¿Alguna vez que no hiciste lo que debías hacer recibiste un premio? No, seguro que no. Aunque en determinadas circunstancias no me agrada, así es como funciona la vida y ni tú, no yo, lo vamos a cambiar. Además, porque esta es una premisa que se aplica a todas las actividades de la vida, sin importar tus creencias, tu nivel educativo a qué te dedicas.

Nos educan bajo ese modelo: hace algo, recibes algo; no haces nada, no recibes nada. Quizás estés de acuerdo, quizás te parezca algo mezquino, pero es difícil negar que funciona. Parte de los postulados del conductismo, una controvertida doctrina surgida hace poco más de un siglo cuyos conceptos básicos son el estímulo, la respuesta, el condicionamiento, el refuerzo y el castigo.

En general, el estímulo es la señal, información o evento que produce una reacción determinada. La respuesta es la reacción a un estímulo específico (siempre el mismo). El condicionamiento es el aprendizaje surgido de la combinación estímulo + respuesta. El refuerzo es cualquier factor que aumenta la probabilidad que se dé una conducta y el castigo, justamente lo contrario (disminuye).

Aunque no sea consciente, los seres humanos, todos los seres humanos, respondemos cada día a miles de estímulos de diversa índole e intensidad. Por ejemplo, la alegría que te produce escuchar la voz o la risa de tu hijo recién nacido; el malestar que te generan los comentarios desabridos de algún compañero de trabajo o la emoción que sientes al ver tu deporte favorito.

El problema, porque siempre hay un problema, comienza cuando permites que tu vida vaya al vaivén del estímulo-respuesta. En especial, de manera inconsciente. ¿Por qué? Porque de esa manera vas a estar preso de las emociones, que ya sabemos que son traviesos y caprichosos duendecillos que están en capacidad de hacernos pasar malos ratos. ¡No es una buena idea!

Ahora, bien, hay que entender, así mismo, que nunca será posible el control total de los estímulos que recibimos y de las respuestas que brindamos. ¿Por qué? Porque muchas de esas respuestas se originan en las emociones, que no las podemos controlar. Sin embargo, eso no quiere decir, de ninguna manera, que la guerra esté perdida: podemos ganar muchas batallas.

Y de eso se trata, precisamente, la aventura del emprendimiento, la vida de un emprendedor. Son muchos, demasiados, los factores que no puedes controlar, pero que afectan lo que haces, cómo lo haces y, sobre todo, los resultados que obtienes. Y, por supuesto, no es algo que aprendas de un día para otro, sino más bien un proceso que debes enfrentar cada día de tu vida.

Por eso, justamente por eso, la clave del éxito, tanto en la vida como en los negocios o en cualquier actividad que realices en la vida, radica en controlar la mayor cantidad de factores externos que sea posible. Y cuando digo controlar me refiero específicamente a hacer consciente la respuesta al estímulo, sobre el que no tienes control porque es externo.

Hace muchos años, por las enseñanzas y, sobre todo, el ejemplo de mis padres y de mis mentores, aprendí que todo lo que hay en mi vida, absolutamente todo, es una respuesta a lo que doy, a lo que hago. Si pongo la mano al fuego, me quemo; si no cuido mi salud, me enfermo; si me educo y pongo en práctica lo aprendido, avanzo y cristalizo mis sueños.

Y esto es, precisamente, lo que inculco a quienes me otorgan el privilegio de guiarlos en esta aventura del emprendimiento. Lo hago a través no solo de mis contenidos de valor, sino de los eventos como el Congreso SomosEmprendedoresDigitales.com. Que es el punto de partida, la herramienta que te brinda el conocimiento. Luego, tienes que aportar lo tuyo: tomar acción.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza


Pasar de la educación a la acción no es tan fácil como algunos creen. Debes cumplir unos requisitos básicos, sin los cuales la aventura que emprendes puede convertirse en una pesadilla. Te comparto las cinco claves que te ayudarán a dar un primer paso seguro.


