¿Alguna vez se te refundieron las llaves del auto o las gafas (si las usas)? Esta, déjame decirte, es una de esas situaciones que ponen a prueba mi paciencia (que no es mucha) y me hacen sentir vulnerable. Lo peor, seguramente lo sabes, es que después de un buen rato de buscarlas estas aparecen en un lugar visible por el que había pasado varias veces. Sin embargo, no las vi.

La buena noticia es que siempre aparecen, las llaves o las gafas nunca se pierden. Y es quizás esto lo que provoca que en circunstancias diferentes asumamos la misma actitud, es decir, que busquemos la solución en el lugar de siempre, con la persona de siempre. Lo hacemos más porque es una costumbre, un hábito adquirido que nos brinda tranquilidad, que por los resultados.

¿Por qué? Porque en el fondo del corazón sabemos que allí no está la solución. Sin embargo, nos empecinamos en buscarla allí de nuevo. Es un comportamiento que tenemos grabado en el cerebro, que repetimos automáticamente, aunque a la postre terminamos decepcionados. Lo malo es que no solo nos sucede en situaciones simples como refundir las llaves o las gafas.

De hecho, a pesar de que no nos damos cuenta (o de que preferimos pasarlo por alto), nos ocurre más de lo que reconocemos, más de lo que nos gustaría. Así mismo, nos ocurre en cualquier ámbito de la vida, como las relaciones personales, el trabajo o los negocios. Si lo has vivido, supongo que sabes que en este terreno las consecuencias son dolorosas, incómodas.

Es cuando tropezamos una y otra vez con la misma piedra: nos involucramos con las mismas personas (relaciones) tóxicas, asumimos riesgos excesivos en los negocios, creemos que el conocimiento adquirido es suficiente o, quizás, nos sentimos superhéroes y queremos hacerlo todo solos. ¿Has estado en alguna de estas situaciones? Entonces, ya sabes qué mal se siente.

La mayoría de las veces, estas conductas repetidas obedecen a nuestro deseo inconsciente de ser aprobados o, dicho de otra forma, de no ser rechazados por los demás. Nos criaron con la idea de que debemos gustarles a los demás, serles simpáticos y agradables porque, nos dicen, así vamos a ser felices. Sin embargo, la realidad nos demuestra justamente lo contrario: somos infelices.

Además, y esto es quizás lo más incómodo, vivimos pendientes todo el tiempo del “qué dirán de mí” los demás, del “qué pensarán de mí” los demás. Y nos montamos películas de terror en la cabeza, vivimos angustiados y nos inquieta sobremanera no ser aprobados por los otros. Esta, déjame decírtelo, no es la vida que te mereces, no es la vida que tu entorno (familia) se merece.

A lo largo de casi 25 años de trayectoria en los negocios, dentro y fuera de internet, he conocido a cientos de personas muy valiosas. Miles. Personas con alto nivel de conocimiento, de preparación académica, con vasta y valiosa experiencia, con vocación de servicio, con dones y talentos. Sin embargo, son personas que no consiguen cumplir sus sueños, que viven amargadas y frustradas.

¿Por qué? Porque se han pasado la vida en función del “qué dirán los demás de mí” y del “qué pensarán de mí”. Aunque sufren, aunque no son felices, aunque no logran los resultados que se proponen, son incapaces de salir de allí, de ese estado de postración que es una versión perversa de la zona de confort. Se hacen daño, pero eligen permanecer allí por miedo a no ser aprobados.

Lo más doloroso de estas valiosas personas que viven frustradas y amargadas es que su vida se quedó enterrada en arenas movedizas. Luchan con todas sus fuerzas, utilizan todas sus energías, pero lo único que consiguen es hundirse más. Y aunque el lodo ya casi les cubre la cabeza, ya casi no pueden respirar, insisten, pero no saben cómo salir de allí. Es una situación harto complicada.

La mayoría de las personas que acuden a mí en busca de ayuda ya tienen el lodo al cuello. Son de aquellas que se la han pasado tropezando con la misma piedra, pero no pueden evitarlo. ¿Por qué? Porque, como en el caso de las llaves o las gafas refundidas, buscan la solución en el mismo lugar de siempre, que por supuesto no es la solución. Es un perverso círculo vicioso, sin duda.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Si vas por el mismo camino de todos, si vas por el mismo camino de siempre, llegarás al mismo lugar de siempre.


