Algunos de los recuerdos más gratos de mi niñez y adolescencia los viví durante los períodos de vacaciones, en Semana Santa o los fines de semana con festivo incluido. Era cuando, en compañía de mi familia y de mis primos, viajábamos a la finca de los abuelos en Honda, una calurosísima población a 155 kilómetros de Bogotá, al borde del río Magdalena, el más grande del país.

Lo que más disfrutábamos, por supuesto, era la piscina (pileta), que además era lo único que nos salvaba de las altísimas temperaturas (podían llegar a más de 35°C) y de la terrible humedad (más del 80 por ciento). Pasábamos horas metidos en el agua, jugando, y hasta en las noches nos dábamos algún chapuzón. Y teníamos varios juegos que repetíamos una y otra vez, sin cesar.

Uno, el de correr entre el agua, de un extremo al otro de la piscina. Si alguna vez lo intentaste, sabrás que no es fácil por la resistencia que provoca el agua y también porque te resbalas, no es fácil hacer pie. Un ejercicio que exprime tus fuerzas y que te genera una gran ansiedad, porque por más fuerzas que hagas avanzar resulta una tarea titánica. Es como si estuvieras estancado.

Es una sensación incómoda, porque genera impotencia y ansiedad, porque provoca que hagas un sobreesfuerzo estéril y que consigas el resultado contrario al esperado: desperdicias tus energías. Es algo que, tristemente, ocurre mucho hoy en el ámbito de los negocios: hay demasiadas personas que, a pesar de sus titánicos esfuerzos, no pueden avanzar, se encuentran estancadas.

Y esta, lo sé porque lo experimenté en alguna etapa de mi vida (hoy ya lejana, por fortuna), no es una situación agradable. Porque, además, se presenta tanto en el ámbito profesional como en el personal, a veces, de manera simultánea. Es cuando tienes una vida vacía que no te satisface, que solo te produce ansiedad y preocupación; cuando vives confundido y no sabes qué quieres hacer.

O, peor, tienes una idea de lo que quieres hacer, pero no sabes cómo hacerlo, no sabes por dónde empezar. Más bien, estás lleno de inseguridad, de incertidumbre, te dejas llevar por las creencias limitantes y permites que los miedos te invadan. Es un panorama desolador, ciertamente, pero que también incorpora algo positivo: es la señal inequívoca de que requieres un cambio.

Que no necesariamente significa un cambio de 180 grados, un borrón y cuenta nueva. Quizás sea tan solo un ajuste, reorientar el camino o definir el propósito. Lo que sí es innegable es que no te puedes conformar con eso, no te puedes acostumbrar a eso sencillamente porque esa no es una vida. ¿Por qué? Porque estás sometido al vaivén de los acontecimientos, sin poder controlarlos.

El problema, porque siempre hay un problema, es que los seres humanos, todos los seres humanos, somos reacios al cambio. Nos gusta la comodidad de lo que conocemos, de aquello a lo que ya estamos acostumbrados, inclusive cuando se trata de algo que nos hace daño. Esa es la razón por la que, por ejemplo, nos apegamos a relaciones tóxicas, nos cuesta romper con ellas.

Entonces, elegimos quedarnos estancados. Porque, y esta es la primera lección que quiero que aprendas, estar estancado no es un hecho, sino una sensación. ¿Eso qué quiere decir? Que es una creación de tu cabeza, un mensaje que le enviaste a tu mente. “No puedo”, “No estoy listo”, “No me lo merezco”, “No es el momento”, “Nada de lo que hago resulta como espero” y más.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

No es que la vida la emprendió contra ti, que el universo confabula en tu contra: es tu elección.


El estancamiento, profesional o personal, no es un hecho, sino una sensación. Sí, una creación de tu mente, que se resiste al cambio, que se niega a salir de la zona de confort. La solución está en asumir el control de tu vida, tomar decisiones, asumir riesgos y pagar el precio que valen el éxito y la felicidad.


Es la ley de causalidad: obtienes los resultados consecuentes con tus acciones, con tus decisiones. Piensas negativo, recibes negativo; creas dificultades, enfrentas dificultades; imaginas problemas y solo verás problemas, y así sucesivamente. El estancamiento, tanto el personal como el profesional, no es más que una creación de tu mente que se convierte en tu enemigo.