En este paso, sin embargo, muchos resbalan. Y lo hacen, principalmente, porque se dejan llevar por las emociones, porque se olvidan de que el proceso exige más conocimiento y nuevas habilidades, porque dejan de invertir en su crecimiento personal, porque se rodean mal. Si ya posees el conocimiento y vas a entrar en acción, no olvides estas cinco claves:

1.- Determina en dónde estas.
Si te equivocas en este primer paso, todo lo que hagas en adelante será un error. La equivocación consiste en que la mayoría de las personas se ubica donde quiere estar, en el punto al que quiere llegar, y no donde se encuentra realmente, hoy. ¿Estás listo para comenzar? ¿Eres consciente de las responsabilidades que asumen? ¿Del riesgo que corres?

Determinar dónde estás hoy implica un autoanálisis concienzudo y honesto, descarnado, que surge del autoconocimiento. ¿Qué tan bien te conoces? Es muy probable que en este momento, por algunas circunstancias fuera de tu control, no puedas comenzar ese nuevo camino que deseas. ¿Dónde estás? No des el primer paso sin responder este interrogante.

2.- Establece a dónde quieres ir.
Es la secuencia lógica. Estás en el punto A y quieres ir al punto B, pero, ¿cuál es ese punto B? ¿Qué tan lejos está de tu alcance? El peor error que puedes cometer es el de dar el primer paso sin saber a ciencia cierta a dónde vas, a dónde quieres ir. Si no has establecido una ruta y un destino, ¿a dónde esperas llegar? Nadie compra un tiquete de avión sin saber el destino.

Lo fundamental, en este punto, es entender que ese punto B, ese destino, no es un lugar o un punto final. Se trata, simplemente, de una escala, de un punto de tránsito. Porque cuando estés allí la vida te impondrá nuevos y apasionantes retos, una y otra vez, y así sucesivamente. Por eso, así mismo, no pretendas dar pasos gigantescos: es un proceso, ve paso a paso.

3.- Determina qué tienes en este momento.
El inventario de las herramientas y recursos de que dispones es imprescindible. Así mismo, el de tu nivel de conocimiento y experiencia en ese campo en el que te adentrarás. Los errores que cometemos en el camino se originan, principalmente, porque no sabemos qué tenemos y, peor, qué nos hace falta. Sin embargo, comenzamos nuestra andadura y damos tumbo tras tumbo.

4.- Establece qué te hace falta.
La otra cara de la moneda. Siempre, absolutamente siempre, nos falta algo. A veces, mucho. Si eres de los que creen que se las saben todas, ten cuidado porque te expones a un gran fracaso. Y no asumas esta falta de algo como una debilidad, sino como una oportunidad de aprendizaje, de crecimiento. O, también, como la valiosa posibilidad de desarrollar otras habilidades.

5.- Diseña un plan de acción (a corto, mediano y largo plazo).
Otro de los errores frecuentes, y costosos, es aquel de comenzar a avanzar sin haber diseñado un plan y complementarlo con una estrategia. ¿Qué vas a hacer y cómo lo vas a hacer? No irás muy lejos sin esto. Y, de nuevo, no quieras ir al otro lado del mundo en un solo paso. Acepta, valora y aprovecha el proceso, entiéndelo como una oportunidad que te brinda la vida.

6.- Elige un mentor.
“Solo, irás más rápido. Acompañado (de las personas adecuadas) llegarás más lejos”. Esta frase que, seguramente, escuchaste o leíste más de una vez, ¡es cierta! Como suelo decir, nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario. Y no llegarás a donde quieres si insistes en ir solo: necesitas la ayuda de quienes ya estamos allí, de quienes ya recorrimos ese camino.

Cada día de tu vida es una puerta que se abre. Una puerta que te conduce por el camino que tú elijas. Recuerda: en la vida cosechas lo que sembraste. O, de otro modo, la vida te da la respuesta adecuada al estímulo que activaste. Preocúpate, entonces, por hacer lo que te ayude a conseguir lo que deseas, lo que te lleve a ese lugar donde tus sueños se cristalizan.


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