El problema no es que tropieces varias veces con la misma piedra, sino que te encariñes con la piedra. Como bien lo dijo Albert Einstein, “Si siempre haces lo mismo, no esperes que los resultados cambien”. Te comparto tres acciones que necesitas para comenzar a avanzar.


Por ejemplo, después de varios intentos fallidos por poner en marcha su negocio, se convencen de que les falta conocimiento. Entonces, se desbocan a tomar cuanto curso seles cruza en el camino, de PNL, de coaching, de generación de tráfico, de embudos de ventas, en fin. Cada vez que ven un anuncio publicitario que les promete una solución, hacen clic, tropiezan con la misma piedra.

No necesitas saberlo todo sobre todo y tampoco puedes saberlo todo sobre todo. Esa es la cruda realidad. Necesitas saber lo básico sobre el funcionamiento de tu negocio, para poder tener el control y tomar las decisiones adecuadas, y enfocarte en aquello que te permite transmitirles valor a otras personas. Debes concentrarte en lo que te permite ayudarles a transformar su vida.

Si esperas a aprender todo lo que necesitas acerca de marketing, nunca comenzarás. Si esperas a tener montada la infraestructura ideal de tu negocio para comenzar, tus clientes potenciales se irán con la competencia. No olvides, por favor, este concepto: los emprendedores ponemos a volar el avión y, mientras surca los aires, lo vamos construyendo. Esa, amigo mío, es la realidad.

¿Qué necesitas, entonces, para comenzar y poder avanzar? Veamos:

1.- ¿A quién puedes ayudar? Lo primero que puedo decirte es que la respuesta NO es “a todo el mundo” o “a cualquiera”. Esos son peligrosos atajos que te conducirán rápidamente al precipicio. Con lo que sabes, con lo que has aprendido, con la experiencia acumulada, con tus dones y talentos, ¿a quién puedes ayudar? ¿Qué problema específico del mercado puedes solucionar?

Cuando un emprendedor tropieza con la misma piedra es porque no conoce la respuesta a estos interrogantes. Porque no se ha dado a la tarea de investigar el mercado, no ha definido a su avatar, no sabe qué hace la competencia. Trabaja en función de suposiciones, de presunciones. ¿A quién puedes ayudar? ¿Qué problema específico del mercado puedes solucionar?

2.- ¿Estás bien rodeado? La mayoría de las veces, la respuesta a esta pregunta es un sí dubitativo y automático. Eso solo demuestra que esa persona, ese emprendedor, no tiene ni idea de quiénes lo rodean, no sabe si son las personas adecuadas. ¿Por qué este interrogante es pertinente? Porque la mayoría de las veces quienes ponen obstáculos en tu camino pertenecen a tu círculo cercano.

Sí, son tus padres, tu familia, tu pareja, tus amigos, que no entienden tu pasión, ni tu propósito. O, algo que resulta doloroso, pero que no podemos pasar por alto: te critican, golpean tu autoestima simplemente porque ellos no se atreven a dar el paso que tú ya diste. Rodéate de quienes puedan ser tu apoyo para avanzar, de quienes crean en ti, de quienes estén en capacidad de ayudarte a crecer.

3.- ¿Ya tienes un mentor? Nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario. Todos, absolutamente todos, requerimos de otros para alcanzar los objetivos que nos proponemos. Aunque acumules conocimiento, aunque acredites experiencia, aunque antes hayas subido alguna elevada cima, necesitas de un sherpa, de un guía, de un mentor que te ayude a avanzar.

Puedes elegir un atajo, que te llevará a un despeñadero, o puedes trabajar de la mano de alguien que ya está donde tú quieres estar, que ya recorrió el camino que tú apenas comienzas. De alguien que cometió los mismos errores que tú, pero ya los solucionó; de alguien que tenga verdadera pasión y compromiso con tu futuro, no interés en tu billetera. Sin un mentor, quizás no lo logres.

“Si siempre haces lo mismo, no esperes que los resultados cambien”. Esta es una famosa frase de Albert Einstein que, seguramente, has visto en internet. No solo es genial, sino absolutamente cierta. Cuando se presentan las mismas preguntas, no busques, no brindes las mismas respuestas de siempre porque así lo único que conseguirás es tropezar con la misma piedra otra vez.


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