Cuando te sientes estancado no es que estés detenido, porque no es posible. La dinámica de la vida, seguro lo sabes, es el movimiento permanente, así que, más bien, es como aquel juego que hacíamos en la piscina: intentas avanzar, pero la resistencia del agua te impide hacerlo rápido. Esa es la razón por la que, como mecanismo de defensa, tu mente te hace creer que estás detenido.

Crees que todo lo que hagas será estéril, crees que esta situación es un capricho de la vida y que, en consecuencia, en algún momento cambiará y comenzarás a vivir una etapa positiva. Pero, no funciona así: esa actitud solo provocará que te quedes esperando algo que jamás llegará, que jamás se dará. ¿Entiendes? Ese es el momento en el que te quedas estancado.

Lo que sucede en realidad es que esa situación que no te agrada, que no te conviene, que no te hace feliz, la conviertes en tu zona de confort. Te acostumbras a ella, comienzas a disfrutarla, aunque parezca lo contrario. Porque estás desmotivado, te quejas todo el tiempo, estás irascible e impaciente, no descansas bien, no comes bien, tus relaciones son tóxicas y llenas de conflictos.

¿Entiendes? En ese momento, tu vida necesita un cambio. De perspectiva, de enfoque, de objetivos, de estrategia, de compañías. Necesitas determinar cuál es el origen del estancamiento de tu vida: quizás te sientes cómodo en la rutina que llevas, quizás ya te conformaste con la vida que te tocó, quizás eres reacio a tomar decisiones y entrar en acción, quizás te crees tus excusas.

Esto sucede, entre otras razones, porque tu vida transcurre en modo cero riesgo. Es decir, elegiste la seguridad que te brinda tu zona de confort. Cuando llegas a este punto en tu vida, es como si caminaras sobre el filo de una navaja: estás en serios riesgos. Es, entonces, cuando debes entender que es hora de cambiar, que te llegó el momento de asumir tus responsabilidades.

La razón de fondo por la cual en algún momento te sientes estancado es porque no tienes el control de tu vida, porque dejas que las circunstancias y acontecimientos te lleven de acá para allá. Permites que otras personas decidan por ti, que te fijen límites y te impongan condiciones. Dejas de aprovechar tus fortalezas, tus dones y talentos, y desperdicias lo valioso que eres.

Siempre he creído que la vida es una aventura, un viaje, que solo puedes disfrutar si asumes el control. ¿Eso qué quiere decir? Que tomas tus propias decisiones y asumes las consecuencias de ellas; que corres riesgos a sabiendas de que es mucho lo que puedes ganar. En suma, tener la valentía de hacer lo que se requiere para construir la vida que anhelas, la que te mereces.

El estancamiento es consecuencia del miedo a tomar decisiones y no tomas decisiones porque tienes temor de equivocarte. Sin embargo, no caes en cuenta de que estás en un error, en un grave error: dejar que la vida transcurra si sentido, sin aprovecharla, sin disfrutarla. El primer paso es cambiar tu mentalidad, la forma en que ves la vida, la forma en que vives esa vida vacía.

Entender que, para recibir lo maravilloso que la vida tiene reservado para ti, debes dar lo mejor de ti en cada día. A pesar de las dificultades, de los tropiezos, de los errores, de eso que llamamos fracaso, que no es más que un aprendizaje encubierto, disfrazado. Quizás no sea un proceso fácil o agradable, pero tienes que dar el primer paso, tienes que ponerte en movimiento, avanzar.

El estancamiento es también fruto de tu entorno, de la influencia nociva de las personas que te rodean: cambia de ambiente, conoce personas distintas, proactivas, creativas. Haz cosas distintas a las que estás acostumbrado, involúcrate en actividades que te permitan despejar tu mente. Adquiere nuevos hábitos, desarrolla habilidades que potencien tus talentos, tus fortalezas.

En vez de programar tu mente con mensajes como “No sé hacerlo”, “No puedo hacerlo”, “No tengo tiempo” o “No tengo el dinero para comenzar”, envíale preguntas que te pongan en acción: ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo? ¿Cómo puedo conseguir el tiempo que necesito? ¿Cómo puedo producir el dinero requerido para salir de esta situación?

No lo olvides: el estancamiento es un estado de la mente, una creación de la mente. Estás en esa situación porque tú mismo la elegiste, porque te resistes al cambio, porque tienes miedo de salir de tu zona de confort. Cuando asumas el control de tu vida, te pongas en movimiento y salgas de allí, verás cómo creces, cómo aprendes, cómo maduras, cómo tu vida adquiere un real sentido.


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