“Del dicho al hecho, mijo, hay mucho trecho”. Esta es una frase que la señora Julita, mi madre, me repetía una y otra vez, especialmente en mi adolescencia, que son justamente los años en los que más trabajo nos cuesta entender lo que nos conviene. Sin embargo, siento que son unas palabras que cada día cobran vigencia en la vida de quienes hacemos negocios, dentro o fuera de internet.

¿Por qué? Porque lamentablemente son muchas, muchísimas, las ocasiones en las que nos quedamos en el propósito, en la intención. Es algo a lo que estamos expuestos todos los seres humanos, a cualquier edad e independientemente de cuánta experiencia acumulemos. Y nos sucede no solo en las actividades importantes de la vida, sino también en situaciones sencillas.

Por ejemplo, ¿quién no ha fracasado en el intento por aprender un segundo idioma? ¿O en el intento de rebajar unos kilos y tener una dieta sana? ¿O en el de dejar atrás el sedentarismo que pone en riesgo su salud? ¿O en el de romper con esas relaciones tóxicas que solo producen dolor y problemas? ¿O en el de dejar de procrastinar y poner en marcha ese negocio con el que sueña?

Como ves, “del dicho al hecho, hay mucho trecho. En medio, una variedad de excusas: el miedo a salir de la zona de confort, el consabido “mañana empiezo, mañana lo hago”, el “este no es el momento adecuado para eso”, el “cuando tenga vacaciones voy a hacer ejercicio” y más, mucho más. La realidad, la única verdad, es que casi siempre nos quedamos en el dicho, lejos del hecho.

Es una realidad que, además, veo con frecuencia en personas que sueñan con ser emprendedoras, en tener un negocio propio, en dejar atrás esa vida que no las hace felices y comenzar a vivir al estilo de internet. Sin embargo, sus sueños se diluyen en alguna de estas dos opciones: o nunca dan el primer paso, que es lo más frecuente, o comienza a avanzar y pronto se estrellan con el mundo.

Cualquiera de las dos, déjame decirte, es lamentable. Porque cada día que dejas pasar sin tomar acción, porque cada fracaso que acumulas solo se traduce en algo terrible: más miedo, más incertidumbre, más excusas para no volver a intentarlo. Y así se te pasa la vida, se nos pasa la vida, si que podamos cambiar el rumbo mientras la carga que llevamos sobre la espalda pesa cada vez más.

El problema, porque siempre hay un problema, es que casi nunca nos damos cuenta. No, al menos, de manera consciente. Estamos tan ocupados, estamos tan distraídos, estamos tan presos del pánico, que no vemos lo que es evidente, lo que está ahí frente a nuestros ojos. Y, más bien, elegimos un camino que nos libere de la responsabilidad, que nos permita eludir el problema.

¿Sabes qué es que más dolor me provoca? Que muchas personas se entusiasman, se llenan de valor y dan el primer paso, el segundo, quizás el tercero o un poco más. Sin embargo, cuando saben que tienen que dar el definitivo, cuando se dan cuenta de que están a punto de cruzar esa línea de no retorno, el pánico las paraliza. Y ahí se quedan, mientras sus sueños hibernan o mueren.

Lo peor es que están convencidas de que hacen lo justo, lo conveniente, pero no es cierto. Aunque hayan dado uno o más pasos, no avanzan: están estancados, como cuando tus pies están enterrados en la nieve y no puedes proseguir. Por lo general, se mantienen entretenidos en acciones dilatorias, de distracción, quizás para guardar las apariencias, para eludir el qué dirán.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Dar el primer paso, irónicamente, no siempre significa avanzar. Necesitas una estrategia efectiva.


Comenzar, dar el primer paso, no significa avanzar. A veces, muchas veces, es simplemente cambiar de lugar y seguir en el mismo estado de postración, una realidad a la que muchos emprendedores se enfrentan a diario. Te ofrezco 8 estrategias para llegar adonde quieres.


