingresar o salir de la isla por vía terrestre, quienes vayan a Miami deben trasladarse en ferry, que cubre la distancia en 7 minutos y sale cada 15. Este servicio también está disponible para los invitados especiales, siempre y cuando cuenten con una autorización previa. Dentro de la isla, sin embargo, los vehículos más utilizados son los carritos de golf.
Fisher Island es el paraíso de los más ricos de los Estados Unidos. Este territorio, de 87,5 hectáreas, está en frente de South Beach, en Miami, y allí viven unas 700 familias. Es una pequeña ciudad con todas las comodidades y lujos imaginables y, también, una muestra de cómo no hay negocios imposibles siempre y cuando se satisfaga el interés del cliente.
La joya de la corona de Fisher Island es la mansión Vanderbilt, construida en la década de los 30 con un estilo mediterráneo. En la actualidad, se alquila para bodas y eventos especiales, ocasiones en las que los privilegiados invitados pueden disfrutar del salón de baile de 685 metros cuadrados o de la terraza de 2.700 metros cuadrados. Está rodeada de las casas de huéspedes, jardines y canchas de tenis.
Fisher Island cuenta también con lujosos hoteles, incluidas cuatro de las cabañas originales, seis villas y una casa de huéspedes con cinco suites. El costo por noche oscila entre 625 y 3.050 dólares, pero no cualquiera que los pueda pagar es bien recibido: hay que superar un estricto filtro de seguridad. Quienes han tenido la oportunidad de conocer el lugar dicen que es simplemente “fantástico”.
La identidad de los residentes de Fisher Island, como podrás imaginarlo, es celosamente guardada. Sin embargo, se sabe que allí vivieron (¿o viven?) personalidades como Oprah Winfrey, la supermodelo Karolina Kurkova, los tenistas Boris Becker y Carolina Wozniacki, el guionista y director de cine Mel Brooks, el basquetbolista David Lee y el empresario Alan Hassenfield, entre otros.
A esta altura, supongo que te estarás preguntando qué podemos aprender los emprendedores de este lugar que parece sacado de la ciencia ficción, pero es pura realidad. Vamos, pues, con las lecciones:
1.- La experiencia. Las razones por las que los residentes eligen Fisher Island son seguridad, privacidad y tranquilidad. Si conoces Miami, sabes que es una ciudad increíble, pero en la que reinan el ruido y la inseguridad. En este oasis, en cambio, la experiencia de los residentes es completamente diferente. Literalmente, es como si vivieran dentro de una burbuja.
2.- El servicio. Como mencioné, hay un ejército de 600 empleados entrenados para brindar un servicio personalizado en cada una de las actividades y opciones disponibles. Los residentes, literalmente, no necesitan salir de allí, porque tienen todo lo que desean y, lo mejor, porque los atienden mejor que en el más lujoso y costoso hotel de cinco estrellas o resort de lujo.
3.- El mercado. Fisher Island nos demuestra que hay público para todo, que no importa si lo que vendes es de alto valor, porque si es un producto o servicio que satisface las necesidades de un nicho específico, hay personas dispuestas a pagar lo que sea con tal de obtener ese beneficio. Esta isla es un excelente ejemplo de cómo la prioridad de los negocios son el cliente y sus necesidades.
A veces, muchas veces, a los emprendedores las telarañas mentales nos impiden visualizar negocios de gran magnitud, como Fisher Island. Fue Carl Fisher el que imaginó que era posible y quienes lo sucedieron al mando del proyecto lo hicieron realidad. Eso nos enseña que no hay sueños imposibles y los únicos límites son los que nosotros mismos nos imponemos.