Estas son algunas de esas estrategias:

1.- Tienes página web, no la usas. Hoy, cuando crear una web es cuestión de unos clics y ni siquiera hay que pagar, muchos se lanzan a la aventura de crearla convencidos de que, como por arte de magia, los clientes lloverán. Y, no, no llueven. Una web, por bonita que sea, no obra milagros. Solo tiene sentido si es parte de una estrategia coherente, sólida, con objetivos claros y un plan.

2.- Tienes un plan, no lo ejecutas. Otra clásica excusa. En el papel, tienen el negocio perfecto, pero viven con la eterna duda de saber si será cierto o no. ¿Por qué? Porque nunca lo pusieron en práctica, nunca lo testearon, nunca lo validaron. Entonces, en su intención por ocultar el miedo dicen que están en la tarea de completarlo, que deben hacer algunas modificaciones, y más.

3.- Careces de una estrategia. Otro problema típico, en especial en aquellas personas que están convencidas de que tienen el producto/servicio perfecto, ese que los hará millonarios. Pero, en realidad, no saben qué hacer, no saben cómo comenzar o, si comienzan, no saben cómo seguir. No tienen objetivos, ni un paso a paso, mucho menos un sistema que les permita lograr sus metas.

4.- Aprendes, pero no aplicas. Esta es una opción cada vez más frecuente. En virtud de la gran cantidad y variedad de cursos que se encuentran en internet, muchos de ellos gratuitos, hay quienes se quedan atascados en la adicción por los cursos, por los eventos presenciales, por los tutoriales. Y nunca ponen práctica eso que aprenden, no saben si en realidad les sirvió.

5.- Les apuestas todo a las redes sociales. Otro fenómeno reciente. Como hay tanto vendehúmo que promociona la idea del “hazte millonario en un solo clic”, muchos muerden el anzuelo. Y se dedican a publicar en redes sociales, pero sin una estrategia definida, sin un seguimiento, sin el contenido adecuado. Solo intentan vender, sin invertir, y esperan resultados extraordinarios.

6.- No inviertes. Comprar cursos o acudir a eventos, sin ton ni son, no es invertir: es malgastar. Es desperdiciar tus recursos, tu dinero y tu tiempo. Invertir es cuando ese curso o ese evento que eliges, ese libro o esa masterclass, responde a un objetivo específico, a llenar un vacío o a reforzar un punto crítico. Hay que invertir, además, en ti mismo, en el cuidado de tu salud, en una vida propia.

7.- Trabajas mucho, recibes poco (o nada). Esto ocurre, principalmente, cuando dejas ese trabajo convencional que odias y te conviertes en dueño de un negocio. Crees que eres un empresario, pero en realidad eres un autoempleado (te recomiendo esta nota sobre el tema) y pasas 24/7 en tu negocio, trabajas y trabajas, pero no produces. No hay clientes y, por ende, no hay ventas.

8.- Estás solo y desorientado. Nadie, absolutamente nadie, logró el éxito en la vida o los negocios en solitario. Todos, absolutamente todos, necesitamos de otros para conseguir lo que deseamos. Necesitas un mentor que ya esté donde tú quieres estar, que haya recorrido el camino que quieres transitar, que haya logrado los resultados que anhelas obtener. Solo llegas más rápido, pero no más lejos.

Si clasificas en más de una de las ocho opciones que acabo de mencionar, déjame decirte algo un poco fuerte: no eres un emprendedor, sino un apostador. Sí, aunque suene duro, manejas tu vida, tu negocio, tu destino, como un juego de póker. Tienes unos recursos en la mano, pero esperas que sea la suerte la que obre a tu favor, o que los demás se equivoquen. Y así no funciona, amigo mío.

“Del dicho al hecho, mijo, hay mucho trecho”, me repetía la señora Julita, mi madre. Cuánta razón, cuánta sabiduría. Mi mayor anhelo, mi compromiso, mi misión, es que puedas pasar del dicho al hecho, pero solo tú puedes tomar la decisión, solo tú puedes darme el privilegio de ayudarte. Y, por favor, no olvides que el mejor día para empezar a transformar tu vida es hoy; mañana es tarde.


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